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viernes, 15 de enero de 2016

La muerte de España

Por Juan Argelina

"Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir" (Blade Runner)


Busqué palabras que enmudecieran el terrible silencio de la muerte, pero no encontré más que confusión y angustia por un vacío indefinible. Sólo una sucesión de tiempos inconcretos empujando violentamente en la memoria, dejaba mi cabeza como un yunque amartillado, alejado de la paz que tópicamente deja la muerte. 

Mi padre
Los niños-duende parloteaban en torno a madres-clon mientras yo trataba desesperadamente de encontrar el sosiego imposible en un autobús de línea que me dejaba a toda prisa en un Madrid de resaca de fiesta. La muerte no está de vacaciones. Los fantasmas rodean invisibles nuestras vidas de mentira mientras sus cadáveres yacen expuestos tras las vitrinas de un tanatorio. No reconocí a mi padre, cáscara informe metida en un féretro, envuelto en un sudario brillante que contrastaba con su rostro inerte, amarillento, deformado por los químicos de la higiene funeraria. El llanto se resiste y las entrañas se remueven. Eso había sido mi padre. De pronto la sala se vuelve inmensa, solos mi hermano y yo, bajo la asepsia del aire acondicionado. ¿Que fue de la vida? Una sombra recorrió fugazmente el espacio del rabillo del ojo a las dos de la madrugada, me advierte un familiar desconocido, en su casa, donde durante los últimos años iba de visita para ver a su prima, hasta que la enfermedad le dejó postrado para siempre. 
Allí recordaba, recordaba, hablaba, hablaba, ... todo lo que no había podido sacar de si durante tanto tiempo, todo lo que no había podido compartir siquiera con sus hijos. Una vida perdida, recuerdos borrados, esfuerzos, sufrimientos, alegrías engullidas por la soledad y la impotencia. Mi padre. Muerto. "Aquí yace Juan Ramón. Tus hijos te lloran". 

Tópico lapidario. Pero no hay lágrimas. Solo el ansia de saber, de comprender por qué fuiste así, por qué te callaste siempre, por qué ocultaste su verdadero ser. 

Me hablaste al final de gentes perdidas en la guerra, de represalias abominables durante los años del frío, de un abuelo casi anónimo al que encarcelaron con falsas acusaciones en Ocaña, de un tío echado al monte del que nunca se volvió a saber nada, de hermanos linchados atrozmente en la plaza del pueblo, de una madre infeliz que llevaba comida a un hijo preso en los sótanos del ayuntamiento, de un mundo atroz marcado por la necesidad constante de la supervivencia, de la ignorancia, del miedo, de la emigración, del matrimonio obligado y de los hijos que tardaban en llegar, de una niña que no pasó del año de vida, a la que nunca llegué a conocer, de esperanzas frustradas, y por fin, del silencio del tiempo, o más bien, del tiempo del silencio. 

La Historia de ese tiempo muere contigo y con muchos como tú, que guardaron el silencio del miedo, el silencio de las fosas, como las de Villacañas, sobre las que están escritos los nombres de varios de tu sangre. Y todo eso, al final, rompe en mí, ajeno a esos recuerdos, pero heredero de la fatalidad, condenado a seguir sin tu carga de emociones, sin tu experiencia, sin tu memoria, como aquel replicante de Blade Runner. 
Solo queda una fotografía emocionante que llega a mis manos tras tu muerte. Y las lágrimas quieren salir al ver a un joven soldado sonriente que rodea con su brazo a un amigo inseparable, cuya vida tampoco fue fácil. 

