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sábado, 3 de octubre de 2015

Consecuencias del sacrificio griego: Las entrañas huelen mal

CONSECUENCIAS DEL SACRIFICIO GRIEGO: LAS ENTRAÑAS HUELEN MAL
Por Juan Argelina

Tsipras ha sacrificado las energías utópicas del pueblo griego. En un momento en que, con todas las adversidades de frente, el pueblo griego se volcaba con Syriza, dándole un apoyo del 62% en el referéndum convocado para dotar de legitimidad democrática a su oposición a las políticas de asfixia económica impuestas por la UE, Tsipras ha sacrificado a su pueblo, y le ha desarmado, y junto a él, a todos nosotros. 

Históricamente, no es la primera vez que ocurre. El poder es un campo minado. Es el terreno de Mefistófeles. Se firma el contrato con sangre, y, sin leer la letra pequeña, nos damos cuenta de que al final del camino está la entrega de tu alma. 

Varoufakis dimitió tras haberse creído Teseo contra ese Minotauro, comedor de carne humana, que identificaba con el gran monstruo del mercado financiero internacional, representado por la Troika, mensajera de los dioses de Bruselas y Berlín. Pero la Troika no murió. 
El hilo de Ariadna se rompió, y el pobre ministro de economía griego se quedó enredado en él dentro del laberinto de la Comisión Europea. Él también hubo de ser sacrificado. No había tiempo para más teatro.

Desde que Syriza ganara las primeras elecciones de enero de 2015, la posición del gobierno griego parecía heroica. 
Todos los que habíamos seguido el problema de la situación económica griega desde su entrada en la UE, allá por 1981, sabíamos que todo era una ficción, al igual que el famoso milagro español. La burbuja inmobiliaria y la corrupción campaban por sus respetos, mientras nadie se preguntaba por la extraña facilidad con que circulaba el dinero. 
Cada visita a Grecia era para mí una constatación de la realidad incómoda de lo que vendría. Ambos casos, el griego y el español, compartían similitudes, aun cuando sus niveles de renta y productividad fueran bastante desiguales. El imaginario cuerno de la abundancia acostumbró a la población a mirar por su interés a costa del bien común, destruyendo el sentido comunitario de la vida ciudadana. Políticos corruptos, animados por la banca extranjera, creaban la ilusión de un clima de confianza y crecimiento, cuando la verdad era que la deuda aumentaba a un ritmo galopante. 
Hoy, en España, las infraestructuras millonarias, convertidas en ruinas arqueológicas, deben venderse a precio de saldo (véase el caso del aeropuerto de Ciudad Real, adjudicado a una empresa china por ¡¡¡10.000 €!!!), y en Grecia el mismo Tsipras, antes combativo contra la austeridad, y dispuesto a mantener la dignidad del pisoteado pueblo griego, debe ahora seguir los dictados europeos, y realizar un plan de privatizaciones sin precedentes. 
El diario digital Ekathimerini nos ilustra: Antes de las elecciones de enero se estaba construyendo un puerto deportivo por valor de siete mil millones de euros. Tras la victoria de Syriza, la construcción se detuvo. Sin embargo, "ahora, en un intento de conseguir un tercer rescate europeo, y evitar el hundimiento de la economía griega, el gobierno ha dado un giro de 180º al solicitar que se acelere el proyecto, además de vender activos públicos, y permitir que las constructoras privadas sean las que edifiquen viviendas de protección oficial con el objetivo de obtener dinero y contribuir así a reducir los 320.000 millones de euros de deuda pública, y a devolver el dinero que le han prestado los países europeos para reflotar los bancos en dificultades". Bancos en dificultades no sólo griegos, sino también franceses y alemanes. Pero se trata de un préstamo imposible. 
Muchos creerán que los derechos de los acreedores son legítimos, pero sin duda alguna, se trata de un auténtico robo.

