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lunes, 28 de diciembre de 2015

Suicidio en Navidad



Por Juan Argelina
No pudiste más ¿verdad? Ansiedad, angustia, impotencia, sensación de abandono, soledad, autonegación,... Todo se convirtió en rabia por no ser lo que los demás querían que fueses, y tras los insultos, vejaciones, humillaciones y agresiones que soportaste, llegaron las fatales preguntas: ¿Vivo lo que realmente quiero vivir? ¿Debo resignarme a continuar sometido, vaya donde vaya, a la violencia cotidiana? Al final el miedo venció a las ganas de seguir luchando, y ante ti se abrieron las puertas de la muerte como única salida a lo insoportable.
No has sido el único adolescente en tomar esta trágica medida, en poner fin a una vida a la que ya no veías sentido. Solo tengo que echar un vistazo a las cifras del Instituto Nacional de Estadística para comprobar el número: 125 jóvenes entre 10 y 24 años se suicidaron sólo en 2010, y muchos de ellos se sintieron frustrados, como tú, Alan, ante la incomprensión de aquellos que sólo vieron en ti a una víctima, a un monstruo desnaturalizado, impulsados por el odio propio de la ignorancia de una sociedad repleta de represiones y marcada por las consignas de la herencia religiosa y de un mercado que sólo emite mensajes en género binario. 
Ser transexual ha sido tu estigma. No quisiste ocultarte y has pagado el precio de tu valor al exponerte tal cual eras, pero tu sacrificio demuestra el fracaso de tus agresores, el del sistema mismo en el que vivimos. Todos los que nos comenzamos a sentir diferentes durante los inicios de nuestra socialización en la escuela, aprendimos que para sobrevivir había que callar, mentir, reprimir nuestros impulsos y simular ser como los otros, sobre todo cuando tu autoestima frente al conflicto de identidad te arrastraba a la debilidad, al mundo "femenino", en una etapa de configuración de roles fuertemente unidos a la sexualidad. 
La mente infantil y adolescente es una esponja que absorbe las actitudes y las conductas de los mayores. Cuando todo es blanco o negro, bueno o malo, masculino o femenino, ... cuando los signos de pertenencia a un grupo definido vienen determinados por categorías impuestas por un sistema de valores muy riguroso (familia patriarcal, heterosexualidad normativa, superioridad masculina y machismo generalizado) y sobre todo cuando la educación obligatoria no ofrece apenas garantías para intentar revertir esos "valores", la presencia de elementos que distorsionan ese sistema siempre es vista como un peligro, y se atacan sin piedad. Parece que la legislación no basta. Pero si hasta un juez te había permitido cambiar tu nombre en el DNI. No fue suficiente. Ni el amor de tu familia lo fue. La sociedad no cambia sólo a golpe de decisiones judiciales o administrativas. Ayuda, si, pero la realidad es mucho más cruel. Desde la política las grandes palabras no se han traducido en hechos, y nuestra educación sigue siendo pobre en generar conductas de respeto y conseguir una transición positiva entre la adolescencia y la madurez adulta.