Sin embargo, la magia de la imagen detenida evoca un momento entrañable con el que me detengo a soñar, porque la felicidad, si existe, está en un instante impreciso del que no somos conscientes mientras ocurre, y que solo se retiene en su captura fotográfica. 
Ahí sí te reconozco. Ahí eres tú. Vivo. Ahora queda el tiempo de limpiar, de desbrozar el camino que sigue a partir de aquí. Sé que el pasado se funde con el futuro, que la memoria se degradará, y que hasta el vacío más profundo acabará disolviéndose en la lógica de la interpretación. Por eso escribo esto ahora, mientras me envuelve el misterio de la muerte. Porque todo pasa, pero no el tiempo de haber amado, de seguir amando todavía, hasta ese aliento último, ya pronto, esa postrer palabra cercana y terrible.
Perder la cabeza, perder la memoria, borrar el tiempo pasado, ignorar la raíz, moverse en el vacío, temer el futuro, guardar las distancias, prohibir el paso, impedir que se investigue el crimen, pasar página, dejar a los muertos en sus fosas, cerrar los ojos, estar cómodo en la ignorancia, conceder impunidad al asesino, reírse de las víctimas, engañar, ocultar, someter, someter, someter siempre al vencido hasta su aniquilación en el tiempo y en el espacio, anulándole de la memoria colectiva, haciéndole creer que tiene lo que se merece, que debe vivir en un maltrato constante. 
Esta es la situación de la relación de España con su historia reciente.



miércoles, 30 de septiembre de 2015

País de todos los demonios


Y qué decir de nuestra madre España, 
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?

Jaime Gil de Biedma



Por Juan Vallejo

Las palabras del director de cine Fernando Trueba, el otro día en San Sebastián, al recoger un premio ante el Ministro de Cultura, en las cuales decía que no se sentía español, han levantado ampollas. Sobre todo en la prensa encuadernada en el Gobierno. 

También en los adictos a las cadenas mantenidas por el contribuyente, tertulianos y otras especies de vividores que trabajan para nutrir este infame y desgraciado equipo ministerial presidido por un indecente Rajoy.


Solo un país, Camboya, nos gana en desaparecidos por guerra. Solo un país en el mundo, España, tiene un monumento para alabar a los genocidas, el Valle de los Caídos, construido por los presos de la España negra, los perdedores. 

Un lugar en donde el Caudillo quiso tumba e inmortalidad bajo un mausoleo por donde el subsuelo guarda la sangre de los fusilados por el asesino de la democracia; de este modo"justifican" su victoria, desde 1959 en que ordenó su asesinato. Todavía esa cruz que se divisa desde varios kilómetros a la redonda, sigue siendo escarnio e insulto para millares de españoles. Monjes negros, benedictinos, a diario alzan su gregoriano por el alma de José Antonio Primo de Ribera y por el General genocida, no en vano a los pies del ara del altar mayor reposa la infamia.



Humanidades para ser humanos. Esto no es posible en este país donde se educa para la esclavitud, no para la libertad: dinero frente a la belleza y la verdad que es lo que da el pensamiento, la sensibilidad, la creación. 

Las cátedras del humanismo yacen oxidadas para instalar el interés en solo ganar dinero. Han dado paso al capitalismo urdidor de carreras sin sensibilidad: una muerte en vida frente a la vida. 
Hacerse rico mientras la vida se pierde en fragmentos de idiocia, de insolidaridad. La música, la pintura, la palabra, es lo que nos hace libres, sabios, amatorios...el ideario republicano tan añorado, aniquilado por la deshumanización del arte que diría Ortega. Con estos aperos, con esta deletérea historia, da pánico considerarse español. 
Díganselo sino al último ministro de Cultura, el señor Wert, ahora premiado con una placentera vida en París por haber destrozado las humanidades, la cultura residual que aún nos quedaba. Este sí que es un español cojonudo, como Rato y Bárcenas. 
Y es que este gobierno recompensa a los asesinos, a los títeres de la incultura, a la banca usurera e insaciable y protege a los delincuentes, con nuestro sudor, con nuestro trabajo. España negra, de bisuterías por las que los grajos y cuervos pierden el horizonte.



Esta mafia peperiana, instituida en banda criminal para el saqueo y patrocinio de su partido, no para de succionar la libertad, la vida, los restos de la cultura; el patrimonio que queda de este pedernal que es España. Desde 1936 no ha echado luz. 

