Por Burgos Dijital
Este
septiembre de 2014 hemos cumplido cuatro años. Desde nuestros
inicios, allá por la Huelga General de 2010, sentimos la necesidad,
al igual que muchos otros ciudadanos, de asumir parte de la
responsabilidad colectiva en la construcción de nuestras
sociedades. Sentíamos un profundo desapego al modo en cómo se
contaban las cosas y cómo se construían las presuntas realidades a
través de los medios de comunicación controlados por las
corporaciones y las élites. En nuestro contexto local de Burgos,
esto es tan evidente que ofende la inteligencia. Así que
aprovechando las facilidades brindadas por las nuevas tecnologías
optamos por ofrecer nuestro punto de vista e intentar contrarrestar
el pensamiento único que reduce la democracia al papel de un pelele,
que se agita a conveniencia de la agenda de intereses corporativa.
Porque
creemos en una democracia participativa, apostamos por la polifonía,
como garante de una pluralidad amenazada. Desde el principio nos
identificamos con las sensibilidades y perspectivas reunidas en lo
que podríamos definir como izquierda crítica, por así decirlo, una
mirada arrinconada en una ciudad en la que los intereses corporativos
establecen las prioridades de agenda de arriba a abajo, y apuntan
desde el monólogo de los medios de comunicación que controlan: qué
se debe hacer, cómo y también quién. Había que abrir ventanas y
ventilar.
En este
sentido, hemos asumido una actitud de crítica y denuncia, tratando
de desvelar, en todo momento, los intereses que se esconden tras el
enunciado de actuaciones, aparentemente buenas para los burgaleses.
El secuestro del “burgalesismo”, o de lo que significa ser
burgalés, por parte de una determinada minoría que decide lo qué
es correcto y lo que no, también ha sido, y es, objeto de nuestro
cuestionamiento continuo.
Desde
nuestra humildad, hemos cumplido largamente, acaso no en todas las
cuestiones, con la labor de denuncia ciudadana que nos hemos
adjudicado. Y es, en este punto, repasando los cuatro años que
llevamos cabalgando, donde nos tropezamos con el muro de nuestras
limitaciones, y siendo conscientes, no hemos sido capaces de
superarlas, de momento.
En
septiembre del 2010, ante las agresiones económicas y sociales que dejan maltrecho el contrato social acordado entre los ciudadanos y un
sistema político que evidencia sus carencias, era necesario
organizar la resistencia, así también fueron naciendo el 15M y
muchos movimientos ciudadanos (mareas, etc...) que mostraban su
estupor ante una embestida concertada entre élites mundiales
neoliberales y sus tentáculos de intereses locales con los que
comparten una ideología sencilla de describir: “¡qué se
jodan!”, expresada con magistral oratoria por la diputada por
Castellón, Andrea Fabra.
Ha
pasado el tiempo, mostrándose cada vez con mayor contundencia el
fracaso del sistema económico, dejando al descubierto las enormes
carencias del Régimen político que lo envuelve y sostiene. Los
movimientos sociales y políticos que fijamos nuestro horizonte en la
transformación de las realidades, de repente hemos sido conscientes
de nuestro potencial, por una vez hemos sentido la posibilidad de
hacer realidad algunos de nuestros sueños. La prueba palpable de
este cambio es percibir como el miedo ha cambiado de bando, y algunos
no parecen sentirse tan seguros en la posición de poder que ocupan y
llevan ocupando décadas.
Sin
embargo, frente a esta realidad, que nos sitúa con responsabilidades
imprevistas, la crítica, aunque necesaria, se muestra completamente
insuficiente. En BDj somos conscientes de esta carencia, nos lo han
hecho saber amargamente algunos de nuestros seguidores. No podemos
adoptar eternamente posturas defensivas, dejando la iniciativa en
manos de aquellos a los que criticamos. ¿Somos capaces de ofrecer
alternativas, ideas, un proyecto de ciudad para Burgos?
Sin
embargo, con ser importante para nosotros, lo fundamental, no es que
nosotros demostremos tener escasas ideas, lo realmente alarmante es
que este mal se extiende al grueso de los partidos y personas que se
mueven en la izquierda, y que sueñan con una ciudad diferente.
Venimos constatando, con cierto dolor y creciente frustración, cómo
parece que estamos siendo incapaces de traducir nuestros valores,
nuestro modo de entender la vida, la sensibilidad de “izquierdas”
de la que hacemos gala, a una propuesta ilusionante y realista para
Burgos y para los burgaleses, en definitiva no estamos siendo capaces
de construir, ni de ofrecer suficientes respuestas.