Desgraciadamente, el bullying sigue siendo el mal general de nuestras escuelas, y sus víctimas se pueden sumar a las de la violencia machista, pues las actitudes que lo provocan bien pudieran estar en el origen de ésta. 
El acoso sistemático a lo largo del tiempo no sólo tiene verdugos y víctimas, también tiene testigos y colaboradores. Y ahora que el ciberespacio ha entrado en la intimidad de todos, y que las redes sociales han ocupado y multiplicado la capacidad de relacionarse, también ha aumentado la presión sobre la autoestima respecto al efecto de impunidad que da el uso de la tecnología como intermediaria en la comunicación. 
Facilita de hecho que alguien crea que puede someter a otro sólo por el hecho de haber encontrado en él una debilidad de la que se puede aprovechar. Imagino que éste también pudo haber sido el caso de Alan. 
El agresor siempre piensa que es impune y que nada va a pasar. No es consciente de las consecuencias de sus actos, ya que ha entrado en una vorágine psicopatológica que el entorno escolar no ha sido capaz ni de prever ni de corregir. El resultado es que la víctima acaba adaptándose al maltrato hasta el límite del suicidio, como en este caso. Pero además, el suicidio por bullying tiene, en mi opinión, en esta época, un añadido muy siniestro en el sentido institucional: estas muertes cuestionan notablemente el sistema. 
Ahora, como nunca antes, la familia tradicional ha estallado, presa de una gran conmoción social, donde aparecen tergiversados los derechos humanos, donde parece que los transgresores tienen más derechos que las víctimas (es la víctima del acoso la que se cambia de centro escolar como si fuera un apestado), ya que, aparentemente, no hay sanción; donde todo se explica como un derecho individual (lo colectivo, lo colaborador, queda relegado frente a lo competitivo e individualista), donde todos quedamos perplejos ante la violencia. Esto horada los procesos de identidad. Quizás ésta sea la peor herencia de este proceso político que termina. 
Muchos jóvenes que se han confiado y han expuesto su identidad se sienten absolutamente abandonados y a la deriva. No comprenden por qué se les ha mentido cuando se les prometieron garantías de libertad y seguridad y se encuentran en medio del horror de la incomprensión y la tortura social, especialmente en una etapa tan difícil de adaptación y crecimiento físico y psíquico. 
Los jóvenes que sobrevivirán a esta situación se darán cuenta del proceso hipócrita y corrupto a que nos han sometido los delincuentes que nos han gobernado en esta última época, y que han propiciado el deterioro de nuestra educación y el clima de violencia que se vive en nuestros centros escolares. Ellos son, en última instancia, los responsables de estas muertes, ya que son los inductores de un proceso de identidad devastado.

Relacionado:
Concentración en la Plaza Mayor de Burgos por el trágico suicidio de Alan

lunes, 25 de mayo de 2015

Entrevista a Raquel (Lucas) Platero

Por Eduardo Nabal

Entrevistamos a Raquel (Lucas Platero) (Madrid, 1970)
AUTOR DEL LIBRO
“TRANS*EXUALIDADES. ACOMPAÑAMIENTO, FACTORES DE SALUD Y RECURSOS EDUCATIVOS” (Editorial Bellaterra, 2014), que ya está en muchas librerías. 
Desde el compromiso y la pedagogía social su ensayo aborda la intervención comunitaria sobre la infancia y juventud que rompe las normas de género y son transexuales, introduciendo el término trans con asterisco, trans*, como herramienta política. También muestra cómo combatir la transfobia, ofreciendo herramientas educativas y de intervención. Platero ha publicado otros libros como: “Intersecciones. Cuerpos y Sexualidades en la encrucijada” (Bellaterra, 2012); “Lesbianas. Discursos y representaciones” (Melusina, 2008) y “Herramientas para combatir el bullyng homofóbico” (Talasa, 2007).

-Hola Lucas. El tema de la despatologización trans está en el candelero pero estamos en un campo de intervención muy nuevo como para abordarlo a la ligera. Tu libro aborda la transfobia que, a mi entender, a pesar de sus indudables conexiones, es algo diferente a la homofobia o la lesbofobia, igual que un tipo de discriminación no es igual a otro, aunque las luchas puedan coincidir. ¿Cómo ves tú estas distinciones?

Raquel (Lucas) Platero: Distinguir diferentes tipos de discriminación tiene el valor de afinar nuestra mirada sobre cómo transformar nuestra realidad social, con un impacto específico sobre las posibilidades reales de vida y de vida digna de las personas, en este caso de las personas trans* y sus familias. La transfobia no es mas que un término que señala toda forma de violencia, rechazo, agresividad y actitudes negativas sobre quienes transgreden o no encajan en las expectativas sociales sobre las normas de género. No se trata de un fenómeno individual, sino que  también incluye formas institucionalizadas de discriminación, patologización y estigmatización. La transfobia sin duda incluye formas concretas de sexismo, de clasismo, de capacitismo, racismo y otras exclusiones que conforman una exclusión múltiple, que podemos señalar como interseccional.