Se ha convertido en un país sucio del que nadie o casi nadie quiere adjudicarse su raza, origen, toponimia o lo que sea. 
Donde edificios de juzgados están atascados de expedientes a delincuentes con cargos y poder en ayuntamientos y partidos políticos: socialistas, del PP, y de cualquier sinecura que tenga las arcas próximas para llevárselo crudo, la mayor parte de las veces impunemente, porque han amamantado a sus jefes con el robo y la extorsión. 

Han endurecido la vida e infectado la arquitectura social, humana con su actitud avara.

Han escrito la historia elaborando el diccionario del latrocinio y la deshumanización. Tantas vidas rotas contra el muro del silencio, del paro, de la angustiosa espera atizada por estos canallas del neocapitalismo cruel.


Apenas si consiguen respirar las nubes ante tanta indecencia. Bancos, empresas, ayuntamientos, y sobre todo políticos: enfangados. Constituidos en ladrones, en saqueadores.

Está deshojada hasta la angustia en este país. Están fuera los mejores, nuestros hijos, nuestros sabios, nuestros genios. Aquí se les ha negado el pan y la sal. 

Los aeropuertos aguardan equipajes fugados y la cultura ha tiempo que sucumbió. Apenas nos queda algún escritor o pintor válido que anime la vida en tertulias recónditas o en alguna de las escasas librerías que sobreviven. Han devenido en serviles palafreneros de los gobernantes. El arte al servicio de su propia destrucción.


Las luces de la cultura están casi muertas, pero eso les da lo mismo. Están enfrascados en la escisión catalana. Qué hipócritas! Les han despreciado hasta la saciedad a los catalanes, les han insultado, y ahora claman unidad estos asesinos de la democracia. Qué suerte Catalunya poder marcharse también, como nuestros hijos, nuestros sabios. No sentirse españoles. Como Trueba. 

Aquí están nuestros muertos mas queridos todavía en las tumbas de tierra, despreciados por gobiernos que se dicen democráticos, asesinados por ellos. Quién quiere nutrir esta infamia?

Todas las ciudades de España son ciudades de la memoria. Ese es nuestro galardón, nuestro trofeo para exhibir en Europa. 

Dice Biedma en su poema: "Quiero creer que nuestro mal gobierno/es un vulgar negocio de los hombres/y no una metafísica..." Sí. Nos queda el amor y la muerte; la ilusión también la robaron. 
Y si desterraron las humanidades de la enseñanza, pusieron la Religión, la que bendijo el crimen, el holocausto de esta España salvaje donde asesinan a los animales con saña y sadismo y esquilman bosques y arroyos intitulándolo como tradición indispensable para nuestro progreso. 

Ni un sacerdote, ni un alcalde de la derecha ante estos exhumados que sacamos en Estépar, en la Pedraja: el rencor, el odio latiendo ante la peor historia que un país puede exhibir. Un país en donde el Opus y el Gobierno venden al hombre y lo instalan en un tren de eternas cercanías. Nuestros apellidos de espada e hisopo, de tricornio y pandero más que nunca fundidos en la Iberia batida por el toro y el hachis.


Vean las ciudades, la mayor parte de ellas, sus actividades culturales, sus dirigentes: mediocridad, despilfarro, seudocultura, parafernalia, ruido, vulgaridad, caverna eterna...atapuerquizando el sueño de Lorca, de Machado; sin refugio o estela navegante. 

La historia varada dentro de nuestros ojos sin posibilidad de fuga, nuestra historia cruenta de la que huyeron hasta los himnos. Las hierbas que duelen entre las casas abandonadas de los pueblos desahuciados, de las urbanizaciones: crónicas del despilfarro, de la codicia, del amor imprevisible de tantos años, de tantas generaciones. 



