Que la planificación urbanística haya sido entregada
a los mercados, genera desigualdades respecto a las condiciones de existencia.
La ciudad es un fenómeno de clase y las desigualdades se advierten con
facilidad. El estado y la distribución de las viviendas, aparcamientos, plazas,
calles y alumbrados, así como la ubicación
espacial de los recursos, limpieza, parques, espacios naturales y demás
factores que inciden en el precio de la vivienda, repercuten en la
fragmentación de la ciudad según las rentas y los roles en el sistema
productivo. Como si dentro de Burgos hubiera dos ciudades que se contradicen
entre sí, el centro, que supone el punto de llegada de casi todo, donde abundan
las dotaciones e inversiones, y la ciudad surgida del éxodo rural y la
industrialización de los polos, así como de los fenómenos de la inmigración y
la exclusión social.
Al igual que ocurrió con el frustrado Bulevar de
Gamonal, la Plaza de Toros supone un ejemplo de quién hace la ciudad. Adjudicada
a Río Vena, como si los vecinos no se cercioraran de que, el beneficio especulativo
de la obra que enterraron los vecinos en enero, se presenta ahora como una
recompensa al Jefe.
La inversión de 6 millones será seguida por otras
partidas presupuestarias; dado el mal estado de la plaza, que sólo se utiliza
unas semanas al año y por una parte mínima de la población, la estrategia sería
“trocear” la partida en distintos años, de forma que el robo fuera menos
evidente. Pero el movimiento vecinal ya comienza a estructurar una alternativa,
sugiriendo que la partida sea destinada a las necesidades que acucian la vida
de muchas personas; obreros y precarias, paradas, desahuciados que sufren la
miseria y la podredumbre de unos barrios contrapuestos a otras zonas de la
ciudad, verdes y limpias y con el aire fresco, recintos controlados y vehículos
de alta gama a la puerta de viviendas enormes, vaciadas e impasibles ante el
drama que late en las calles.
La ciudad que se contradice a sí misma, regida por
los vaivenes del sector inmobiliario que tantos muertos y tantas familias en el
paro ha generado. Mientras que aumenta la desigualdad y la miseria, el
ayuntamiento se niega a atender las necesidades de servicios y programas
sociales que, como medida mínima, paliaran las desigualdades producidas por la
desfragmentación de la ciudad en zonas dotadas y ricas, y otras abandonadas y
obreras, redistribuyendo la planificación espacial de forma que acceso a los
recursos tendiera a igualarse.
El modelo urbanístico de Burgos se relaciona con el estado de las cajas de ahorro, en especial la antigua Caja de Burgos, entidad beneficiada por la lógica expansiva del capital sobre el suelo que ha jugado un papel decisivo en la expansión urbanística de la ciudad. Durante la burbuja inmobiliaria, tanto el ayuntamiento a través de los planes de financiación de los consorcios y el impulso de las políticas especulativas, así como el sector de la construcción, han incrementado el volumen de negocio de las cajas y bancos, hasta que la crisis afectó a la a esta tríada de poder y el precio del suelo cayó. El sector inmobiliario de Burgos aún no se ha recuperado, buscando obras tales como la cubierta de la Plaza de Toros, sin ningún tipo de rentabilidad social.
Al tiempo que aumenta la creación de plusvalor, el
suelo y la vivienda se hacen menos accesibles para la clase trabajadora, que
paga las consecuencias de la deuda proveniente de los consorcios de unas obras que sólo
utiliza una parte de la población. El Aeropuerto de Burgos no es privado como
tal, pero lo utilizan sobre todo los pequeños burgueses para hacer negocios y
los profesionales liberales, por lo que podría considerarse privado; el precio
de los billetes es demasiado elevado para gran parte de la gente, sólo se
encuentra al alcance de una parte privilegiada de la población. Sin embargo, la
inmensa deuda generada por el consorcio, supone una ganancia para las entidades
financieras y para las empresas implicadas, y una condena para la ciudad, como
una hipoteca de explotación, a pesar de los planes de refinanciación y los
aplazamientos.
Ahora, la historia vuelve a repetirse. El derecho a
la ciudad es aquel derecho innato a todo ciudadano y ciudadana, que tiene la
capacidad de incidir en las relaciones sociales que componen la ciudad, porque
Burgos es el medio en que vivimos y al transformarlo; expresando nuestra voz y
empoderándonos, nos trasformamos a nosotros mismos. Que la balanza oscile en
dirección de las necesidades materiales de la clase trabajadora, avanzando en
la democratización de las ciudades.
Según el sociólogo Robert Parker, la ciudad es el intento más exitoso del ser humano de rehacer el
mundo en el que vive de acuerdo con el deseo más íntimo de su corazón. Pero si
la ciudad es el mundo que el ser humano ha creado, es también el mundo en el
que a partir de ahora está condenado a vivir. Así pues, indirectamente y sin un
sentido nítido de la naturaleza de su tarea, al hacer la ciudad, el ser humano
se ha rehecho a sí mismo (1).
El derecho a la ciudad supondría el control democrático de tod@s sobre el excedente que, bajo el
control de los mercados y las políticas especulativas, ha robado a la clase
trabajadora la capacidad de decidir qué lazos sociales, valores éticos y de
conservación de la naturaleza, cómo quiere vivir y configurar unos espacios urbanos
cada vez más mercantilizados. Tanto, que la calidad de vida urbana es una
mercancía accesible sólo a la población de rentas más o menos altas.
Al igual que ocurriera durante las
protestas contra el Bulevar, el movimiento ha propuesto distintas alternativas
a la construcción de la Plaza de Toros que, en realidad, sólo contenta al Jefe.
La próxima convocatoria será el día 12 de septiembre a las 12 horas, en la
Plaza Mayor.
NOTAS:
1.
Robert Park, On Social Control and Collective Behavior, Chicago, 1967, p. 3.
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