-¿Qué aporta este libro que no tengan otros ya publicados sobre la transexualidad?
R.L.P : “Trans*exualidades” se propone como una herramienta para la transformación social, de manera que no sólo contiene cosas básicas como conceptos y un marco teórico, sino que aporta también cosas novedosas como una atención cuidadosa a la infancia y a las familias. Desde un marco teórico accesible y riguroso, se ofrece un análisis de los factores de salud que impactan en la calidad de vida de las personas trans* y que contribuye a combatir la transfobia social. Además, se muestra un mapeado realizado con entrevistas con menores y adultos trans*, así como de sus familias y profesionales en el ámbito. Finalmente, incluye herramientas prácticas como actividades didácticas, personajes históricos y recursos educativos. Creo que es muy libro completo, que puede ser útil para públicos muy distintos.

-Al abordar personajes históricos ¿no temes que la gente trans que no puede o no quiere pasar a la “historia” se sienta por debajo de las expectativas? Ocurre el mismo con el tema de la excepcionalidad en el caso de personas con diversidad funcional o perteneciente a la etnia gitana. ¿O esto ya lo sabes y la intención y el enfoque es otro?
R.L.P: El libro contiene una vocación muy práctica, y como ya he dicho, incluye actividades para realizar en grupo y también referencias a algunos casos concretos a lo largo de la historia. Estos ejemplos concretos tienen el valor señalar que la transgresión de las normas de género es una constante de la historia desde que la conocemos, que es inherente a la misma idea rígida de la división social entre hombres y mujeres, tan propia de nuestra sociedad. Incluir las actividades prácticas o los ejemplos en la historia no trata de señalar la importancia de “hacer historia” o de la excepcionalidad, sino que persigue provocar un debate sobre el papel de esta organización dicotómica y la necesidad de entender la diversidad de las personas en cualquier momento histórico y lugar geográfico. Por otra parte, presentar algunas historias propias del contexto del Estado español contribuye a generar un imaginario posible más cercano, sin tener que recurrir a ejemplos más lejanos, como pueden ser los anglosajones, que por otra parte, están más documentados y que sobre-representan los estudios LGTB.  

D.P: Conozco casos más o menos cercanos de trans FM o MF que me han llegado a confesar que se operan u hormonan para ser tomados en serio en su entorno más próximo. ¿Es tu libro “Transexualidades” también un arma contra la dictadura médico-quirúrgica?
Raquel L. P: Deseo que Trans*exualidades sea un arma para que las personas trans* de todas las edades, incluyendo los y las menores, puedan vivir mejor y más dignamente, sea cual sea su manera de vivir su transexualidad. La medicalización y la situación actual de derechos en el Estado español sitúa a las personas trans* en un lugar de infantilización, paternalismo y tutela constante por parte de legisladores, expertos y médicos que hace muy difícil tener en cuenta la voz de las propias personas trans* de todas las edades. Esta es una situación insostenible y creo importante que se den pasos para ahondar en la idea de que la transexualidad no es una enfermedad, mientras que la transfobia es y debe ser un delito.

