Si al Gerente
de la empresa de Construcción Río Vena, por poner un ejemplo que todos
entendamos, le da por desconocer que una propiedad les pertenece y anuncia que
va a ser otra la empresa que promueva la obra y rentabilice su comercialización
embolsándose los beneficios,… a esta persona le quedarían horas de contrato…,
seguramente algún escarmiento recibiría. Esto lo entendemos todos, ¿verdad?
Pues bien,
esto ocurrió en Burgos, cuando en las elecciones municipales del 2011, el
candidato a la Alcaldía por el Partido Popular, y hasta el momento Concejal de
Fomento, Javier Lacalle, anunció a bombo y platillo la construcción de un
aparcamiento en la Barriada Juan XXIII, esperando con ello el aplauso de los
vecinos. El anuncio, no se entiende bien, porque la parcela según decía era
propiedad del Arzobispado y este vendía el proyecto a la empresa privada: “Burgos, Gestión de Aparcamientos”
Quiero decir, que no se entiende bien, el bombo que le da el propio candidato,
ya que no aporta nada, más que una sonrisa electoral de oreja a oreja…sonrisa
que se le amargó cuando otro candidato, Raúl Salinero, tuvo la osadía de informar que el solar
al que hacían referencia en el ampuloso anuncio, no pertenecía al Arzobispado
de Burgos, si no….al mismísimo Ayuntamiento. El rostro del candidato del
Partido Popular tuvo que ser un poema con ese jarro de agua fría de imagínense,
el tremendo ridículo. De todos modos, este candidato y su escudero Ángel Ibáñez
salieron elegidos por los burgaleses, premiados por proteger y rentabilizar los
bienes públicos. Esta es nuestra España, no lo olvidemos.
Esta historia
de capital de provincias, no terminó en este momento, si no que siguió su
curso. Tras el traspiés inicial, hubo que investigar y demostrar que
efectivamente, por la documentación aportada por un ciudadano vinculado a
Izquierda Unida, partido que se estrenaría en la oposición, quizá premiado
también por este hecho, el solar en cuestión pertenecía a todos los burgaleses. Dado el doble registro
existente del mismo, el asunto acabó en los tribunales, dando la razón al
Ayuntamiento sobre las pretensiones del Arzobispado, institución ésta que tiene
recurrido el asunto a día de hoy, en instancias superiores.
Por supuesto
la trayectoria de este proyecto quedó sepultada por la polémica y el viciado
inicio que tuvo. Y claro a nadie le gusta que le enmienden la plana, así que el
Gobierno Municipal, trató de echar tierra sobre el asunto.
Aquí acabaría
todo si se tratara de un error, pero, el asunto tiene un final de moraleja, y
es que el cuidado del patrimonio de la ciudad no es el punto fuerte del binomio
Lacalle-Ibáñez, como vienen demostrando tercamente.
Cuando el
desfacedor del entuerto, sobre el que concitan tres coincidencias que ayudaron
a descubrirlo: era vecino del barrio, historiador, y fue concejal en la
oposición, reincide en meter el dedo en la llaga cuando decide solicitar el
premio que la ley le otorga por recuperar predios y otras haciendas que sean de
bien público. La respuesta, recibida en enero de 2013, es desestimatoria, pero
lo más interesante de ella son algunos de sus argumentos:
“...los
terrenos en cuestión figuran tanto en el Inventario de Bienes Municipal al
número 3140 del epígrafe de Inmuebles con la denominación de Zona
deportiva Fátima-Juan XXIII, así como en el Registro de la
Propiedad nº3 de Burgos al Tomo 2413, libro 21, folio 233, finca 1489. A tal efecto no se
realizó investigación alguna al estar correctamente inventariados y registrados,
siendo estos instrumentos prevalentes frente al contenido del Catastro, …”
¿Afirma el señor
secretario del Ayuntamiento de Burgos, Juan Antonio Torres Limorte, que el
solar en cuestión estaba perfectamente registrado y no cabía ninguna duda salvo
la doble in matriculación realizada por el Arzobispado, con posterioridad?
Si esto es así, sólo caben
dos posibles explicaciones:
1-El candidato Javier
Lacalle se dejó llevar una vez más por la imprevisión y la escasa preparación
de sus propuestas, a las que nos tiene acostumbrado como Alcalde.
2-Conocía estos hechos y
prefirió callarlos. (El porqué, como sólo lo sabrá su conciencia y sólo podría
insinuarlo lo dejo a la libertad de cada cual)
En cualquiera de los dos
casos los ciudadanos perdemos. Desde luego, la malversación de los bienes
públicos, en este caso dos millones de euros regalados, no es plato de gusto.
Sin embargo, la incapacidad manifiesta no puede dejarnos tranquilos pensando
que estamos en manos de personas poco duchas en el manejo de lo público, o que
en todo caso ponen poco esmero en el mismo, si no hay grandes inauguraciones u
obras en juego, que es donde se cuecen los dineros y a veces las comisiones…se
encuentran más perdidos que un pulpo en un garaje (el del Forum, señor
Braceras)…
¿Cuántas veces puede
ocurrir la desafección de bienes públicos sin percatarse ningún ciudadano
honrado, precisamente porque podrían ser sus más altos representantes los que
ofician la operación?
¿Pueden ser nuestros
representantes aquellas personas que no sienten el más mínimo aprecio por lo
que pertenece a todos los ciudadanos y hacen alarde de ello?
(Para
completar información: papiojeda.blogspot.com)
Lucas Mallada.
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