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Foto de archivo Javier Lacalle en un pleno |
Por
Lucas Mallada
Una persona que ha
perdido la confianza de sus paisanos, debe marcharse, dejar paso a
otros u otras que generen más confianza.
Javier
Lacalle venía demostrando que el cargo de Alcalde le venía
grande.
Primero
la elección de su equipo, con personas conocidas en la ciudad por su
escasa ética en el ascenso social, como por ejemplo su escudero
Ángel Ibáñez. Los escándalos que llevaron a la dimisión
de dos de los concejales electos: Eduardo Villanueva y
Santiago González Braceras, apodado El Tala, (amigo muy
cercano a Ángel Ibáñez, al que también salpicó la historia), y
además la constatación de trato de favor reiterado de la Concejala
de Licencias: Dolores Calleja... Eso sin
comentar la nula actividad del concejal florero: Cristino Díez, o la
incompetencia manifiesta del Concejal de Movilidad: Esteban
Rebollo, o en este caso defecto vecinal con la inoperancia
de las políticas de participación, supuestamente puestas en
práctica por la concejala María José Abajo. Se dice que una
de las grandes virtudes de los líderes inteligentes es la capacidad
de rodearse de un equipo de personas capaz.
Segundo,
la mentalidad. Ya sabemos que ha ganado las elecciones y tiene la
legitimidad democrática para llevar a cabo su plan de gobierno. Sin
embargo, muchos vecinos de Burgos pensamos que no se puede gobernar
la ciudad del 2011 al 2014 como si estuviéramos en el periodo del
2005 al 2007.
Estos siguen subidos a la ola del desarrollismo sin
límites y de las infraestructuras. No parecen haberse enterado de lo
que ha ocurrido en España estos últimos años, están desfasados.
La prueba son sus propuestas. Después de esto viene la dichosa Plaza
de Toros (que aún nos sale más cara que la reforma de la calle
Vitoria). Lo triste de todo es que son incapaces de pensar en otras
posibilidades, carecen de ideas. Únicamente la apuesta por el
turismo a través de la gastronomía, sin ser gran cosa, ni demasiado
original, se desmarca de las estrictas limitaciones de sus mentes
políticas. Probablemente además de no contar con capacidad para
imaginar una ciudad distinta, realmente no puedan hacerlo porque su
“poder democrático”, está apuntalado por sus “amistades
peligrosas”, como hemos venido explicando y como sabe toda la
ciudad.
Lo lamentable de todo es que nuestro destino colectivo se
vincula a estas espurias e interesadas relaciones de poder, y los
objetivos que se marquen desde las mismas.
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Foto de archivo Angel Ibañez conversa con Javier Lacalle en un pleno del ayuntamiento |
Tercero.
La demostrada incapacidad para gestionar conflictos. Esto quedó de
manifiesto en el órdago que le plantó la Policía Local. Donde
había unas reivindicaciones de índole laboral por parte de un
sector de los trabajadores del Ayuntamiento (eso sí con porra), por
su debilidad, inconsistencia y falta de claridad, generó un
conflicto entre los propios concejales de su equipo, dejando al pie
de los caballos a uno de ellos.... y el asunto sigue sin cerrarse,
como muchos otros, donde se toman decisiones apresuradas, sin
madurar, que luego han de retirarse, degenerando en confusión y
descrédito.
A
Javier Lacalle le falta autoridad y le sobra
autoritarismo.
Cuarto.
El Bulevar de la calle Vitoria a su paso por Gamonal.
Independientemente de la idoneidad de las obras, ha sacado a relucir
las debilidades de una persona carente de liderazgo. Porque al
contrario de lo que se dice, muchos creemos que se trata de una
persona extremadamente débil. Y ahí reside el problema. Enmascara
su debilidad en vanas tozudeces que no llevan a ningún sitio y sólo
crean problemas de convivencia. Los problemas de convivencia más
grandes que se recuerden en la ciudad de Burgos en las últimas
décadas. Esta debilidad contrastada, supone una realidad bifronte.
Por un lado se pliega con extremosa facilidad al verdadero poder
fáctico, enmascarado, o no, tanto en hoja de periódico, o bien en
en grupos de presión de constituyen asociaciones para rellenar los
escasos órganos de participación que se crean. Lugares en los que
los rostros son siempre los mismos, como si se tratara del viejo
laberinto de los espejos que había antaño en las ferias. Y Por
otro, muestra su cara de perro, con los vecinos, con los padres de
las guarderías, con los desahuciados, en definitiva con los
ciudadanos comunes. Es con ellos con quien se siente fuerte, a los
que hace saber el poderío de su estatus. Señor Lacalle, ser
fuerte con los débiles y condescendiente con los poderosos es muy
sencillo, no necesitamos representantes políticos así, si no todo
lo contrario.
Quinto.
Ha sido incapaz de estar a la altura de las circunstancias.
Escondido, incomunicado, ausente, el barco estaba sin piloto, y esa
sensación es algo que los burgaleses no podemos permitir. Un
representante, que no de la cara, que no ofrece explicaciones, que no
baja a la arena, a la calle para parlamentar con los vecinos aunque
se opongan a sus decisiones carece de los talentos y del carisma
necesario para ser el líder que necesitamos y queremos. Ha estado
refugiado, una vez más en los medios de comunicación que le
protegen y le utilizan a un tiempo ¿por cuanto tiempo les será
útil?. Javier Lacalle ha sido incapaz de reconocer parte de
su fracaso enfrascándose en la manida e increíble retórica de la
violencia. Lo único que ha conseguido con su actitud es irritar y
enfrentar a la ciudad con su equipo de gobierno. Han quedado en
evidencia sus insuficiencias como en el cuento del “rey desnudo”.
Ese es el Alcalde, un líder desnudo y carente.
Por
ello, le pedimos su dimisión, que se vaya y permita a otros, aunque
sean de su misma ideología política que intenten tomar el timón y
reconducir la ciudad hacia otros derroteros, mientras las urnas no
hablen.
Buena
suerte en su próximo trabajo, Javier Lacalle.