-Tu libro “Intersecciones” hacía un análisis muy cercano a lo que está pasando aquí y ahora, con respecto a la sexualidad no normativa en el Estado Español. También los textos de Beatriz Preciado sobre las hormonas, el cuerpo  y el poder son muy interesantes, pero son –a mi entender-  más brillantes que prácticos. ¿Das voz a gente que no tiene por qué tener conocimientos exhaustivos o teorías rompedoras?
R.L.P: Este libro tiene 434 páginas, imposibles de escribir sin hablar, pensar y escuchar a muchísimas personas trans*, familias, profesionales e investigadores con posicionamientos bien distintos; he tratado de representar precisamente esa diversidad de opiniones y opciones vitales. No puedo sino admirar a las niñas de 6 años que he conocido, que se atreven a ir al cole con falda y horquillas de colores, en espacios muy hostiles donde les recuerdan que han nacido como niños y que tratan de eludir su responsabilidad frente a su derecho a recibir una educación que no les discrimine. Estas niñas y niños son expertas en el esfuerzo de hacer valer sus derechos, son la fuente de inspiración de este libro. Por otra parte, soy muy consciente de que ser una persona trans* no te hace necesariamente disidente de todos valores dominantes – como ya ha dicho muchas veces Mauro Cabral-. Mi trabajo no consiste en juzgar a las personas, sino en hacer propuestas sobre cómo combatir la transfobia.

-Los casos de discriminación salvaje salen a la luz, normalmente, pero el día a día y sus ofensas (por ejemplo una trans en un equipo de béisbol, en el ejército o en un grupo feminista “de los de antes”) no siempre son tenidos en cuenta. ¿Esto, afortunadamente, va cambiando?
R.L.P:  La discriminación sigue existiendo, a veces en forma de paternalismo que parece bien intencionado, otras veces en forma de diagnóstico médico o de tutela legal, las menos pero más dramáticas, en forma de actos violentos. Al mismo tiempo, cada vez más hay personas trans*, familias y profesionales que se están revelando frente a este futuro fatalista y plantean otras maneras de vivir. Gracias a este libro he conocido historias preciosas de padres que ayudan a sus hijas a presentarse como niñas en el parque frente a otros niños, dándoles la oportunidad de probar si es eso lo que necesitan para ser felices. Este tipo de historias de complicidad y cariño son revolucionarias, posibilitan imaginarse las vidas de las personas trans* más allá de la transfobia y centrarse en otras cosas, como el resto de las niñas y los niños.  Las personas trans* son mucho más que las normas que no cumplen.

-Hace poco dije en una intervención para presentar una película titulada “XXXXXXXXX”, que los dos libros más terribles de la Historia son la Biblia y el Manual de Desórdenes Mentales. ¿Es ir demasiado lejos, ya que mucha gente sigue necesitando atención psicológica o médica? ¿Se habla a veces, un poco a la ligera, queriendo romper el prejuicio o, al revés, sostenerlo?
R.L.P: Nuestra sociedad está gobernada por instituciones que producen documentos con los que nos disciplinan, en un intento de objetivar lo que es un acuerdo social de parte de  esa misma sociedad. La enfermedad mental o las normas religiosas son buenos ejemplos de esos acuerdos sociales sobre lo aceptado o no, que curiosamente, cambia y se transforma a lo largo del tiempo. Ya no le cortamos una mano a quien roba, no consideramos que la esquizofrenia sea un mal divino o se contagie. Como sociedad, nos hace falta una revisión crítica y honesta sobre qué impacto tienen estos regímenes de autoridad, sobre aquellos que sostienen que “la verdad” se refleja en estos textos. No son fuentes neutrales ni objetivas, tienen un impacto importante sobre la vida de las personas, especialmente de quienes más desamparadas están.

