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viernes, 25 de septiembre de 2015
Burgos y Colombia
Por Burgos Dijital
San José de Apartadó (Colombia) hace muchos años que se ha organizado al margen del Gobierno colombiano, declararándose Comunidad de Paz, lejos de intervenir en ningún conflicto armado, marca de identidad de esta zona colombiana.
Esta postura les ha costado desde 1997 más de 200 asesinatos, más de 2.400 violaciones de los Derechos Humanos.
En 2005 se produjo una triste masacre, mataron 8 personas, entre ellos niños de meses que fueron descuartizados, "...en San José de Apartadó han actuado conjuntamente militares y paramilitares en matanzas y desplazamientos,..."
La vinculación de Burgos con esta Comunidad se traduce en colaborar en el mantenimiento de la Educación de los niños, en el apoyo y solidaridad internacional junto con otras muchas ciudades del mundo.
Burgos recuerda sus lazos con San José de Apartadó dedicando una plaza.
Burgos Dijital tuvo la oportunidad de entrevistar a uno de los dirigentes de la Comunidad a su paso por Burgos.
Relacionado:
Asesinan a un líder comunal de San José de Apartadó
La violencia paramilitar continúa en San José de Apartadó
Burgos con San José de Apartadó
viernes, 10 de julio de 2015
La memoria selectiva y las heridas del silencio
Fosa de Estépar donde fueron exhumados los últimos cadáveres en abril de 2015: un clavel por cada asesinado |
Hace ya algunos años, cuando entré por primera vez en el antiguo monasterio de Las Bernardas que por aquel entonces ya era sede de la Escuela Municipal de Música, algo se me removió por dentro.
Si alguien ha entrado alguna vez
allí y ha subido hasta la primera planta, habrá observado que en sus pasillos
cuelgan carteles y cuadros relacionados con instrumentos y con músicos clásicos
universales y de la tierra. También dentro de las aulas se aprecian los mismos
motivos decorativos.
De una de las paredes en un aula
situado al fondo cuelga un cuadro que, en su momento, me llamó la atención. En
realidad no era más que una lámina enmarcada y ajada por el tiempo, con una
pequeña imagen y una breve remembranza de un famoso músico burgalés: Antonio
José.
A pesar de saber quién era y
por qué estaba allí, me dispuse a leer los tres párrafos con los que alguien
tuvo la osadía, como ocurría con el resto de músicos, de resumir su biografía:
tengo la mala manía de leer todo lo que está a la altura de mi vista.
Cuál fue mi sorpresa, y
rápidamente mi enojo, al comprobar que su vida había acabado sin más en los
montes de Estépar: ¿un joven músico muriendo en medio de un monte, sin más
explicación? ¿Fue allí a morir como los elefantes van a “su cementerio” cuando
barruntan el final? ¿Estaba buscando allí la inspiración y al no encontrarla se
marchitó como se marchitan las flores cuando su sustancia se consume?
Monte de Estépar. Al fondo, el encinar donde supuestamente asesinaron a Antonio José |
Es evidente que no me hice esas
preguntas pues bien sabía que Antonio José, como tantos otros españoles que
habían puesto sus esperanzas en un cambio cultural, político y social tras años
de dictadura y de una monarquía corrupta y desquiciada, fue asesinado por estar
en el lugar y en el momento equivocado. Pero también y, sobre todo también, por
haber defendido públicamente unos valores y unos principios éticos y estéticos
alineados, seguramente con todas las reservas críticas que todo hombre y mujer
libres deben tener, con el nuevo orden republicano que se habían dado para
sí la mayoría de los españoles.
Por supuesto que toda persona
tiene todo el derecho a reservar sus más íntimas confesiones y sus más
arraigados valores. Jamás discutiré el derecho que todo ser humano tiene no
sólo a ser libre sino también a sentir miedo, prisión de la mente, puesto que
el miedo es libre pero contrario a la verdadera libertad personal.
