Hace mucho, mucho tiempo, cerca de estas tierras que soportan nuestros cuerpos, cuando la palabra dada tenía más valor que la firma en un papel y los hombres y mujeres de estas tierras conocían el sentido de palabras ya en desuso como “honor”, “honra”, “fidelidad”, “lealtad”…, irrumpen en la corte de un rey castellano 10 hombres vestidos con majestuosidad, los cuales acallando músicas y conversaciones, se acercan hasta el trono e “hincándose en hinojos” uno de ellos se dirige al rey de esta guisa: “Señor, deseo justo e razonable es que en los que en prisiones o fuera de su libre poder son, desear la libertad e como yo sea en prisión por una señora, por la que traigo todos los jueves este fierro, según es notorio en vuestra magnífica corte. Yo, poderoso señor, he concertado mi rescate en trescientas lanzas rompidas por el asta con fierros de Milán de mí e de estos nueve caballeros que aquí son…”. El señor feudal, si se me permite la licencia historicista, es conocido como Don Suero de Quiñones.
Este noble es criado y formado desde niño en la Corte al amparo y tutela del Condestable Álvaro de Luna, mano derecha del Rey, alimentándose de las aventuras caballerescas que cantan los últimos juglares, y será tras la batalla de La Higueruela donde comienza su leyenda de “la prisión de amores”, concretada en llevar cada jueves una argolla de hierro alrededor del cuello como homenaje y recuerdo de una dama que nunca será identificada, al modo del amor cortés medieval.
La Corte no será otra que la del Rey de Castilla y de León D. Juan II en un momento en el que se viven momentos políticos complicados a la vez que un gran esplendor cultural. Mientras el rey y sus aliados soportan graves intrigas nobiliarias, ataques esporádicos de los nazaríes del Reino de Granada y presiones militares de los reyes cristianos de Navarra y Aragón, se rodean y acogen pensadores heterodoxos como Enrique de Villena, y escritores como Jorge Manrique y el Marqués de Santillana. Es en este ambiente cultural tan particular, momento así mismo en que se le da la espalda al pueblo que malvive en su miseria, donde aparecerá la figura del dicho noble que pasará más tarde a la historia legendaria de este territorio por su singular propuesta, el llamado “Passo Honroso”
El rey encantado con la novedad, y abúlico por la falta de hazañas militares o de un pueblo rebelde al que reprimir, autoriza la celebración de dicho acto en la localidad “compostelana” de Hospital de Órbigo. De esa manera, además de la diversión, entretendrá a una nobleza con ganas de mandobles y la mantendrá entrenada y en forma para su único oficio: la guerra. El gran acto social tendrá lugar en el mes de julio de 1434 en la localidad leonesa junto a un viejo y maravilloso puente. Alrededor del mismo se talan unos cuantos chopos para hacer lugar a las tiendas que, D. Suero y los suyos, han de plantar, y adecuan el terreno en el que se construirá un palenque así como los cadalsos donde se sentarán los jueces, los representantes reales, los caballeros, las damas y el resto del populacho.
Del torneo se dará cuenta a los caballeros de toda la península e incluso se hará llegar la información fuera de los Pirineos para buscar renombre internacional, y se dictarán diversas normas y condiciones. Entre ellas que cada dama noble que pase deje su guante derecho hasta que algún caballero luche para rescatarlo, que la lucha con cada rival sea a tres lanzas rotas (las que hacen sangre), y que una vez rotas todas las lanzas se declare a D. Suero, que para eso es el anfitrión, libre de su “prisión de amor”.
Ni que decir tiene que la gesta, que no dejaba de ser una reunión de niños pijos con ganas de pavonearse, pasó a la leyenda porque al fin y a la postre al menos estos niñatos exponían su integridad física en el intento y demostraban un importante grado de valentía… Así, andando el tiempo, semejante cosa no se volvió a repetir porque ya andaban la Corona de Castilla y el resto de reinos peninsulares ocupados con el fin de la reconquista, la colonización imperial de todo un continente, y las mil y un revueltas populares que se produjeron en los siglos posteriores. Suficiente pólvora para tanta carne de cañón.
Pero el hecho no se olvidó hasta el punto que en el siglo pasado se retoma como fiesta de recuerdo a la valerosa hombría leonesa. Fiesta que se aprovecha no sólo para el recuerdo de la fazaña, sino también para el homenaje de insignes e ilustres personajes a los que los leoneses quieren rendir pleitesía, y es así como llegamos hasta nuestros días… De esta guisa y tras dejar el guante a su paso por el puente, se aprecia una insigne dama en un maravilloso día a la que se quiere regalar con esplendoroso honor. Leonesa, sí, de Santibáñez del Bernesga, dama entregada como ninguna otra a la causa leonesista, a la mejora de vida de sus paisanos y al nuevo amanecer de esta tierra de hombres libres.