-Finalmente, solo quería que me dijeras además cuáles son las principales resistencias que se ha encontrado la despatologización, en los médicos e incluso dentro del propio movimiento?
R.L.P: Afirmar que la transexualidad es un trastorno, o algo moralmente negativo, es interesado, nunca es neutral. Sirve para afirmarse como fuente de autoridad, frente a unas personas que necesitan dar significado a sus vivencias, a menudo, mientras todavía están tratando de entenderse a sí mismas. La buena noticia es que lo que parecía una idea alocada propia sólo de algunos pequeños grupos de activistas, familias y profesionales se está convirtiendo en una noción estable y sensata, las personas trans* no están enfermas, no tienen un trastorno. Sólo requieren de los apoyos de su entorno para poder vivir acorde a cómo se sienten. Para algunos movimientos sociales, partidos políticos o investigadores los derechos trans* no han sido “tan importantes”, han sido relegados a un segundo plano demasiado a menudo, si bien ahora mismo están siendo más visibles que nunca. Es imposible escapar al hecho de que nuestra sociedad es plural y que las personas trans* tienen todo tipo de edades, clases sociales y profesiones.


Recomendado:
Entrevista a Raquel (Lucas) Platero y Javier Sáez Alamo 




sábado, 4 de abril de 2015

Entrevista a Gracia Trujillo, Transmaricabollo de Sol

ENTREVISTA A LA PROFESORA Y ACTIVISTA  GRACIA TRUJILLO
Con motivo de la publicación del libro “Feminismos lesbianos y queer” (Plaza y Valdés, 2014) junto a otras muchas autoras de todo el estado español.  Desde distintos puntos de vista.
"Estos últimos años estamos sufriendo un ataque sin precedentes a todo lo público, un intento de empujarnos décadas atrás en lo ideológico…”
Por Eduardo Nabal
-Aunque tú has optado por el compromiso con la izquierda vivimos un momento político no solo de recortes económicos sino también de retroceso en cuanto a los derechos de las llamadas,  por algunos, “minorías sexuales”, entre las que se encuentran las lesbianas aquí y ahora. 
El libro se hace eco muchas  luchas y avances pero también de amenazas de retroceso reales y simbólicas. Cuéntanos algo de tu capítulo, que por otra parte parece vinculado a tu experiencia personal.

Gracia Trujillo: Te cuento un poco primero del libro para contextualizar mi aportación en él. 
Este trabajo colectivo surgió de un proyecto de investigación (con el mismo nombre que el libro) que integramos varias profesoras, que también somos activistas. 
Nuestra intención fue recoger cuantas más voces fuera posible de ambos ámbitos, y pensamos una serie de preguntas que les enviamos a muchas como sugerencias para escribir, de la manera que ellas quisieran, sobre estos debates entre los feminismos lesbianos y queer
Creo que es un libro interesante porque funciona como un espacio de encuentro entre los activismos, las teorías y las experiencias de vida. Y porque, como tal, no puede ser más plural: hay diferentes posiciones ideológicas, experiencias político- vitales, estrategias... Mi capítulo se titula “Escritas en el cuerpo. Genealogías políticas, afectivas y teóricas”, y es que ¿cómo separar las tres cuando eres activista? imposible y tampoco es algo que me parezca deseable. 

El texto que escribí es bastante personal, sí, pero no hablo de mí exactamente en él, sino desde mí, desde mi experiencia en el activismo feminista desde 1996, ¡cómo pasa el tiempo!. Y lo que trato de explicar es que todas estas cuestiones relacionadas con las identidades, y su crítica a ellas, entre los feminismos lesbianos y queer no son algo teórico, que pertenezca sólo al territorio del papel, de la teoría, sino que muchas hemos hecho todo ese “viaje” desde la política identitaria, la crítica queer, el transfeminismo….

Yo soy de las que comenzó haciendo eso que ahora llamamos política identitaria en los grupos de lesbianas en los noventa, que se reenganchó tiempo después al feminismo gracias a las propuestas subversivas y radicales que se autodenominaban queer, y que, en los últimos años, se ha sumado a la crítica y movilización transfeminista… Y en ese viaje también hemos vivido de todo, claro, buenas y no tan buenas experiencias, qué gran escuela el activismo. De ahí el título de escritas en el cuerpo, que es un guiño también a Jeannette Winterson y a un libro suyo que me gustó mucho hace años, Escrito en el cuerpo.