Tampoco creo que nadie sea
intrínsecamente mejor o peor persona por decir o callar lo que piensa, pero en
tiempos duros y peligrosos como fueron los vividos por Antonio José o como los
que ahora mismo padecen millones de personas arrojadas a la miseria y con cada
vez menos derechos para ejercer la protesta, la valentía con la que se
denuncian las injusticias eran y son una inestimable virtud que eleva a las
personas que la ejercen por encima del resto.
Y llegados a este punto, todos
deberíamos de reflexionar acerca de lo que significa el silencio y la
ocultación tras 40 años de la muerte del caudillo criminal, del fondo y la
forma del fin de la existencia de tantas y tantas víctimas que aún siguen
sepultadas en paraderos desconocidos y escondidas en los sótanos de nuestras
instituciones.
Nuestra democracia nació bajo el
peso de una clase dominante integrada por los herederos de la victoria del 39’
- algunos en el búnker, unos pocos disidentes y los más disfrazados por conveniencia
- y por la gigantesca red clientelar creada alrededor de jerarcas militares,
religiosos y empresariales, los más fieles integrantes del Opus Dei.
Esta clase social conformó a lo
largo de 40 años “de paz” una sociedad reprimida, hipócrita, tremendamente
violenta y hermética donde los perdedores y su descendencia pagaron el precio
con sumisión, producto del miedo a una violencia permitida y latente de clase y
de género, y también con su libertad y con su vida si el miedo no los vencía.
El Estado se convirtió en una
máquina de control social a través de la violencia institucionalizada y de la
inexistencia premeditada de garantías jurídicas de ningún tipo. Con todo ello, en
el cambio a un nuevo orden político, al producirse de manera dirigida, no se
trató de acabar rápidamente con las enfermedades que arrastraba el país y
algunas de ellas, quizá demasiadas, se han hecho fuertes en nuestro cuerpo social:
el grito frente a la barbarie represiva no es más que una apelación a la
justicia que aún no se ha hecho mientras otros pretenden seguir mirando para
otro lado.
Ahora voy a lo personal, aquello
por lo que a cada uno le duele el alma o le trae simplemente recuerdos.
Afortunadamente he de decir que entre mis antepasados no hay ningún ser querido
al que le segaran su vida con una muerte violenta ni tampoco ninguno del que no
sepamos dónde llorarle o simplemente recordarle. Entiendo que eso tiene que ser
tremendamente doloroso…
Sin embargo una de mis dos
abuelas, la madre de mi padre, recordaba con mucha lucidez los últimos años de
la Segunda República y el infierno posterior. Nunca quiso transmitir angustia
ni miedo cuando recordaba con exactitud matemática lo ocurrido ese 19 de julio
del 36 en un importante pueblo de Tierra de Campos donde toda la familia vivía.
Cuando unos cuantos señores de uniforme llamaron a la puerta de su casa y su
madre respondió que el cabeza de familia
no se encontraba en ella. Tras el conveniente registro comprobaron que
la mujer sólo estaba rodeada de niños y niñas y el marido “se había olido la
tostada” y al quedarse sóla con sus hijos les repitió hasta el hartazgo que a
nadie se le ocurriera gritar por la calle una buena ristra de expresiones
inconvenientes.
De poco sirvieron sus
precauciones y unas horas después el marido, mi bisabuelo al que yo no llegué a
conocer, era apresado junto a otros tantos hombres que se dirigían a la capital
conscientes de que era allí dónde se jugaba la batalla más a su alcance.
Puestos a disposición judicial fueron juzgados por el asesinato de un conocido
terrateniente y falangista de la localidad.
Lo que más recordaba y le dolía a
mi abuela era que en realidad eso sirviera, o a esa conclusión llegó, para
intentar romper a las familias, acabar con su economía, destrozar su hábitat,
aniquilar toda posibilidad de convivencia y de supervivencia. Tras ser
despojados de todo hicieron su pequeña emigración a la ciudad, como tantos,
para poder sobrevivir y seguir el camino presidiario de su padre.