Observamos
con cierto estupor, como han surgido diversas estrategias de política
que embarran en la elección de las personas que tienen que llegar a
representarnos a los burgaleses, cuando, si somos coherentes con lo
que profesamos desde la “izquierda”, lo verdaderamente esencial y
prioritario, sería desde nuestro punto de vista ofrecer ideas, un
plan, un proyecto de ciudad que atrajera a los ciudadanos más que el
actual, fundamentado en obras públicas de cuestionada rentabilidad
social. Nos atrevemos a pensar que hasta Javier Lacalle podría haber
sido un buen alcalde, no nos importa tanto la persona, como el modelo
de ciudad y el estilo en la toma de decisiones, esto es lo neurálgico
si apostamos por una democracia viva y palpitante.
Las
personas, desde luego, son importantes, pero lo es más el guión
sobre el que tienen que trabajar, un proyecto que tiene que ser
resultado de un trabajo colectivo, y sobre el que tienen que rendir
cuentas. Definitivamente, si van a ser servidores públicos, su
compromiso con los ciudadanos no puede quedar reducido a la pobreza
de unas jornadas electorales. La democracia se ejercita los 365 días
de los cuatro años de gobierno. Nos atrevemos a pedir generosidad a
algunas personas y organizaciones que militan en la izquierda
burgalesa, que tienen la responsabilidad de compartir un proceso
constructivo e ilusionante, evitando pequeñas mezquindades que
evidencian la falta de fe en las propias ideas que se defienden en
los discursos.
Asimismo,
y pensando que todos podemos ser útiles, llamamos la atención sobre
algunos curtidos militantes que pudieran tener la tentación de
ocupar posiciones significativas; el tiempo político no pasa en
balde, y la renovación no puede ser creíble con rostros de la
década pasada. Sin embargo su capacidad y experiencia puede ponerse
al servicio de un proyecto en el que sus ideas sí salgan adelante.
Seguramente las cicatrices políticas convenientemente cerradas serán
más útiles ayudando a evitar errores que repitiendo los mismos en
una nueva oportunidad.
Faltan
ideas sobre, cómo queremos que sea el urbanismo en Burgos, la
política de movilidad, los servicios públicos, las prioridades en
el deporte, en la cultura, e incluso una postura frente a
competencias de las que las ciudades han sido desposeídas y
pertenecen a la tradición de la organización urbana desde siglos
pasados. Sobre estas cuestiones, y seguramente otras, nos parece que
no hemos ofrecido suficientes alternativas que enamoren, que
arrastren a la ciudadanía, que sean de verdad transformadoras, esta
es nuestra asignatura pendiente. Este es el debate que va a interesar
a la ciudadanía, y no las sopas de siglas que no saben digerir.
No
queremos mencionar organizaciones, ni mucho menos personas, sólo
pedimos reflexión y generosidad, y apelamos a actuar con coherencia
con los valores que profesamos, recordando que la forma es el fondo,
en definitiva, no pueden estar disociadas, o sólo lograremos sembrar
desconcierto, incredulidad y a larga otra frustración. Creemos que
los partidos políticos, e incluso nosotros tenemos que tener la
vocación de “medio para”, y no de constituirnos en un fin en sí
mismo. Si logramos entender esto haremos un gran favor a las ideas
que decimos defender.
Las
elecciones municipales de mayo del 2015 van a ser una prueba
importante, pero tampoco definitiva, los procesos de transformación
política necesitan su tiempo, su maduración, aunque de repente
parezca que se aceleran. Si nos atenemos a principios de ética,
justicia social y democracia directa, lo que implica participación y
responsabilidad, seguramente mantendremos el norte. Y si es así y
además somos lo suficientemente generosos, acaso, a partir del mayo
del año que viene tendremos la enorme responsabilidad de recordar a
todas las personas de Burgos que el destino colectivo nos pertenece a
todos, que ningún cacique por muy dueño que sea del altavoz más
grande puede seguir decidiendo dónde vivimos, cómo, y que pagamos
por la vivienda, por el aparcamiento del hospital o por entrar en el
futuro Pabellón Arena, o cómo decidan bautizarlo. Tenemos la
oportunidad de tomar las riendas de nuestro destino, podríamos
decir, que ante el fracaso continuado de sus proyectos, casi es
nuestra obligación ciudadana.