Por Carolina R. Tenaz
Si Dios existiera lo haría en los detalles, por eso, a pesar de que en Burgos todo el mundo sabe que Lacalle, con el proyecto de la Plaza de Toros, vuelve a colocar los intereses de la una ciudad y de sus exprimidos habitantes al servicio de Il Capo, no me resisto a hacer una pequeña reflexión pública sobre el asunto.
Si Dios existiera lo haría en los detalles, por eso, a pesar de que en Burgos todo el mundo sabe que Lacalle, con el proyecto de la Plaza de Toros, vuelve a colocar los intereses de la una ciudad y de sus exprimidos habitantes al servicio de Il Capo, no me resisto a hacer una pequeña reflexión pública sobre el asunto.
Hoy Burgos corre como un pollo sin cabeza hacia un empobrecimiento sin
precedentes y a su consiguiente insignificancia. La que fuera ciudad más próspera de Castilla
y León gracias a su industrialización sufre como pocas el zarpazo de la
crisis. Burgos me recuerda al tren de
los hermanos Marx, que, a falta de combustible, utilizaba la madera de los
vagones para avanzar a toda velocidad hacia ninguna parte. El tren desaparecía físicamente para abastecer de combustible a la caldera al tiempo que avanzaba
por el desierto mientras Groucho Marx gritaba
“Más madera, es la guerra”. No puedo
dejar de pensar en esa escena cuando pienso en el calamitoso estado de la
ciudad ¡Pobre Burgos! Tras siete años de crisis está irreconocible. La clase
extractiva ha parasitado a la ciudad y la han dejado exhausta y asolada. Han destruido el músculo financiero de la
ciudad sin que nadie haya movido un dedo para investigar cómo se esfumó el
dinero del ahorro de las y los burgaleses.
Han aplaudido cada reforma laboral que ha condenado al paro perpetuo y
al exilio a muchos vecinos y a reducciones de salarios constantes. Con este panorama no es de extrañar que
tampoco al pequeño comercio también se fuera a pique.
Lo hasta ahora expuesto no hace de Burgos una ciudad genuina, pero en nuestro caso, por si fuera poco, los ayuntamientos del PP, vieron en la burbuja inmobiliaria una
oportunidad para financiar las obras faraónicas de los primeros años del
siglo. Así se crearon los consorcios del
ferrocarril y de Villalonquéjar que como guillotinas amenazan con caer en 2016
sobre el cuello de la ciudad. No valdrán
las subidas del IBI y del resto de las tasas para amortiguar el golpe. Habrá que malvender lo que quede para que los
mismos que nos han arruinado sigan haciendo negocios a nuestra costa. De este modo Burgos tiene muchas oportunidades de
convertirse en la mayor sucursal de la Caixa y de IberCaja.
Tras la apelación a la cordura por parte de los vecinos de Gamonal que
exigían del alcalde del PP un ejercicio de responsabilidad política ante la
situación crítica que vive la ciudad, Lacalle ha decidido que lo que es imprescindible
para Burgos es … Una Plaza de Toros cubierta.
Lacalle no tiene remedio, es posiblemente el último alcalde de España
que aún piensa que inaugurar obras absurdas dan crédito electoral. Lacalle y el PP con esta obra demuestran así
su casta al trabajar para Il Capo ¿Será esta la regeneración democrática de la que habla Rajoy? También da muestras de su incapacidad para
imaginar nuevas políticas porque aunque los profesionales de la mentira, los sicarios
de la palabra de DB le canten las bienaventuranzas, ese tipo de actuaciones es
cada vez más censurado por una sociedad ya no acepta ni corrupciones ni frivolidades. Pero además, este tipo de política, es el ejemplo más rancio de populismo desde la compra de
la falsa Tizona por 1,2 millones de euros por parte de la Junta de Castilla y
León. Lacalle sigue perpetrando una política absurda contra la ciudad, que podría resumirse en una máxima de una pintada clásica Gamonalera: “Poco pan y pésimo circo”.
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