No, yo no soy español. Me avergüenzo de este país donde el beso es gris y los ojos están quemados de mirar el horizonte, donde los jóvenes tienen que rebelarse contra la luz sumisa y el escarnio que vierte sobre ellos la sociedad que un gobierno podrido ha fraguado desde hace tantos años, que uno, en la edad provecta en la que se halla, ya ni recuerda.


No, yo no soy español, mis huellas acaban en mi casa, en mis besos, en mis cuadros, en los pocos amigos que van quedando en este erial saqueado por un ejército de bandoleros enquistados en el poder, en la banca, en la mafia de una prensa mediática, manipuladora que todo lo pervierte. No comprenden los ojos del que quiere saber: le destierran. La utopía manchada, la luz no obedece, la ventana no mira. 


Un tiro de gracia es esta España egoísta, cicatera que dispara a refugiados que huyen del hambre, de la muerte. 
Que desangra el erario para acaudalar ediles, alcaldes y mafias municipales, que pretende ahogar cualquier atisbo de esperanza, de aire fresco, de incipiente democracia.

Las banderas libres de las escasas plazas que las ostentan, ha tiempo que dejaron de tremolar. Los pocos jóvenes que ocuparon las plazas para predicar la infamia, olvidaron a Cernuda. En los sitiales de muchos concejos, se asienta la estirpe de Franco. No tiene legitimidad la democracia.


Asociaciones de la Memoria, siguen mendigando el óbolo capaz de exhumar la verdad fusilada, en tanto que el Gobierno llena de prebendas a los que aniquilaron la cultura, la enseñanza y destruyen la sanidad pública, la educación, el escaso bienestar al dejar la precaria pensión de los abuelos como el recurso de la miserabilidad a la que han abocado a la mayoría de los ciudadanos. Disfrazan la realidad estos gobernantes, sucedáneos del hitleriano Aznar, del asesino Franco. 

Nos insultan y tratan de embaucarnos con sus arterías, con sus ingenierías del bienestar social y sus trampas de números en ruina, en tanto que llenan las arcas de sus más preclaros gobernantes para, posteriormente, una vez amortizados y llenos de condenas, juicios y denuncias, asentarles en un Senado inútil de juguetes rotos, millonarios, manchados de vergüenza y abollados por su vida disoluta.


Qué esperar de un país como éste en donde los millonarios acaparan todo lo que se mueve, donde se hacen números quebrados, sucios, para los que necesitan algo de humanidad:
- un techo para el desgraciado refugiado, dividiendo cifras con cicatería y miseria, mientras cardenales encendidos de soberbia y dogmatismo, ocupan palacios y viviendas de centenares de metros de placer en las mejores plazas de las ciudades. 

Luego predican la caridad: hipócritas! No pagan impuestos por sus inmensas propiedades y escatiman un trozo de suelo para el hambre y el huido. Las fábricas de las que la Iglesia es accionista, son suficientes para dar trabajo a esta diáspora. Bajo la filantropía de Caritas, cobijan su falsa caridad: una panacea en donde diluyen toda su soberbia, su insultante vida de púrpura e incienso. Cada vez más millonarios. Cada vez más pobres. Cada vez más rotos. Cada vez más cínicos, "Son hombres los que pagan al gobierno,/los empresarios de la falsa historia,/son hombres los que han vendido al hombre,/los que le han convertido a la pobreza/y secuestrado la salud de España." Hace mas de cuarenta años que Gil de Biedma escribía esto. 


Nosotros ya no somos los mismos, los que conocimos a Tápies, a Saramago, a Joan Báez, a Goytisolo, a Robbe-Grillet, a García Calvo, a Marcos Ana, a tantos que fraguaron la libertad, el Sentimiento, el Conocimiento; porque esta España negra y navajera ha tiempo que cerró sus puertas a la sabiduría, al talento, a la honestidad y las abrió de par en par a la indecencia. No.Yo tampoco soy Español.

viernes, 10 de julio de 2015

La memoria selectiva y las heridas del silencio

Fosa de Estépar donde fueron exhumados los últimos cadáveres en abril de 2015:
un clavel por cada asesinado

Por Basilio El Bagauda

Hace ya algunos años, cuando entré por primera vez en el antiguo monasterio de Las Bernardas que por aquel entonces ya era sede de la Escuela Municipal de Música, algo se me removió por dentro.