Sobre las amenazas de retroceso que comentabas creo que son bastante más reales que simbólicas, ¿no? Estos últimos años estamos sufriendo un ataque sin precedentes a todo lo público, un intento de empujarnos décadas atrás en lo ideológico… y ahí las mujeres, y los maricas, bolleras, y trans, llevamos todas las de perder. 

Creo que tenemos muchos frentes de batalla abiertos, y el feminismo tiene que dejar urgentemente de pensar en términos esencialistas, binarios, heterocentrados, blancos y burgueses, y considerar las intersecciones que están atravesando nuestros cuerpos y nuestras vidas. 
El feminismo tiene que estar atravesado por la cuestión de clase, de etnia, de raza, migrante, sexual… si no, no nos vale. ¡Pero de esta cuestión llevan ya alertando muchas voces desde los años setenta! Las de las negras, las mestizas, las pobres, las no heterosexuales, las putas, las trans... Y, por otra parte, el movimiento LGTBI- queer tiene que ser necesariamente feminista: no puede ser que, por ejemplo, la lucha por el aborto libre y gratuito sea de los grupos feministas y la de la despatologización de las identidades trans le corresponda a los grupos de lesbianas, bisexuales, gays, y transexuales. 

Hay que salir ya de esa política identitaria de compartimentos estancos y trabajar de una manera más solidaria. Cuando además estamos reivindicando lo mismo: el derecho al propio cuerpo.
Diario P: Tu trabajo  más importante es Deseo y resistencia (que fue tu tesis doctoral y donde escribes sobre el movimiento de lesbianas desde la transición a nuestros días). Pero eres colaboradora en otras compilaciones como Las lesbianas (no) somos mujeres. En torno a Monique Wittig (Icaria, 2014). 
¿Crees que el materialismo histórico o el separatismo de Wittig tienen plena vigencia? 
¿Opinas que, en ocasiones, se ha negado el poder subversivo de su producción literaria o se ha descontextualizado?

El libro de Wittig nació también dentro de este proyecto de investigación que te comentaba. Es un libro más teórico, pero creo que es un buen análisis de los trabajos de Wittig, que cada una de nosotras hizo desde su mirada particular. 
Yo me centré en las influencias e inspiraciones que ha supuesto su obra para los feminismos en general, y radicales, queer, en particular. Wittig se definía como lesbiana materialista y antiesencialista, y desde ahí analizó las construcciones de género y de sexo, y lo que ella denominó el pensamiento heterosexual o de la dominación. Pero Wittig no defiende exactamente el separatismo, su figura de “la lesbiana” no es algo que esté fuera del régimen heterosexual, que sea ahistórica, algo utópico. 
Para ella es una demostración en el aquí y ahora de que la división de los sexos no tiene nada de natural, sino que es artificial, o sea, política. Y este es uno de los aprendizajes que hicimos muchas de Wittig, sobre los que escribo en este libro: no se trata de huir a comunidades aparte, fuera de la sociedad, sino de utilizar nuestra posición estratégica como fugitivas, desertoras de nuestra clase (la clase de las mujeres) para destruir el sistema heterosexual. 

No es la huida separatista, sino la autonomía y las micropolíticas la estrategia política más eficaz frente al heteropatriarcado racista en el que vivimos. Los feminismos queer y postcoloniales fueron los que retomaron a Wittig, en parte por la inclusión de Judith Butler de un capítulo dedicado a ella en su famoso trabajo El género en disputa. Pero ahí Butler la presentó como una existencialista, una humanista que daba por hecho la existencia de un Ser previo al lenguaje… este era un análisis no muy acertado que probablemente explique una parte importante de la indiferencia o la condescendencia con la que sus ensayos fueron recibidos en la Academia anglosajona. Una pena. Yo creo que hay que leerla, sus ensayos (El pensamiento heterosexual es más que inspirador), sus obras más literarias… lo que sea, es buenísima.

