Por Abilio Navas
De nuevo A.G.- periodista social donde las haya- vuelve a lucir su amor (no sabemos si contraproducente) por el Comité Ciudadano Antisida con un reportaje cuyo titular no deja de ser cierto pero incompleto “Los casos de VIH aumentan debido a la cronificación de la enfermedad”. Falta la segunda parte. Y también a la ausencia total de campañas este año (que en Burgos hemos sentido especialmente) a la ausencia de políticas gubernamentales, a la desinformación y el sensacionalismo. De este sensacionalismo se hace eco la periodista al contarnos el viaje de un gay sin apellidos por unos clubes londinenses donde se toman drogas y se hace sexo no seguro.
Y se atreve a hacerlo el año en el que sus amigos de cenorrios no se han molestado en repartir preservativos y sus campañas han sido las justas. Si han sido las justas porque la derecha en el poder les ha dejado sin un duro creo que es un dato que tiene más interés que ese chico rescatado por un miembro comité de las orgías de sexo con hombres. Volvemos al tiempo del oscurantismo cuando todo el mundo sabía más o menos cuales son las vías de transmisión del VIH y las formas de protección, las barreras adecuadas.
Las historias de morbo que cuenta la periodista más bien parecen salidas de 50 sombras de Gray que de cualquier reportaje serio. Ahora bien sus benefactores y sonrientes amigos del comité salen por primera vez en todo el año en prensa en un año en que en otras ciudades se ha hablado del VIH y la discriminación laboral, se han proyectado documentales sobre el VIH y las mujeres, se ha recordado el nacimiento de los grupos de lucha contra la enfermedad.
Aquí parece que no hay despidos discriminatorios o se ocultan, la gente se muere sin esquelas y parte del Comité o de lo que les dejan moverse por estos lares tiene responsabilidad en ellos. Ahora bien, Angélica siempre les hará un bonito reportaje de dos páginas: este año aderezado con el morbo de tiempos pasados de prostitutas sin rostro o a contraluz, gays promiscuos y drogadictos de mal vivir. Retrocedemos décadas, y no solo por el gobierno –municipal o no- sino también por sus voceros en el campo institucionalizado.
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