Si alguien ha entrado alguna vez allí y ha subido hasta la primera planta, habrá observado que en sus pasillos cuelgan carteles y cuadros relacionados con instrumentos y con músicos clásicos universales y de la tierra. También dentro de las aulas se aprecian los mismos motivos decorativos.

De una de las paredes en un aula situado al fondo cuelga un cuadro que, en su momento, me llamó la atención. En realidad no era más que una lámina enmarcada y ajada por el tiempo, con una pequeña imagen y una breve remembranza de un famoso músico burgalés: Antonio José.

A pesar de saber quién era y por qué estaba allí, me dispuse a leer los tres párrafos con los que alguien tuvo la osadía, como ocurría con el resto de músicos, de resumir su biografía: tengo la mala manía de leer todo lo que está a la altura de mi vista.


Cuál fue mi sorpresa, y rápidamente mi enojo, al comprobar que su vida había acabado sin más en los montes de Estépar: ¿un joven músico muriendo en medio de un monte, sin más explicación? ¿Fue allí a morir como los elefantes van a “su cementerio” cuando barruntan el final? ¿Estaba buscando allí la inspiración y al no encontrarla se marchitó como se marchitan las flores cuando su sustancia se consume?

Monte de Estépar. Al fondo, el encinar donde supuestamente asesinaron a Antonio José
Es evidente que no me hice esas preguntas pues bien sabía que Antonio José, como tantos otros españoles que habían puesto sus esperanzas en un cambio cultural, político y social tras años de dictadura y de una monarquía corrupta y desquiciada, fue asesinado por estar en el lugar y en el momento equivocado. Pero también y, sobre todo también, por haber defendido públicamente unos valores y unos principios éticos y estéticos alineados, seguramente con todas las reservas críticas que todo hombre y mujer libres deben tener, con el nuevo orden republicano que se habían dado para sí la mayoría de los españoles.

Por supuesto que toda persona tiene todo el derecho a reservar sus más íntimas confesiones y sus más arraigados valores. Jamás discutiré el derecho que todo ser humano tiene no sólo a ser libre sino también a sentir miedo, prisión de la mente, puesto que el miedo es libre pero contrario a la verdadera libertad personal.

Tampoco creo que nadie sea intrínsecamente mejor o peor persona por decir o callar lo que piensa, pero en tiempos duros y peligrosos como fueron los vividos por Antonio José o como los que ahora mismo padecen millones de personas arrojadas a la miseria y con cada vez menos derechos para ejercer la protesta, la valentía con la que se denuncian las injusticias eran y son una inestimable virtud que eleva a las personas que la ejercen por encima del resto.

Y llegados a este punto, todos deberíamos de reflexionar acerca de lo que significa el silencio y la ocultación tras 40 años de la muerte del caudillo criminal, del fondo y la forma del fin de la existencia de tantas y tantas víctimas que aún siguen sepultadas en paraderos desconocidos y escondidas en los sótanos de nuestras instituciones.

Nuestra democracia nació bajo el peso de una clase dominante integrada por los herederos de la victoria del 39’ - algunos en el búnker, unos pocos disidentes y los más disfrazados por conveniencia - y por la gigantesca red clientelar creada alrededor de jerarcas militares, religiosos y empresariales, los más fieles integrantes del Opus Dei.

Esta clase social conformó a lo largo de 40 años “de paz” una sociedad reprimida, hipócrita, tremendamente violenta y hermética donde los perdedores y su descendencia pagaron el precio con sumisión, producto del miedo a una violencia permitida y latente de clase y de género, y también con su libertad y con su vida si el miedo no los vencía.