Ella es Doña Isabel de Carrasco, hembra sin par, lucero de la mañana que ilumina con sus ojos los maravillosos valles de Luna y del Silencio, el fértil Bierzo, las altas cumbres de los Ancares, las grises cuencas mineras, las infinitas soledades de las tierras de Campos… Mujer llena de honores: Concejala de León y de su pueblo; Delegada Territorial de la provincia de León, y eso que nadie es profeta en su tierra (excepto los políticos, tan apegados ellos al terruño); Consejera de Economía y Hacienda de la Junta de Castilla y León; Procuradora de Cortes; y Senadora de la Cámara Alta del Reino de España. Y ahora mismo Presidenta de la Diputación Provincial de León, Presidenta del Partido Popular de León, Concejala del Ayuntamiento de León, de nuevo, Presidenta del Consorcio del Aeropuerto de León, Presidenta del Instituto Leonés de Cultura, Presidenta del Consorcio Provincial de Turismo, Presidenta de Gersul (Consorcio de Gestión de los Residuos Sólidos Urbanos); Colaboradora de TINSA (empresa dedicada a la tasación de patrimonio); Consejera de la Asamblea General de Caja España, Vicepresidenta de la empresa Invergestión, y Consejera de Viproelco (empresa participada por Caja España dedicada a la promoción de viviendas protegidas) y de Inmocasa (Empresa Inmobiliaria). Si se me permite, voy a respirar…
Como no hacer un homenaje a tan milagrosa y superdotada figura con trece empleos, 160.000 euros anuales en el bolsillo, y tan sólo 24 horas diarias de vida. Qué clase de portento tenemos ante nosotros, y qué desagradecida esa informe masa de plebeyos que abuchearon su presencia en el palenque. Qué clase de individuos se atreven a mancillar el bagaje de tan bella y cara persona. YO quiero destacar desde este humilde rincón, cuan poca razón tienen esos bellacos. Y como quiero creer que han pecado de ignorancia y no de estulticia, voy a comentar algunas de las fazañas más destacadas de Doña Isabel.
Dada la entrega al buen gobierno del pueblo leonés al que les tiene acostumbrados necesita no sólo su tiempo, que eso ya lo pone ella, sino también medios para desplazarse a todas las obligaciones a las que se compromete con sus siervos, pero sólo a unos malandrines se les ocurriría denunciarla de “malversación” por cargar a Caja España las dietas de los desplazamientos que hizo con el chófer y el coche oficial de la Diputación para asistir a las reuniones de dicho banco y de sus sociedades participadas. En realidad lo que hacía era optimizar recursos.
Le critican otros envidiosos, a saber la Asociación de Periodistas de León, su actitud de veto hacia cierto periodicucho por retirarle al mismo el convenio de patrocinio de la información provincial (a saber la subvención), por dejar de enviarle las previsiones y notas informativas, así como los actos de la Diputación eliminándoles del protocolo (es decir cenas, copas y compadreo) de dicha institución pública. Pero en realidad ocurre que todo buen gobernante elige a un buen cronista para que el pueblo sepa distinguir la Verdad de la Mentira, y es por ello que Doña Isabel, con buen criterio, le hace ojitos al Diario de León de Ulibarri y a La Crónica de León de Martínez Núñez, dos constructores que tienen unas pequeñas cosas que arreglar con la Justicia.
Ni que decir tiene de aquellos que, acomplejados por su falta de capacidad intelectual y por su desfachatez, le acusaron a Doña Isabel y a sus colaboradores de amañar un proceso selectivo para la límpida y transparente institución que ella preside. Dicen los malnacidos que un examen fue filtrado a una lista de agraciados, los cuales habrían sido citados días antes del examen a la sede del partido único en la capital leonesa donde se reunieron a solas y por separado con el exgerente del partido Don Jose Antonio Maté. Parece ser que la lista existía y fue manuscrita por el colaborador y hombre de confianza de Doña Isabel, pero en realidad esa lista, que desafortunadamente coincidió con los aprobados sobresalientes en el proceso de selección, era la de los colaboradores en preparar el Congreso del partido, incluso hubo una mujer de 10 que coincide con la mujer del Diputado y alcalde popular de la localidad de Lillo. Hay quien se atreve a decir incluso que “las oposiciones en la Diputación son favores que se pagan” y que Doña Isabel nombra a todos los miembros de los tribunales, los cuales son destacados militantes del partido único. Cuanta maldad y veneno hay en esas patrañas. Todo ello no son más que coincidencias que tienen una explicación: y es que Doña Isabel se rodea de los mejores, y es por eso que tienen tiempo para preparar eventos y aprobar oposiciones.
Por último quien sería tan osado y valiente como para afirmar en estos obscuros tiempos de crisis hace unos pocos días que “los españoles están encantados con el copago sanitario”. Quien tendría la poética visión de luchar denodadamente contra la corriente de recortes que reducía a sus empleados, y a muchos más, un 5 % de media el sueldo, mientras ella se lo subía un 13 % optando por políticas expansionistas. Quien no cargaría desaforadamente contra un malvado rival por acusarla de invitar a familiares a un gratis total en una estación invernal de la tierra…
Sólo alguien como ella podía abrir las justas de Hospital de Órbigo, sólo ella se merecía el honor y la gloria, aunque algunos no creyeron que se lo mereciera. Esto la engrandecía más porque de esta manera se cumplía la empresa que con letras azules sobre una cinta dorada lucía D. Suero de Quiñones en su brazo derecho: “Si á vous ne plait de avoyr mesure, certes ie dis que ie suis sans venture” (“Si no queréis corresponderme, en verdad que no hay dicha para mí”).
Alonso Quijano.