-En el libro de Feminismos lesbianos y queer hay teoría pero también experiencias vividas en el Estado Español. ¿Es fácil aunar fuerzas o las diferencias o divisiones paralizan muchos proyectos? ¿Nos puedes contar algo sobre el movimiento transmaricabollo en las recientes luchas sociales?

G.T: Yo creo que estamos en un momento en el que deberíamos estar mucho más unidas, con la que está cayendo. Pero es difícil, en los espacios activistas se juntan tantas cosas, lo personal, lo político, y vuelta a empezar… la verdad es que a veces es agotador. 
Creo que es necesario que sigamos construyendo redes y alianzas, aunque sean puntuales para conseguir objetivos concretos. 
Demasiado a menudo se nos olvida que los enemigos están ahí fuera, no en la gente o el grupo que está marchando contigo.

Sobre el movimiento transmaricabollo en el contexto actual, yo puedo hablar sobre lo que más conozco que es la Asamblea Transmaricabollo de Sol, que integra el 15M y de la que formo parte desde hace un par de años. 
En el manifiesto inicial, del 2011, ya se dibujaron las líneas políticas que se consideraron entonces prioritarias (que hoy siguen siendo las mismas, con alguna más que hemos ido sumando): la despatologización de la transexualidad, la crítica a la instrumentalización de ciertos grupos LGTB por parte de los partidos políticos, el reconocimiento de los derechos sociales y laborales de las trabajadoras sexuales y la regularización de las personas migrantes que se dedican al trabajo sexual, la crítica a la monogamia y la familia nuclear, la urgencia de una educación sexual integral y plural, los derechos sexuales y reproductivos para las lesbianas, mujeres sin pareja varón y las personas trans, el VIH/SIDA… por nombrar algunas. 
La Transma tiene esta conciencia desde su comienzo de la necesidad urgente de salir a la calle, en este contexto de movilización general contra las políticas neoliberales y todos los abusos que estamos viviendo estos años con la excusa de la crisis, que ya sabemos, como dice el 15M, que “no es una crisis, es una estafa”. 
Una de las cosas que más me gusta de la asamblea es su perspectiva transversal, la queerización de la protesta que intentamos llevar a cabo. Ese atravesar, literalmente, la protesta social general y estar, con nuestros cuerpos e identidades transmaricabollos, en todas las movilizaciones y concentraciones posibles, que también nos afectan, por supuesto (desde una huelga general, a las mareas de todos los colores, la mani el día de la República, etc.). 
Con nuestros aciertos y nuestros errores, por supuesto, como todo el mundo. 
Ah, y aprovecho que me entrevistas para aclarar públicamente que la Transma no es un grupo de Izquierda Unida, como me comentó una chica ayer tras la mani del Octubre trans. Ha habido gente de IU, que ya no está, y yo en concreto fui en las listas del partido por Madrid en las últimas elecciones generales, a petición de su Área de Libertades Sexuales (ALEAS), como candidata independiente. Eso es todo. Somos una asamblea del 15M, abierta a todo el mundo que quiera venir a poner su culo en la plaza, o ahora que ya hace frío en un centro social. Y autónoma, claro, radicalmente autónoma.

sábado, 8 de marzo de 2014

Transfeminismos : un desafío para el 8 de marzo

Estas son maniquíes, no son mujeres

Por Eduardo Nabal

El día de la mujer (obvio lo de trabajadora, porque casi todas lo son dentro o fuera de casa) este año va a ser especialmente crudo debido a la legislación de Gallardón que no solo devuelve a supuestos de los años 80 en la legislación sobre el derecho al aborto  sino que apuntala el retroceso social en unos recortes llenos de ideología machista, homofóba, paternalista, clerical…

Pero existen más problemas con este 8 de Marzo- problemas que se evidencian en ciudades como Burgos- más que en otras capitales de mayor tamaño o diversidad de población. Es la trampa de caer en la rutina de no mirar las aspiraciones de las jóvenes, de quedarse en campañas paternalistas sobre malos tratos, sloganes de diseño  que no dan armas de autoafirmación a las mujeres sino que las colocan en una inexplicable situación de víctimas. El feminismo de provincias sigue sin cuestionarse, desde su institucionalización subvencionada, cuestiones transversales como la heterosexualidad obligatoria o la realidad de las inmigrantes, trabajadoras del sexo, las seropositivas o personas con discapacidad.