El Estado se convirtió en una máquina de control social a través de la violencia institucionalizada y de la inexistencia premeditada de garantías jurídicas de ningún tipo. Con todo ello, en el cambio a un nuevo orden político, al producirse de manera dirigida, no se trató de acabar rápidamente con las enfermedades que arrastraba el país y algunas de ellas, quizá demasiadas, se han hecho fuertes en nuestro cuerpo social: el grito frente a la barbarie represiva no es más que una apelación a la justicia que aún no se ha hecho mientras otros pretenden seguir mirando para otro lado.

Ahora voy a lo personal, aquello por lo que a cada uno le duele el alma o le trae simplemente recuerdos. Afortunadamente he de decir que entre mis antepasados no hay ningún ser querido al que le segaran su vida con una muerte violenta ni tampoco ninguno del que no sepamos dónde llorarle o simplemente recordarle. Entiendo que eso tiene que ser tremendamente doloroso…

Sin embargo una de mis dos abuelas, la madre de mi padre, recordaba con mucha lucidez los últimos años de la Segunda República y el infierno posterior. Nunca quiso transmitir angustia ni miedo cuando recordaba con exactitud matemática lo ocurrido ese 19 de julio del 36 en un importante pueblo de Tierra de Campos donde toda la familia vivía. Cuando unos cuantos señores de uniforme llamaron a la puerta de su casa y su madre respondió que el cabeza de familia  no se encontraba en ella. Tras el conveniente registro comprobaron que la mujer sólo estaba rodeada de niños y niñas y el marido “se había olido la tostada” y al quedarse sóla con sus hijos les repitió hasta el hartazgo que a nadie se le ocurriera gritar por la calle una buena ristra de expresiones inconvenientes.

De poco sirvieron sus precauciones y unas horas después el marido, mi bisabuelo al que yo no llegué a conocer, era apresado junto a otros tantos hombres que se dirigían a la capital conscientes de que era allí dónde se jugaba la batalla más a su alcance. Puestos a disposición judicial fueron juzgados por el asesinato de un conocido terrateniente y falangista de la localidad

Al final como no pudieron demostrar que más de 20 hombres estaban involucrados a la vez en un homicidio, todos ellos fueron juzgados de una manera o de otra por su pasado político: acudir a manifestaciones, ser afiliado, provocar a la autoridad... No fue necesario que el padre de mi abuela pegara un solo tiro para acabar con una pena de 20 años, como tantos otros…

Lo que más recordaba y le dolía a mi abuela era que en realidad eso sirviera, o a esa conclusión llegó, para intentar romper a las familias, acabar con su economía, destrozar su hábitat, aniquilar toda posibilidad de convivencia y de supervivencia. Tras ser despojados de todo hicieron su pequeña emigración a la ciudad, como tantos, para poder sobrevivir y seguir el camino presidiario de su padre. 

Tras ser despojados de todo, el sistema seguía funcionando para que estas familias no levantaran cabeza, para que la pobreza fuera un castigo trasmitido como herencia. Y a pesar de ello, y de todas las zozobras por las que pasó su familia y pasó ella al formar la suya nunca contaba todo esto con rencor, sino con orgullo y dignidad. Era consciente de que su España había hecho todo lo posible por maltratarla a ella y a los suyos y no lo había conseguido, no del todo.

Mi padre, de todos sus hermanos, era quizá el más consciente de las herencias y memorias de la familia y tenía en su alma alojada la rabia que mi abuela no había estado dispuesta a mantener para sí. El que más rabia sentía al no saber completamente el porqué de las desgracias de su abuelo, perseguido por el sistema hasta que dejó de ser molesto, ni como había empezado todo.

Mi padre era un hombre hermético y airado pero emotivo, poco dispuesto a la comunicación y aún menos al agradecimiento y pocas veces al cariño, para que vamos a engañarnos. Explico esto no por gusto sino para que se entienda mejor que el día que más feliz y más emotivo que yo le recuerdo a mi padre fue el día que aparecí por casa con unos cuantos papeles entre las manos y le expliqué que gracias a una serie de personas que trabajaban para una Asociación de Memoria Histórica había conseguido el historial de prisiones y los motivos por los que su abuelo había acabado entre rejas. Se acercó a mí y me hizo saber con las lágrimas que nunca se había permitido tener que era el mejor regalo del mundo que nadie le había hecho nunca.

