Tras
celebrar unas elecciones al parlamento europeo y cambiar de Rey en
quince días, aunque el congreso y consejo de ministros nos sigan
decepcionando los viernes, habrá conceptos semánticos y
lingüísticos que han alterado el cómo percibimos el mensaje que
los comunicadores políticos hacen llegarnos.
En
primer lugar tenemos “la Casta”; Puede definir a algunos
políticos por el contenido y las formas en que toman decisiones que
nos afectan. Aquélla que delimita los privilegios a las élites y
los poderes económicos y deja sin valor “el mérito y capacidad”
para desarrollar la tarea encomendada. En segundo lugar tenemos los
aparatos de partido; Formas de organización política corrupta
basadas en la verticalidad y la jerarquía, cuya participación se
reduce a elegir un delegado, el pago de la cuota de afiliado y los
viajes pagados en campaña electoral. En tercer lugar tenemos la
ausencia de sinergias con los movimientos sociales que luchan por
recuperar derechos universales y básicos para la vida, y que recoge
nuestra vieja constitución.
Sin
entrar en confluencias ni análisis electorales, hay conceptos que
rulan en medios digitales y redes sociales que alteran los discursos
políticos. La nueva política se impone por regeneración
demográfica. El modelo Neo-liberal de monopolio de mercado y sus
desmanes y especulación con la deuda aportan al cambio. La “Casta”,
la mayoría de nuestros representantes, nos han endeudados para
varias décadas. La vieja política se ahoga en su propia mierda.
La
nueva política ha entrado con fuerza en el imaginario popular de
muchos movimientos sociales que albergan la ilusión de un vida mejor
para la mayoría. Jóvenes y sobradamente preparados hay, con
capacidad para tomar decisiones y educados en una cultura
colaborativa, cooperativa y eficiente. Precarizados, en muchos casos,
y sobradamente preparados algunos/as piden paso en la escena política
asumiendo métodos horizontales de decisión y participación. Pero
todavía entre lo nuevo y lo viejo existe un “dislate”
discursivo y formal que crea
tensión entre activistas, sobre todo los incluidos en aparatos de
partidos y los no
acostumbrados a
no tener el control de las
asambleas y la
toma de decisiones colectiva.
La
nueva política exige nuevas caras, nuevas expresiones y nuevos
métodos.
Un ejemplo de por donde pueden ir las cosas en lo local puede ser lainiciativa que Ada Colau está organizando en Barcelona agrupando
a ciudadanos para presentarse
a la alcaldía de Barcelona.
Sin las siglas de ningún partido capitaneando la iniciativa, pero
donde las formaciones políticas y,
en especial, los movimientos sociales tienen
cabida y deciden.
Nuevas
formas para nuevos tiempos y el miedo cambiando de bando.