Y qué decir de nuestra madre España,
este país de todos los demonios
en donde el mal gobierno, la pobreza
no son, sin más, pobreza y mal gobierno
sino un estado místico del hombre,
la absolución final de nuestra historia?
Jaime Gil de Biedma
Por Juan Vallejo
Las palabras del director de cine Fernando Trueba, el otro día en San Sebastián, al recoger un premio ante el Ministro de Cultura, en las cuales decía que no se sentía español, han levantado ampollas. Sobre todo en la prensa encuadernada en el Gobierno.
También en los adictos a las cadenas mantenidas por el contribuyente, tertulianos y otras especies de vividores que trabajan para nutrir este infame y desgraciado equipo ministerial presidido por un indecente Rajoy.
Solo un país, Camboya, nos gana en desaparecidos por guerra. Solo un país en el mundo, España, tiene un monumento para alabar a los genocidas, el Valle de los Caídos, construido por los presos de la España negra, los perdedores.
Un lugar en donde el Caudillo quiso tumba e inmortalidad bajo un mausoleo por donde el subsuelo guarda la sangre de los fusilados por el asesino de la democracia; de este modo"justifican" su victoria, desde 1959 en que ordenó su asesinato. Todavía esa cruz que se divisa desde varios kilómetros a la redonda, sigue siendo escarnio e insulto para millares de españoles. Monjes negros, benedictinos, a diario alzan su gregoriano por el alma de José Antonio Primo de Ribera y por el General genocida, no en vano a los pies del ara del altar mayor reposa la infamia.
Humanidades para ser humanos. Esto no es posible en este país donde se educa para la esclavitud, no para la libertad: dinero frente a la belleza y la verdad que es lo que da el pensamiento, la sensibilidad, la creación.
Las cátedras del humanismo yacen oxidadas para instalar el interés en solo ganar dinero. Han dado paso al capitalismo urdidor de carreras sin sensibilidad: una muerte en vida frente a la vida.
Hacerse rico mientras la vida se pierde en fragmentos de idiocia, de insolidaridad. La música, la pintura, la palabra, es lo que nos hace libres, sabios, amatorios...el ideario republicano tan añorado, aniquilado por la deshumanización del arte que diría Ortega. Con estos aperos, con esta deletérea historia, da pánico considerarse español.
Díganselo sino al último ministro de Cultura, el señor Wert, ahora premiado con una placentera vida en París por haber destrozado las humanidades, la cultura residual que aún nos quedaba. Este sí que es un español cojonudo, como Rato y Bárcenas.
Y es que este gobierno recompensa a los asesinos, a los títeres de la incultura, a la banca usurera e insaciable y protege a los delincuentes, con nuestro sudor, con nuestro trabajo. España negra, de bisuterías por las que los grajos y cuervos pierden el horizonte.
Esta mafia peperiana, instituida en banda criminal para el saqueo y patrocinio de su partido, no para de succionar la libertad, la vida, los restos de la cultura; el patrimonio que queda de este pedernal que es España. Desde 1936 no ha echado luz.
Se ha convertido en un país sucio del que nadie o casi nadie quiere adjudicarse su raza, origen, toponimia o lo que sea.
Donde edificios de juzgados están atascados de expedientes a delincuentes con cargos y poder en ayuntamientos y partidos políticos: socialistas, del PP, y de cualquier sinecura que tenga las arcas próximas para llevárselo crudo, la mayor parte de las veces impunemente, porque han amamantado a sus jefes con el robo y la extorsión.
Han endurecido la vida e infectado la arquitectura social, humana con su actitud avara.
Han escrito la historia elaborando el diccionario del latrocinio y la deshumanización. Tantas vidas rotas contra el muro del silencio, del paro, de la angustiosa espera atizada por estos canallas del neocapitalismo cruel.
Apenas si consiguen respirar las nubes ante tanta indecencia. Bancos, empresas, ayuntamientos, y sobre todo políticos: enfangados. Constituidos en ladrones, en saqueadores.
Está deshojada hasta la angustia en este país. Están fuera los mejores, nuestros hijos, nuestros sabios, nuestros genios. Aquí se les ha negado el pan y la sal.
Los aeropuertos aguardan equipajes fugados y la cultura ha tiempo que sucumbió. Apenas nos queda algún escritor o pintor válido que anime la vida en tertulias recónditas o en alguna de las escasas librerías que sobreviven. Han devenido en serviles palafreneros de los gobernantes. El arte al servicio de su propia destrucción.
Las luces de la cultura están casi muertas, pero eso les da lo mismo. Están enfrascados en la escisión catalana. Qué hipócritas! Les han despreciado hasta la saciedad a los catalanes, les han insultado, y ahora claman unidad estos asesinos de la democracia. Qué suerte Catalunya poder marcharse también, como nuestros hijos, nuestros sabios. No sentirse españoles. Como Trueba.
Aquí están nuestros muertos mas queridos todavía en las tumbas de tierra, despreciados por gobiernos que se dicen democráticos, asesinados por ellos. Quién quiere nutrir esta infamia?
Todas las ciudades de España son ciudades de la memoria. Ese es nuestro galardón, nuestro trofeo para exhibir en Europa.
Dice Biedma en su poema: "Quiero creer que nuestro mal gobierno/es un vulgar negocio de los hombres/y no una metafísica..." Sí. Nos queda el amor y la muerte; la ilusión también la robaron.