Volvamos al caso del puerto deportivo para comprender con un ejemplo la naturaleza del problema: Se estaba financiando con dinero público como parte de la celebración de las olimpiadas del 2004, aunque luego no se volvió a utilizar. 
Ahora hay muchos inversores, árabes y chinos, que lo quieren comprar (¿no recuerda esto algo sobre nuestras infraestructuras en saldo?), y al final el gobierno griego va a percibir cerca de novecientos millones de euros por un arrendamiento de 99 años. 
Esto ha provocado lógicas reacciones: el gobierno griego está vendiendo activos por debajo de su precio de mercado, y es seguro que su privatización no sólo hará disminuir la seguridad laboral, sino que transferirá la riqueza a una élite adinerada. 
Justamente lo que ocurría antes de la llegada de Syriza. 
El gasto y la deuda son siempre para la ciudadanía, mientras que los beneficios lo son para los bancos y los inversores. Así es como se hacen las transferencias de riqueza. Se invierte con dinero público y se vende a inversores privados a precio de risa, mientras los ciudadanos ven como sus deudas aumentan día a día, ante la pasividad general. 
Y si esto sigue así, ¿para qué ha servido el referéndum? Hagan lo que hagan, vendan lo que vendan, nunca será suficiente para pagar su deuda, y mientras el rescate obtenido no les deja respirar, y el sufrimiento del pueblo no deja de aumentar, en un futuro próximo parecerá inevitable lo que Tsipras había intentado impedir: la salida de Grecia de la zona euro. Si hubiera actuado con coherencia y hubiese dimitido antes de asumir las condiciones europeas, corresponsabilizándose con su pueblo, una vez que viera inevitable su derrota ante la Comisión, no nos hubiera dejado la amargura de presenciar estas"tristes" últimas elecciones, como las definió Varoufakis, en las que volvió a ganar, pero ya sin la esperanza puesta en solución alguna que no pasara por el autosacrificio de sus votantes. 
Pienso que no podemos justificar a Tsipras y al mismo tiempo criticar a Zapatero cuando emprendió sus medidas de austeridad y modificó, junto al PP, la Constitución, saltándose las mínimas premisas democráticas. 
No sé si es peor siquiera animar la confianza de todo un pueblo y presentarse ante él como un nuevo Prometeo, para después encogerse como un insecto ante el fuego, y olvidarse de las causas que le llevaron a dirigir el poder. 
Un poder ahora tan menguado, que más parece un virrey colonial que un auténtico representante del pueblo. Pablo Iglesias le calificaba de "león", mientras le apoyaba en los mítines de la campaña electoral. ¿Es esto lo que nos espera?

No me siento bien hablando de Grecia. Me duele y me quema por dentro. Los Estados ahogados por las deudas han certificado el fin de la democracia, y como decía Susan George en su Informe Lugano, "si la democracia es la primera de las ficciones, el concepto de "derechos humanos" es la segunda". 
A partir de ahora ¿quién se tomara en serio el artículo 25.1, que dice que "toda persona tiene el derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez u otros casos de pérdida de sus medios"? Las necesidades primarias se han convertido en utopías, y ahora que los refugiados llaman a nuestras puertas, estamos obligados a replantearnos la realidad en la que vivimos. 


El sacrificio del pueblo griego se ha consumado, y la lectura de sus entrañas no es nada favorable para el futuro. Mientras algunas de sus islas se inundan de refugiados, otras son vendidas a multimillonarios: Warren Buffett compró la de Agios Thomas por quince millones de euros, y Johnny Depp la de Strongylo, por 4,2 millones. Lo peor de todo es que todo esto no servirá de nada para aportar liquidez a la maltrecha economía griega. Y mientras tanto, el país se deshace de todos sus activos, repartidos entre campechanos y sonrientes magnates, los mismos que (Goldman Sachs a la cabeza) falsearon sus cuentas y animaron a los griegos a seguir una política suicida. Seguramente veremos en el futuro cómo se vende también la Acrópolis a precio de saldo, y así caerá el último símbolo del origen de nuestra democracia.

Aún así seguiremos cuestionando el fin de la historia. Los alardes de fuerza del neoliberalismo se estancan en la ausencia de una auténtica reconstrucción social, lo que derivará en la ineficacia de su propio modelo. 
La concentración de la riqueza en un número cada vez más reducido de multimillonarios y el aumento consiguiente de las desigualdades a nivel planetario, solo puede suponer el crecimiento de las tensiones globales y el colapso económico. Nos encontramos ante la misma opción que Neo ante Matrix: si toma la píldora roja que Morfeo le ofrece, se quedará en la alucinación del País de las Maravillas. Si toma la azul, despertará y comprenderá la realidad que se esconde tras esa alucinación. 
Por desgracia, ya nos hemos tragado demasiadas píldoras rojas. El esfuerzo que supone abrirse al pensamiento crítico parece lento y arduo pero necesario, ya que implica no aceptar el discurso del poder, asumir la amarga verdad, y desenmascarar las mentiras de nuestros dirigentes. Sólo así podremos avanzar hacia un cambio real.


1 comentario:

  1. Gilberto Alonso Poza4 de octubre de 2015, 10:51

    Vaya par de Criticones valientes que se esconden en el anonimato no se sera que de lo que critican son ellos su mejor reflejo yo no me escondo me llamo Gilberto Alonso llevo trabajando y luchando desde la dictadura por una sociedad mas justa he sufrido por ello multas detenciones despidos y todo tipo de represiones estas han sido las únicas recompensas que he tenido por ello soy de Imagina burgos y estoy orgulloso de pertenecer también ha Ahora Burgos en Común porque estoy convencido de qué es la opción mas unitaria plural y progresista que esiste hoy para poder poder cambiar esta sociedad

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