Así de esa manera pude entender mejor la historia de la familia, los recuerdos de mi abuela y pude ver al padre humano y cercano que siempre se había ocultado.

Por eso creo que el silencio mata y que la ocultación deja heridas incurables que no ayudan a dignificar nuestra vida colectiva. Muy al contrario nos dividen, nos angustian y acaban con la empatía necesaria que toda persona debe de tener por las víctimas.
Hoy he sabido que el Ayuntamiento de Burgos, como al parecer en otras ciudades de España, celebraba un acto en conmemoración del asesinato de Miguel Ángel Blanco y de todas las víctimas de ETA. También que lo convocaba con gran solemnidad la concejala popular Gema Conde, la misma que forma parte de un grupo que nada quiere saber ni de la memoria histórica ni de recuperar de la ignominia del olvido a quien simplemente había defendido el orden democrático.
Es muy triste que haya una parte de los españoles que consideren que los vivos se merecen justicias diferentes y que  esto debe durar hasta más allá de su muerte. Pero es aún más triste comprobar como un grupo político cercano a mis valores, al memorialismo, y que se ha presentado como la candidatura popular, Imagina Burgos, se haya presentado al homenaje sin realizar ninguna acción política que deje en evidencia a los hipócritas y populistas populares: hubiera bastado con una rueda de prensa en la que el líder de la formación hubiera invitado a la concejala a hacer homenaje a las víctimas que siguen criminalmente sepultadas.


¡¡Qué pena!! ¡¡Para estas alforjas ya tenemos al PSOE!!

martes, 30 de junio de 2015

La memoria del músico Antonio José ultrajada en el pregón de fiestas de Burgos

Lectura del pregón por el músico Diego Galaz. Al lado, el alcalde Javier Lacalle y el concejal del PP Fernando Gómez

Por Meseta Irredenta


EL ENÉSIMO ULTRAJE A LA MEMORIA DE ANTONIO JOSE

Este viernes en el pregón de las fiestas el insigne músico burgalés Diego Galaz pronunció estas palabras:
"Nuestra ciudad vio nacer a Antonio José, músico y folclorista al que la mala suerte de vivir en una época convulsa y de injusticias propició una corta carrera repleta de maravillosas composiciones musicales y revisión de la tradición, influido por el gran trabajo realizado por el maestro Federico Olmeda".

Esta manera de referirse a un asesinato cometido de la forma más cruel es un insulto a la memoria de Antonio José y por ende a todas las víctimas del terrorismo franquista.
Antonio José fue asesinado entre otras cosas por la necesidad del fascismo de eliminar las figuras de la vanguardia cultural, la limpieza política y ejemplarizante para instaurar en este país 40 años de terror.

Imagínense por un momento que en las fiestas de Ermua, su pregonero dijera que Miguel Ángel Blanco tuvo una corta carrera política por la mala suerte de vivir en una época convulsa. El escándalo de no solo la prensa local sino la de todo el estado estaría servido.

Aquí pasará desapercibida para muchos tal ignominia. No podía ser de otra forma, un pregón mediocre para unas fiestas más que mediocres, con absoluta falta de imaginación y que servirán de nuevo para que se enseñoreen los herederos ideógicos de aquellos que asesinaron a Antonio José y a tantos otrxs cientos de personas inocentes en Estépar.