Y si desterraron las humanidades de la enseñanza, pusieron la Religión, la que bendijo el crimen, el holocausto de esta España salvaje donde asesinan a los animales con saña y sadismo y esquilman bosques y arroyos intitulándolo como tradición indispensable para nuestro progreso.
Ni un sacerdote, ni un alcalde de la derecha ante estos exhumados que sacamos en Estépar, en la Pedraja: el rencor, el odio latiendo ante la peor historia que un país puede exhibir. Un país en donde el Opus y el Gobierno venden al hombre y lo instalan en un tren de eternas cercanías. Nuestros apellidos de espada e hisopo, de tricornio y pandero más que nunca fundidos en la Iberia batida por el toro y el hachis.
Vean las ciudades, la mayor parte de ellas, sus actividades culturales, sus dirigentes: mediocridad, despilfarro, seudocultura, parafernalia, ruido, vulgaridad, caverna eterna...atapuerquizando el sueño de Lorca, de Machado; sin refugio o estela navegante.
La historia varada dentro de nuestros ojos sin posibilidad de fuga, nuestra historia cruenta de la que huyeron hasta los himnos. Las hierbas que duelen entre las casas abandonadas de los pueblos desahuciados, de las urbanizaciones: crónicas del despilfarro, de la codicia, del amor imprevisible de tantos años, de tantas generaciones.
No, yo no soy español. Me avergüenzo de este país donde el beso es gris y los ojos están quemados de mirar el horizonte, donde los jóvenes tienen que rebelarse contra la luz sumisa y el escarnio que vierte sobre ellos la sociedad que un gobierno podrido ha fraguado desde hace tantos años, que uno, en la edad provecta en la que se halla, ya ni recuerda.
No, yo no soy español, mis huellas acaban en mi casa, en mis besos, en mis cuadros, en los pocos amigos que van quedando en este erial saqueado por un ejército de bandoleros enquistados en el poder, en la banca, en la mafia de una prensa mediática, manipuladora que todo lo pervierte. No comprenden los ojos del que quiere saber: le destierran. La utopía manchada, la luz no obedece, la ventana no mira.
Un tiro de gracia es esta España egoísta, cicatera que dispara a refugiados que huyen del hambre, de la muerte.
Que desangra el erario para acaudalar ediles, alcaldes y mafias municipales, que pretende ahogar cualquier atisbo de esperanza, de aire fresco, de incipiente democracia.
Las banderas libres de las escasas plazas que las ostentan, ha tiempo que dejaron de tremolar. Los pocos jóvenes que ocuparon las plazas para predicar la infamia, olvidaron a Cernuda. En los sitiales de muchos concejos, se asienta la estirpe de Franco. No tiene legitimidad la democracia.
Asociaciones de la Memoria, siguen mendigando el óbolo capaz de exhumar la verdad fusilada, en tanto que el Gobierno llena de prebendas a los que aniquilaron la cultura, la enseñanza y destruyen la sanidad pública, la educación, el escaso bienestar al dejar la precaria pensión de los abuelos como el recurso de la miserabilidad a la que han abocado a la mayoría de los ciudadanos. Disfrazan la realidad estos gobernantes, sucedáneos del hitleriano Aznar, del asesino Franco.
Nos insultan y tratan de embaucarnos con sus arterías, con sus ingenierías del bienestar social y sus trampas de números en ruina, en tanto que llenan las arcas de sus más preclaros gobernantes para, posteriormente, una vez amortizados y llenos de condenas, juicios y denuncias, asentarles en un Senado inútil de juguetes rotos, millonarios, manchados de vergüenza y abollados por su vida disoluta.
Qué esperar de un país como éste en donde los millonarios acaparan todo lo que se mueve, donde se hacen números quebrados, sucios, para los que necesitan algo de humanidad:
- un techo para el desgraciado refugiado, dividiendo cifras con cicatería y miseria, mientras cardenales encendidos de soberbia y dogmatismo, ocupan palacios y viviendas de centenares de metros de placer en las mejores plazas de las ciudades.
Luego predican la caridad: hipócritas! No pagan impuestos por sus inmensas propiedades y escatiman un trozo de suelo para el hambre y el huido. Las fábricas de las que la Iglesia es accionista, son suficientes para dar trabajo a esta diáspora. Bajo la filantropía de Caritas, cobijan su falsa caridad: una panacea en donde diluyen toda su soberbia, su insultante vida de púrpura e incienso. Cada vez más millonarios. Cada vez más pobres. Cada vez más rotos. Cada vez más cínicos, "Son hombres los que pagan al gobierno,/los empresarios de la falsa historia,/son hombres los que han vendido al hombre,/los que le han convertido a la pobreza/y secuestrado la salud de España." Hace mas de cuarenta años que Gil de Biedma escribía esto.
Nosotros ya no somos los mismos, los que conocimos a Tápies, a Saramago, a Joan Báez, a Goytisolo, a Robbe-Grillet, a García Calvo, a Marcos Ana, a tantos que fraguaron la libertad, el Sentimiento, el Conocimiento; porque esta España negra y navajera ha tiempo que cerró sus puertas a la sabiduría, al talento, a la honestidad y las abrió de par en par a la indecencia. No.Yo tampoco soy Español.