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martes, 4 de septiembre de 2012

El nuevo curso o la escuela de calor

Comienza septiembre y como siempre con él, la escuela.  Posiblemente la fecha de comienzo de curso sea uno de los pocos detalles que permanezcan inalterables, en lo demás el año que encaran estudiantes, docentes y familias no tendrá nada que ver con las experiencias anteriores.  Este año el mundo de la educación desde la infantil hasta la universitaria va a arder como han ardido nuestros bosques este verano y las consecuencias de ese fuego serán aún más dañinas porque  se recuperan más rápidamente las masas forestales que las sociedades y las personas.
 
Las instituciones educativas que dicen gobernar en nuestro nombre y beneficio se han convertido en testaferros de un atentado de lesa humanidad, el de un sistema educativo que con sus muchos errores y fallos pretendía ser universal, ecuánime, e integrador.  Esa es o era la función de una enseñanza pública. Sin embargo tanto el ministro Wert como el consejero Mateo se aplican para ser la correa de transmisión de sus respectivos responsables de hacienda.  Ni una sola medida hasta el momento ha tenido como objetivo mejorar la educación de niños y jóvenes.  Todas sugieren que el mundo de la educación es un engorro y un enemigo al que sacrificar en el altar de la macroeconomía, del déficit público y de la prima de riesgo guardado celosamente por los hombres de negro. ¡Qué gran miopía! ¿Qué mayor déficit público y que el de hurtar la esperanza y el futuro a la juventud? ¿Qué mayor riesgo que el de determinar al fracaso a toda una generación? La coartada de la crisis les está sirviendo la ocasión en bandeja para hacer realidad su sueño de segregación social por nivel de renta, por sexos, por clases sociales.
 
En Castilla y León, la enseñanza pública no universitaria contará con 2.000 profesionales menos para trabajar y convivir con un alumnado cada vez  con más problemas y que también es víctima de la crisis.  Un profesorado maltratado y humillado, que es puesto en cuestión cada vez que el consejero o ministro se dispone a recortar sus derechos laborales.  Un profesorado que deberá lidiar con algunos/as estudiantes cuyas familias deberán anteponer la subsistencia a la educación.  A este respecto, hay que señalar que a estas alturas aún está en el aire la beca para la compra de libros de texto.  Lo triste del asunto es que aunque finalmente llegara muchos de ellos la utilizarían para comer.  Esto ya ha pasado este año, pero los centros se las apañaban, a veces infringiendo la legalidad para proporcionar el material necesario a todo el alumnado.  Este año probablemente ya no se podrá llegar.
 
La educación va camino de dejar de ser un derecho para convertirse en un privilegio, y aún más la educación universitaria.  Lo peor del abusivo incremento de tasas universitarias y la reducción de becas es que no son un accidente sino una tendencia que de continuar cerrará las puertas de la universidad pública a millones de jóvenes de nuestro país.  En el nombre de la competitividad y de la rentabilidad se perderán o no se aprovecharán al máximo talentos cuyo falta no será la falta de capacidad intelectual sino la falta de recursos económicos.  También se dará la vuelta a la función que toda institución pública debe tener, el de redistribuir la riqueza y las oportunidades, porque la futura Universidad pública seguirá siendo sufragada por aquellos que no tienen posibilidades económicas de acudir a ella. 
 
En Castilla y León si alguien se perfila como víctima propiciatoria  de la religión de Wert y Mateo son los/as jóvenes del medio rural.  La escuela privada y eclesiástica desertó de los pueblos por no resultarle rentable ni a nivel económico ni de adoctrinamiento hace ya mucho tiempo.  Ese vacío fue colmado mal que bien por esa escuela pública rural que tanto ha atenuado el estado moribundo de nuestras comarcas.  Esas escuelas fueron las que consiguieron que se acabaran los internados con niños y niñas  alejados de sus familias y de sus pueblos. Los que les permitieron llegar más despiertos a la escuela por la mañana porque no habían tenido que recorrer 50 kilómetros ´por carretera.  Muchas de esas escuelas e institutos tienen hoy los días contados y con ellos gran parte del futuro de nuestros pueblos.
 
En el estado de depresión profunda en el que se haya la comunidad educativa sólo hay que señalar una luz, el de la toma de conciencia de la calamitosa situación y tendencia.  A estas alturas ya nadie se puede llevar a engaño.  Los/as docentes tradicionalmente pasivos y acomodados no van a comenzar a la espectativa, sino que por fin se han dado cuenta de que están en una guerra y la van perdiendo.  Ya nadie puede justificar la estrategia del avestruz y meter la cabeza en el cartapacio.  No se trata de un nubarrón pasajero, es una lucha a muerte por un modelo de educación y de sociedad del que el profesorado debe ser el principal militante y defensor.  Tampoco les vale a las familias acoger los discursos de los enemigos de los intereses de sus hijos/as.  Y por último, pero no por ello menos importante, los y las estudiantes deben tomar ejemplo de sus compañeros de Chile y Quebec para defender unos derechos que están hoy más amenazados que nunca.  En definitiva la única solución es que "La Marea Verde" se convierta en un espolón contra la ideología y las instituciones que trabajan por hacer del mundo de la educación un mundo de privilegios, injusticia, y discriminación.  Propongo que hagamos con ellas una gigantesca hoguera...
 
Carolina R. Tenaz
 
 

 

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