Tras ser
despojados de todo, el sistema seguía funcionando para que estas familias no
levantaran cabeza, para que la pobreza fuera un castigo trasmitido como
herencia. Y a pesar de ello, y de todas las zozobras por las que pasó su
familia y pasó ella al formar la suya nunca contaba todo esto con rencor, sino
con orgullo y dignidad. Era consciente de que su España había hecho todo lo
posible por maltratarla a ella y a los suyos y no lo había conseguido, no del
todo.
Mi padre, de todos sus hermanos,
era quizá el más consciente de las herencias y memorias de la familia y tenía
en su alma alojada la rabia que mi abuela no había estado dispuesta a mantener
para sí. El que más rabia sentía al no saber completamente el porqué de las
desgracias de su abuelo, perseguido por el sistema hasta que dejó de ser
molesto, ni como había empezado todo.
Mi padre era un hombre hermético
y airado pero emotivo, poco dispuesto a la comunicación y aún menos al
agradecimiento y pocas veces al cariño, para que vamos a engañarnos. Explico
esto no por gusto sino para que se entienda mejor que el día que más feliz y
más emotivo que yo le recuerdo a mi padre fue el día que aparecí por casa con
unos cuantos papeles entre las manos y le expliqué que gracias a una serie de
personas que trabajaban para una Asociación de Memoria Histórica había
conseguido el historial de prisiones y los motivos por los que su abuelo había
acabado entre rejas. Se acercó a mí y me hizo saber con las lágrimas que nunca
se había permitido tener que era el mejor regalo del mundo que nadie le había
hecho nunca.
Así de esa manera pude entender
mejor la historia de la familia, los recuerdos de mi abuela y pude ver al padre
humano y cercano que siempre se había ocultado.
Por eso creo que el silencio mata
y que la ocultación deja heridas incurables que no ayudan a dignificar nuestra
vida colectiva. Muy al contrario nos dividen, nos angustian y acaban con la
empatía necesaria que toda persona debe de tener por las víctimas.
Hoy he sabido que el Ayuntamiento
de Burgos, como al parecer en otras ciudades de España, celebraba un acto en
conmemoración del asesinato de Miguel Ángel Blanco y de todas las víctimas de
ETA. También que lo convocaba con gran solemnidad la concejala popular Gema
Conde, la misma que forma parte de un grupo que nada quiere saber ni de la
memoria histórica ni de recuperar de la ignominia del olvido a quien
simplemente había defendido el orden democrático.
Es muy triste que haya una parte de los españoles que consideren que los vivos se merecen justicias diferentes y que esto debe durar hasta más allá de su muerte. Pero es aún más triste comprobar como un grupo político cercano a mis valores, al memorialismo, y que se ha presentado como la candidatura popular, Imagina Burgos, se haya presentado al homenaje sin realizar ninguna acción política que deje en evidencia a los hipócritas y populistas populares: hubiera bastado con una rueda de prensa en la que el líder de la formación hubiera invitado a la concejala a hacer homenaje a las víctimas que siguen criminalmente sepultadas.
Es muy triste que haya una parte de los españoles que consideren que los vivos se merecen justicias diferentes y que esto debe durar hasta más allá de su muerte. Pero es aún más triste comprobar como un grupo político cercano a mis valores, al memorialismo, y que se ha presentado como la candidatura popular, Imagina Burgos, se haya presentado al homenaje sin realizar ninguna acción política que deje en evidencia a los hipócritas y populistas populares: hubiera bastado con una rueda de prensa en la que el líder de la formación hubiera invitado a la concejala a hacer homenaje a las víctimas que siguen criminalmente sepultadas.
¡¡Qué pena!! ¡¡Para estas
alforjas ya tenemos al PSOE!!
miércoles, 30 de julio de 2014
31 de julio: Clausura de la exposición " Monte de Estépar"
Este próximo jueves 31 de julio 2014, tras 49 días, clausuraremos la Exposición "Monte de Estepar", sin ninguna duda, la muestra más ambiciosa , compleja, colaborativa y apasionada en la que nos hemos embarcado en los 13 años de la intensa programación y recorrido de Espacio Tangente.
