Muchos desconfiamos del discurso del humanismo. Ya lo hizo
Franz Fanon al afirmar "el negro" (debió haber dicho también la negra pero no lo hizo) "no es un hombre".
Obviamente no se refería al género sino
al concepto de humanidad como algo que entró en crisis antes de Foucault y las
post-feministas.
El acceso a la ciudadanía no se hace nunca en igualdad de
condiciones ni estas desigualdades se viven de la misma forma. Vamos, que eso de
"todos somos personas", para los posters.
Entre otros, los grandes
perdedores en las batallas de los derechos civiles del siglo pasado (las
mujeres e incluso el colectivo LGTB o multirracial hicieron limitadas
conquistas pero las hicieron) han sido los y las enfermos mentales. Los grupos
de psicología crítica son muy reducidos y han sido desautorizados porque ya
desde el mismo núcleo en el que sobreviven los enfermos mentales (la familia)
se ven objeto de posiciones muy delicadas.
Que la asistencia sanitaria en este
país nunca ha sido maravillosa -y ahora menos- no es ningún secreto. Pero los
abusos psiquiátricos entran en una órbita en la que está permitida la ofensa y
hasta la violencia, ya que determinados diagnósticos crean categorías de
personas que no son tan personas como otras. Siempre es por tu bien. Esto nos lleva al tema del oportunismo de las
instituciones y los poderes públicos (o peor aún privados) con respecto a la
atención a personas con cualquier tipo de discapacidad.
A la explotación
laboral se le llama por el terrible eufemismo de inserción laboral y que
consiste en caer en las redes eternas de trabajar gratis para conseguir muy
poco. No nos engañemos, pocos esperan mucho de los enfermos mentales en estos
tiempos y por estos lares. Pero al mismo tiempo el deterioro de las condiciones
de vida en éste y otros estados europeos ha llevado a un crecimiento
exponencial de gente con problemas psicológicos y además mal atendida o,
simplemente, no atendida.
El Partido Popular ha hecho una reforma para
criminalizar determinados tipos de trastornos, o sea que la enfermedad mental
puede, según dónde y cuándo, dejar de ser un eximente para ser un agravante.
Esto, claro está, no está aprobado pero está entre sus proyectos más temibles
como el volver a echar para atrás los derechos sexuales y reproductivos de
mujeres y ¿minorías sexuales?
Muchas
veces al no marcar la casilla de la Iglesia estamos marcando la de un montón de
asociaciones que todavía dependen mucho de la iglesia, más en la Castilla
profunda. Atravesados por mentalidades paternalistas, los enfermos mentales de
Burgos tienen suerte si pueden trascender la categoría decimonónica de
"tonto del pueblo".
Si uno es un marica en Madrid tiene un sentido,
si es un gay en Burgos se puede dar por satisfecho. Con el concepto de discapacidad o la todavía
patologizable transexualidad la cosa empeora.
Por supuesto hay muchos tipos de discapacidades y enfermedades mentales. El mismo concepto de enfermedad mental precede al enfermo. Pero esa es otra historia. El caso es que a la hora de buscar un trabajo encuentran una (al menos hasta hace poco) cierta facilidad si se trata de trabajos ínfimos y pagados, en el mejor de los casos, a mitad de suelto que los "capacitados".
Por supuesto hay muchos tipos de discapacidades y enfermedades mentales. El mismo concepto de enfermedad mental precede al enfermo. Pero esa es otra historia. El caso es que a la hora de buscar un trabajo encuentran una (al menos hasta hace poco) cierta facilidad si se trata de trabajos ínfimos y pagados, en el mejor de los casos, a mitad de suelto que los "capacitados".
No vamos a entrar en detalles clínicos pero sí en
algunos relativos al sueldo y las condiciones de trabajo que uno se encuentra
en fábricas o empresas que luego se llevan lucrativas medallas por su labor
humanitaria. De nuevo lo humano es un concepto a negociar.
Así, trabajar todos
los días de la semana más un sábado sí y otro no y cobrar como mucho el salario
mínimo es la oportunidad que ofrecen a las personas con discapacidad las
asociaciones premiadas por dar mano de obra barata a las empresas.
En estos
tiempos poca gente se atreve a quejarse cuando bajan los sueldos y los millones
están depositados en paraísos fiscales.
No tiene nada de paradisiaco el ambiente donde se trabaja, no solo en
LÓreal-Aspanias donde, al fin y al cabo, acabas malcobrando un sueldo sino en
asociaciones por todas conocidos (como Prosame, Apace, Fundación Lesmes etc)
donde se puede llegar, en algunos casos, a no cobrar absolutamente nada por
hacer un trabajo completo y hasta complejo para una empresa con nombres y
apellidos y, por supuesto, grandes beneficiarios que, en ocasiones, ni siquiera
están en Burgos.
Y como en los viejos manicomios se junta todo tipo de
"maladies" (incluyendo el dolor de espalda junto a la esquizofrenia,
la diversidad funcional o los miles de patologías nuevas que se han creado bajo
la etiqueta de trastornos) para una misma labor que puede consistir en hacer
cables para frenos a cambio de nada o en meter botes y tapones de champú o
desodorante a velocidades de fábrica decimonónica bajo los gritos de gente que
(dada tu condición) te trata como a niños díscolos. Es aquí donde entra la
deshumanización del enfermo mental como persona a la que se ayuda pero también
se explota y se considera que mentalmente es bastante manipulable. Esto
lleva a un descontento que se aplaca cuando las familias están hasta
agradecidas de que sus bichos raros tengan la mañana y parte de la tarde
ocupadas. Pronto pagarán para que vayan o puedan ir a engordar las filas de
las fábricas de desodorantes.
Un
certificado de discapacidad te puede abrir las puertas para un trabajo pero
conlleva una condena. Es como si a falta de empleo los condenados hicieran cola
para ir a galeras, exagerando la nota. Uno se da cuenta de que los únicos
enfermos peligrosos están en el poder o camino de él (con "la crisis"
crece el oportunismo y la insolidaridad).
Con esta estafa bancaria crecen estos
enfermos, pero para quitarle la pelota a la explotación capitalista hay que
confiar en los médicos. Ellos dirán: eso es genético, cada vez tenemos más
claro que es genético. Lo cronificarán con medicación, así tendrán una raza genética
de robots que son recluidos cuando les aprietan demasiado las tuercas y se
atreven a gritar en la cinta transportadora.
Lo malo del Hospital de Burgos - aparte de su carácter laberíntico y ostentoso- es que no se puede fumar y que hay cámaras de vídeo en las habitaciones de los enfermos
mentales, pero dicen que se come de miedo. Así que el que se queja, como
yo, es porque quiere o porque no tiene
cura.