Nadie duda de la calidad y profesionalidad como músico del señor Galaz, pero los artistas se deben mojar un poco más y, más aún, frente a un ayuntamiento gobernado de nuevo por la derecha más rancia.



miércoles, 6 de mayo de 2015

Homenaje a los ex-presos del Penal de Burgos




Por Burgos Dijital

Eugenio Cordero, Helios Salas, José Martín, Ricardo Metola, Lucio de la Nava y Luis Berlinches, son un grupo de ex-presos del franquismo que padecieron la cárcel en el Penal de Burgos. Hoy, 6 de mayo, tenían una cita en el monumento de los represaliados del autor Alejo Otero Besteiro, también ex-preso, (el cual tuvieron el honor de inaugurar), para colocar un ramo de flores y un año más  rendir homenaje a los presos y presas, represaliados y represaliadas del franquismo.

El homenaje comenzó con unas palabras del artista burgalés Juan Vallejo, recordando a todas aquellas personas que fueron apresadas y torturadas, a todas aquellas personas que vieron  cómo salían los camiones cargados de presos hacia el monte de Estépar, o La Pedraja o Hendaya, Quienes habían confiado un recado, un mensaje escrito en un papel hecho un rodillo oculto entre las ropas, "se lo das a mi padre cuando le veas", "a mi mujer " o  "dáselo por favor a mis hijos...si los ves". Mensajes que nunca llegaron a su destino.
Continuó Juan Vallejo: este país sigue haciendo sufrir a sus gentes, con los recortes en sanidad y cultura, la precariedad laboral, la pobreza y la falta de vivienda....

Se ha guardado un minuto de silencio por Francisca Román Aguilera (Paquita), Miguel Núñez, Gervasio    (presidente de la asociación de ex-presos), Gregorio Ortíz, Cesáreo, Leopoldo, fallecidas recientemente, como otras tantas personas que han muerto y nunca han comparecido, e igualmente lucharon por la libertad y los Derechos Humanos.

Luis Berlinches, visiblemente emocionado


Una poesía escrita por Helios Salas ha continuado con el recuerdo,
" Es la quietud y el silencio más claro que las palabras de las muchas voces calladas de compañeros y camaradas, 

eran fríos y sórdidos los calabozos de los vetustos y viejos penales con gruesas puertas y rejas adornadas con gruesos candados. 
Este era el cruel escenario de cientos de vidas truncadas, de miles de ilusiones rotas y de sueños jamás logrados..."


Para continuar con 
"...a este ágora venimos para comprobar que el reloj no se ha parado que nos informa del siguiente segundo para la esperanza, esperanza para todos, para tí María que lloras por los hijos secuestrados, para tí José que roja tienes la mirada por la sangre de tus padresesparcida por el suelo, Manuela, Antonio, libertad, compañera, camarada..."


Ha sido un homenaje muy emotivo, Luis Berlinches, con 90 años, entró en la prisión con 19 años,  visiblemente emocionado ha dicho "podríamos hablar de muchas torturas que padecimos, pero vamos a recordar a los que se han ido...".
Miembros de la Coordinadora de la Memoria Histórica de Burgos han recordado a Pedro Barcina Martínez, teniente del ejército republicano, quien estuvo en la cárcel de Zaragoza y después en Burgos durante 6 años.
La biznieta del socialista Luis Labín, entonces diputado en Madrid, ha recordado a Marina, hija de Luis, que con 17 años fue encerrada 3 años en la cárcel de Santa Águeda.
Aquella tarde-noche del golpe de Estado fueron a apresar a Luis Labín y al no encontrarle en casa encarcelaron a sus tres hijas. 
Posteriormente los cuñados y hermanos de Marina fueron encarcelados en septiembre de 1936 en el Penal de Burgos, y en las primeras "sacas" que realizaron fueron conducidos al monte de Estépar donde el verano pasado estuvo colaborando en la exhumación de las fosas.

El homenaje finalizó con unas palabras de recuerdo a las mujeres, cuando "Queipo del Llano, en un mensaje siniestro del 18 de julio les dijo a sus moros en Sevilla, que sepan las mujeres de los rojos lo que es un hombre, y a partir de ahí no cesaron por todo el país de asesinar y violar mujeres, no solo perseguidas por ideas políticas, trataban de amedrentarlas...".Alguna de esas mujeres se encontraba hoy en el homenaje.