Espacio Tangente lleva trabajando desde finales del pasado año y fue conformando esa idea inicial planteada, necesaria y urgente, y que confiábamos en que supondría la iniciativa que prendería la llama de la activación y confluencia de tantas y diversas energías, fuerzas, ganas y empeño en comenzar a recuperar y desenterrar entre tod@s una primera parte de tanta y tan cercana dignidad arrebatada y ocultada infamemente, durante tanto tiempo.
Así ha sido, al margen del arduo trabajo inicial de coordinación, sustentado desde los tres pilares organizativos: Espacio Tangente, la Coordinadora por la Recuperación de la Memoria Histórica de Burgos y la Plataforma de Artistas Antifascistas, sumada a la agitada movilización de artistas, colaborador@s, amig@s, camaradas y público en general, estos 49 días, han supuesto una altruista unión de sinergias mucho mayor y productiva de lo que nos esperábamos.
"Contra la impunidad franquista" cuadro de Acacio Puig |
Una vez más se ha demostrado que seguimos siendo pueblo y lucharemos por dignificar su nombre.
El admirable trabajo, ya en el terreno, que, de sol a sol y codo a codo, han mantenido l@s voluntari@s coordinados por Juan Montero y Francisco Etxeberría de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, durante esta última e intensa semana, ha logrado desenterrar, no solo los primeros 70 cuerpos de nuestros más honrados y nobles antecesores, familiares y camaradas asesinados en el Monte de Estepar, sino el sonrojo de tanta ignominia.
Gracias a tod@s por creer en nuestras propias fuerzas y unirlas, en una causa tan imprescindible y necesaria en estos tiempos de tan insoportable simulación.
Gracias por estar, ser, sentir y visiblizar tantos sentimientos enterrados.
En la memoria colectiva de nuestro contexto más cercano, estos 49 días, han supuesto un antes y un después, especialmente un después por el que continuaremos luchando entre tod@s .
El próximo jueves 31 de julio 2014 a partir de las 19.30 h, nos convocamos en Espacio Tangente, tod@s los que podamos y nos sintamos implicad@s, de nuevo para informar de los trabajos de exhumación y los objetivos a corto y largo plazo que se han abierto en el proyecto; charlaremos, mostraremos y compartiremos imágenes, anécdotas, sabores y sin sabores de este empeño, logrado en su primera fase… y antes daremos el último recorrido guiado por la Exposición, junto a algun@s de los artistas que han participado, y que ha supuesto la parte visible de ese iceberg de conjunción de fuerzas que ha levantado esta iniciativa. Posteriormente tendremos una merienda.
Nos esperamos, pues, este jueves, para lo dicho, lo que diremos y lo que nos queda por decir, para celebrar que por fin podemos desenterrar parte del olvido y empezar a dotar de algo más de cierto sentido a nuestros contextos cercanos, al verdadero significado de las grandes palabras, que como un eco vacío, nos rodean: … dignidad, democracia, apoyo mutuo, lucha colectiva…y otras tantas que nos quedan por ir recuperando.
Esto no ha hecho más que empezar
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Espacio Tangente organiza una exposición de apoyo a la exhumación de las víctimas del franquismo
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lunes, 28 de julio de 2014
César Rico ignora a las víctimas del terrorismo franquista.
Mientras
algunos colectivos ciudadanos, apoyados por la iniciativa del Espacio
Tangente y aportaciones económicas personales se han empeñado en
asumir de forma particular la exhumación de una parte de nuestra
historia reciente, en la que entronca nuestra democracia, las
autoridades institucionales locales y regionales han brillado por su
ausencia. Ni una palabra, ni un gesto, y mucho menos la presencia de
la Diputación de Burgos, de la Junta de Castilla y León o de la
Subdelegación del Gobierno de España, frente a los restos humanos
desenterrados en la fosa común de Estépar, silenciados desde el
aciago año del golpe de Estado de julio de 1936.