Los grupos de izquierdas (que todavía no saben lo que es el 28 de junio) celebran el 8 de marzo con más complejo de culpa que ganas de transformación estructural de la sociedad. Así alguna periodista local les dedica un par de páginas, se habla de las mujeres víctimas de violencia de género y este año, esperemos, volverá una reivindicación que ya creíamos superada: la autodeterminación de las mujeres sobre sus derechos sexuales y reproductivos.

Pero poco cambiará en unas reivindicaciones legítimas pero que ya suenan a festejo sin más. Recientemente ha habido testimonios y han caído en mis manos libros como Transfeminismos: Fluctuaciones, fricciones y flujos (Txalaparta) que siguen asustando aún a un sector institucional o tradicionalista del movimiento pero que plantean (y ya no es tan nuevo) desafiar el concepto de los binarismos de género así como la interseccionalidad de la opresión de las mujeres con otras formas de discrimación más o menos visibles: la edad, la clase social, la raza, el lugar de procedencia, la heterosexualidad obligatoria.

Cuando se habla en el 8 de Marzo todo el mundo (incluido el que escribe estas páginas) parece con derecho a opinar. Pero el tema es otro. La consideración de la categoría mujeres como algo unitario o incluso como algo biológico lleva a situaciones de anquilosamiento que, sin quererlo, propician que cuando gobierna a sus anchas la derecha clerical se den pasos atrás pero no solo en cuestión del derecho al aborto libre y gratuito (un tema sangrante este año) sino también sobre la visibilidad lésbica, la reproducción asistida o las condiciones de vida de las mujeres en cárceles, psiquiátricos y hospitales. Algunos de estos temas trata con rigor y valentía  Transfeminismos (Txalaparta), una impresionante recopilación de pequeños ensayos a cargo de Elena Urko y Miriam Solá. 

Los varones antipatriarcales, antes llamados “machos solidarios” nos dan mucha grima a la gente LGTB porque contribuyen a afianzar la heterosexualidad como institución política así como la división hombre/mujer, con una jerarquía dualista cuestionada ya desde diversos frentes (y no precisamente académicos).

La realidad de las mujeres gordas o discapacitadas aparece también en el libro igual que en algunas publicaciones recientes se ha hablado de la visibilidad de las gitanas y del patético papel de los hombres en las organizaciones políticas y sindicales en cuestiones de género o diversidad sexual aunque en las concentraciones intenten dar una imagen que chirría por su mezcla de tufillo cristianoide y mala conciencia.

Todo esto obvia que han sido las propias mujeres (y no precisamente las de clase alta) las que han cuestionado la categoría mujer del feminismo clásico, abriéndolo a opresiones de raza, género, sexualidad y diversidad funcional además de mostrar el lado machista y heterocentrado que sigue jugando la ciencia y la tecnología en la vida de mujeres muy diferentes entre sí e incluso pertenecientes  a distintas culturas que evolucionan o involucionan.

Pero la transversalidad o no digamos ya la transexualidad son temas tabúes en un 8 de marzo que es más avanzado en México que en Castilla, a pesar de la violencia y el asesinato sistemático  que se practica en algunos lugares de Latinoamérica contra mujeres y niñas. Violencia que propicia esa policía que ahora intenta lavarse la cara sin saber nada de nada. Que arremete contra todos y todas. Ahora les toca el turno a las mujeres que reclaman sus derechos básicos.