Mal está
que no se repare de forma suficiente la eliminación sistemática de
civiles por parte de un Estado, que en primer lugar tiene cierta
responsabilidad histórica en los hechos y en segundo lugar les debe
un homenaje por representar el germen de la resistencia a la
intolerancia del terrorismo impuesto por los generales golpistas
encabezados por Franco.
La
ausencia de las instituciones políticas en el homenaje realizado en
Estépar a las víctimas del terrorismo franquista no puede
considerarse solamente un inocente olvido, mas bien parece toda una
posición frente a algunas víctimas que no son reconocidas del todo
por la democracia nacida en el año 1977. Este silencio y esta
ausencia tan estruendosa retratan a los representantes
institucionales que no han comprendido el enorme daño de legitimidad
que generan a un Régimen político que, o no sabe, o no quiere,
reconocer de forma idéntica a aquellos que han sido asesinados por
defender la libertad de todos.
Tiempo
tienen para reparar sus errores, porque las exhumaciones continuarán,
en la medida que se consiga financiación (aportaciones
desinteresadas), hasta desenterrar los restos de las 400 personas que se estima fueron exterminados en el Monte de Estépar, tras ser
sacados del Penal de Burgos.
Por tanto
invitamos: a César Rico como Presidente de la Diputación de
Burgos, a Baudilio Fernández-Mardomingo, como Delegado
Territorial de la Junta de Castilla y León en Burgos, y a José
María Arribas Andrés, como Subdelegado del Gobierno a que reconozcan, aunque sea con algunas décadas de retraso, a todos
aquellos españoles que fueron asesinados por defender una España
democrática y plural.
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Las fosas comunes del monte de Estépar
Campaña de mecenazgo para la exhumación del monte de Estépar
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miércoles, 7 de mayo de 2014
"La represión franquista en Burgos": entrevista a Mauro Torres
Burgos Dijital y Diario de Vurgos( dv) realizan esta breve entrevista a Mauro Torres, historiador y experto en el estudio de la represión franquista en la provincia de Burgos y su capital.
Hace un recorrido desde el alzamiento en Burgos, pasando por el descubrimiento de fosas comunes dispersas por la provincia, hasta las dificultades existentes en la investigación de las personas desaparecidas.
Hace un recorrido desde el alzamiento en Burgos, pasando por el descubrimiento de fosas comunes dispersas por la provincia, hasta las dificultades existentes en la investigación de las personas desaparecidas.
jueves, 6 de febrero de 2014
La imagen del general Yagüe ensombrece Burgos
Fotomontaje: General Yagüe con el concejal de Cultura de Burgos Fernando Gómez |
Por Lucas Mallada
Este sábado me he dado una vuelta por la “Feria de las Marcas”, celebrada en IFEMA, Madrid1.
Allí, en
la despampanante puesta en escena, me he dado un garbeo muy
ilustrativo acerca del estado de salud y capital simbólico que
atesoran algunas de las “Marcas” de referencia de las que formo
parte.
Veréis, entre todas, he visto a la flamante “Marca España”, en la UVI y muy maquillada por un equipo de generadores de opinión que no permiten que se arrime nadie, se creen que es suya, pero a pesar de ello se olfatean los desahucios, el desempleo, la corrupción rampante, el descrédito institucional y los buenos datos macroeconómicos únicamente de las entidades financieras.
Sin querer, lo prometo, estaba en el suelo y no la he visto, he pisado la “Marca Monarquía española”, decía el responsable que no sabe qué ocurre, que es como si se desprendiera ella sola del estante, y están llamando a los mejores fontaneros, y nada, porque dicen que es un problema de cañerías, que hieden.
Y andando por ahí, me he topado con agradable y cálida sorpresa con una marca recientemente colocada, estaba rodeada por japoneses haciéndose fotos, la “Marca Gamonal”. Obviamente lejos de estar prevista su presencia en tan alta muestra, la organización ha tenido que reservarle un hueco de última hora desplazando a otras. La “Marca Gamonal” rebosa orgullo, autoconfianza y constituye un nuevo ejemplo para otras.
Finalmente, y he tenido que buscarla, he encontrado la “Marca Burgos”, en la última sala, junto a la puerta sin cerrar del almacén; hace frío y no está muy frecuentada, vaya decepción. La luz macilenta del espacio no invita, la “Marca Burgos” tiene caspa grasosa en la parte superior y está sostenida por ladrillos tabiqueros en forma de hubu, además sobresalen unos sobres cerrados y abultados con los anagramas de las viejas y perdidas cajas de ahorro, leo los nombres que figuran en las direcciones de los sobres, pero por decoro y dolor colectivo me los voy a callar.
Junto a la marca, y recientemente, han colocado una foto color sepia, en ella aparece una persona de uniforme, con aires pretorianos y sonrisa soberbia, de sus manos mana sangre de rojo oscuro que forma un charco alrededor de la foto y que amenaza con impregnar la “Marca Burgos”. Casualmente pasa una ordenanza, estamos solos y me atrevo a preguntarle por qué no lo limpian. Me responde cansado que él ya ha avisado y parece ser que el único remedio sería retirar la foto del salvapatrias (sic) y que según dicen en dirección el Ayuntamiento de Burgos está conforme con que sea así. Me quedo consternado por la desolación de la escena, y me arrebata la idea de preguntar a la organización si no se puede proponer alguna medida que mejore el lamentable estado de “Marca Burgos”.
Un rato después, alguien de la organización me recibe, entre curioso y sorprendido por mi interés en una marca tan relegada. Me contó muchas cosas, algunas me hicieron temblar por dentro, otras derramar lágrimas secas y otras me provocaron un extraño activismo irredento por los tiempos perdidos. Me explicó que el personaje de la foto no era otro que Juan Yagüe, militar golpista, que logró el poder por métodos violentos, años atrás. Que su hija, Eugenia o algo así, se había empeñado en homenajearle, y que el Ayuntamiento de Burgos había ofrecido un espacio público para ello, nada menos que el Monasterio de San Juan, junto al pintor Marceliano Santamaría. Que a él le daba un poco igual, que eso era cosa del concejal de Cultura, un tal Fernando Gómez, que se empeñaba en justificarlo y en mezclar churras con merinas. Que si los dirigentes de la ciudad apostaban por asociar su imagen al franquismo, pues que cosa suya era, que ya les pasó factura con la candidatura de la capitalidad cultural para el 2016 pero que, en su opinión, en la meseta eran muy duros de mollera y no terminaban de aprender.
Y finalmente me advirtió de que la imagen a la que se asocian o como se definen las marcas no era algo público, si no que lo decidían los poderes establecidos, aunque la valoración de esos símbolos sí era cosa de la gente, por tanto, el aprecio o descrédito de las mismas consistía en el acierto de las autoridades en interpretar los valores de los ciudadanos, y que por mucha cosmética invertida no había remedio, como rezaba la Biblia “por sus obras les conoceréis”, y que así estaban las cosas, de momento; cerrando la cuestión con una sonrisita irónica, dejó caer: “y está claro que los “jefecillos” de Burgos últimamente no dan una”. Salí al aire fresco. No entendía por qué aquel entuerto y empecinamiento, ¿será que en Burgos nos perdimos algún capítulo del “Cuéntame”, y tenemos asignaturas pendientes?
Veréis, entre todas, he visto a la flamante “Marca España”, en la UVI y muy maquillada por un equipo de generadores de opinión que no permiten que se arrime nadie, se creen que es suya, pero a pesar de ello se olfatean los desahucios, el desempleo, la corrupción rampante, el descrédito institucional y los buenos datos macroeconómicos únicamente de las entidades financieras.
Sin querer, lo prometo, estaba en el suelo y no la he visto, he pisado la “Marca Monarquía española”, decía el responsable que no sabe qué ocurre, que es como si se desprendiera ella sola del estante, y están llamando a los mejores fontaneros, y nada, porque dicen que es un problema de cañerías, que hieden.
Y andando por ahí, me he topado con agradable y cálida sorpresa con una marca recientemente colocada, estaba rodeada por japoneses haciéndose fotos, la “Marca Gamonal”. Obviamente lejos de estar prevista su presencia en tan alta muestra, la organización ha tenido que reservarle un hueco de última hora desplazando a otras. La “Marca Gamonal” rebosa orgullo, autoconfianza y constituye un nuevo ejemplo para otras.
Finalmente, y he tenido que buscarla, he encontrado la “Marca Burgos”, en la última sala, junto a la puerta sin cerrar del almacén; hace frío y no está muy frecuentada, vaya decepción. La luz macilenta del espacio no invita, la “Marca Burgos” tiene caspa grasosa en la parte superior y está sostenida por ladrillos tabiqueros en forma de hubu, además sobresalen unos sobres cerrados y abultados con los anagramas de las viejas y perdidas cajas de ahorro, leo los nombres que figuran en las direcciones de los sobres, pero por decoro y dolor colectivo me los voy a callar.
Junto a la marca, y recientemente, han colocado una foto color sepia, en ella aparece una persona de uniforme, con aires pretorianos y sonrisa soberbia, de sus manos mana sangre de rojo oscuro que forma un charco alrededor de la foto y que amenaza con impregnar la “Marca Burgos”. Casualmente pasa una ordenanza, estamos solos y me atrevo a preguntarle por qué no lo limpian. Me responde cansado que él ya ha avisado y parece ser que el único remedio sería retirar la foto del salvapatrias (sic) y que según dicen en dirección el Ayuntamiento de Burgos está conforme con que sea así. Me quedo consternado por la desolación de la escena, y me arrebata la idea de preguntar a la organización si no se puede proponer alguna medida que mejore el lamentable estado de “Marca Burgos”.
Un rato después, alguien de la organización me recibe, entre curioso y sorprendido por mi interés en una marca tan relegada. Me contó muchas cosas, algunas me hicieron temblar por dentro, otras derramar lágrimas secas y otras me provocaron un extraño activismo irredento por los tiempos perdidos. Me explicó que el personaje de la foto no era otro que Juan Yagüe, militar golpista, que logró el poder por métodos violentos, años atrás. Que su hija, Eugenia o algo así, se había empeñado en homenajearle, y que el Ayuntamiento de Burgos había ofrecido un espacio público para ello, nada menos que el Monasterio de San Juan, junto al pintor Marceliano Santamaría. Que a él le daba un poco igual, que eso era cosa del concejal de Cultura, un tal Fernando Gómez, que se empeñaba en justificarlo y en mezclar churras con merinas. Que si los dirigentes de la ciudad apostaban por asociar su imagen al franquismo, pues que cosa suya era, que ya les pasó factura con la candidatura de la capitalidad cultural para el 2016 pero que, en su opinión, en la meseta eran muy duros de mollera y no terminaban de aprender.
Y finalmente me advirtió de que la imagen a la que se asocian o como se definen las marcas no era algo público, si no que lo decidían los poderes establecidos, aunque la valoración de esos símbolos sí era cosa de la gente, por tanto, el aprecio o descrédito de las mismas consistía en el acierto de las autoridades en interpretar los valores de los ciudadanos, y que por mucha cosmética invertida no había remedio, como rezaba la Biblia “por sus obras les conoceréis”, y que así estaban las cosas, de momento; cerrando la cuestión con una sonrisita irónica, dejó caer: “y está claro que los “jefecillos” de Burgos últimamente no dan una”. Salí al aire fresco. No entendía por qué aquel entuerto y empecinamiento, ¿será que en Burgos nos perdimos algún capítulo del “Cuéntame”, y tenemos asignaturas pendientes?
1Para
despistados, advierto que es ficción, aunque podría no serlo...
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