La izquierda alternativa europea sale de esta primera
embestida de crisis capitalista con la gallina de los huevos de oro griega por
los suelos.
Tras el estrepitoso fracaso de la experiencia de Syriza y la gestión de salvamuebles en las instituciones hoy del Bloco de Esquerda en Portugal y Podemos en el estado español, la alternativa amplia contra austeridad ha necesitado de un nuevo impulso de renovación urgente de la confianza en los parlamentos para incidir en la agenda de la troika.
Tras el estrepitoso fracaso de la experiencia de Syriza y la gestión de salvamuebles en las instituciones hoy del Bloco de Esquerda en Portugal y Podemos en el estado español, la alternativa amplia contra austeridad ha necesitado de un nuevo impulso de renovación urgente de la confianza en los parlamentos para incidir en la agenda de la troika.
Tras el descenso a los infiernos del exministro de
finanzas griego por su inflexibilidad e
irreverencia en el trato a las instituciones europeas durante la
negociación, pero sobre todo al alejarse de Tsipras a medida que se disponía a
aceptar el tercer memorándum griego tras el referéndum de julio, Giannis
Varoufakis se ha puesto a la cabeza de un proyecto paneuropeo “para reconstruir
la esperanza democrática en Europa”.
La nueva organización, que será una red de organizaciones
filiales en diferentes países del sur de Europa golpeados por las dentelladas
de la austeridad, lleva el nombre de
DIEM 25, Movimiento Democracia en Europa 25, y en palabras del propio profesor
y economista, se trata de buscar una tercera vía entre “quienes quieren volver
al capullo del estado-nación y los que aceptan las políticas autoritarias de
unos instituciones profundamente antidemocráticas” para evitar el naufragio del
proyecto europeo.
La apuesta del popular economista busca llevar a cabo
lo que según él no quiso hacer el gobierno griego, del que habla como si no
hubiera formado parte. Si el primer gobierno de Syriza tenía un plan A con el
que renegociar la austeridad en Grecia y de ahí abrir así una vía para el sur
de Europa, la propuesta de Varoufakis es la de una asamblea constituyente que
lleve a cabo una refundación real de la UE desde adentro superando la
tecnocracia, que habría sido el obstáculo para medidas audaces.
La fórmula de Varoufakis no ha sorprendido en Grecia,
en donde el proyecto apenas es conocido y Unidad Popular (LaE), la fuerza
escindida de Syriza tras el rescate, no tiene vínculos directos con él, pues
siempre se supo que su protagonismo no se había apagado. A la que considera
capitulación del primer ministro heleno, al que no deja de atacar con dureza,
se suma el hecho de que la estructura jerárquica de Syriza acalló toda voz
disidente.
Conviene recordar aquí que Giannis Varoufakis se
incorporó a la formación política de Tsipras a mediados de 2014 para redactar –
pero sobre todo modular – las propuestas económicas de Syriza, el llamado
“programa de Salónica”, en donde planteó los siguientes puntos: ninguna
decisión del futuro gobierno podría cuestionar los tratados europeos vigentes,
la reestructuración o moratoria de la deuda defendida en 2012 no cabría en la
actual UE y la negociación con la troika se haría sin líneas rojas.
Fue mucho más explícito en campaña electoral de enero
de 2015, con el programa cerrado, al afirmar que “un gobierno de Syriza
seguiría pagando la deuda aunque de forma escalonada, con la flexibilidad del
mercado laboral y sin revocar en una primera legislatura las reformas de
PASOK-ND”. Curiosamente se da la paradoja que Giannis Varoufakis, como afirma
en su libro “El Minotauro global”, nunca se ha considerado marxista como sí
casi todos los actuales ministros de Tsipras.
El mensaje es de amplio espectro y superficial: es
urgente la búsqueda de una vía alternativa al neoliberalismo que devuelva la
esperanza a las fuerzas que se oponen a la austeridad y recupere la justicia
social y los servicios públicos desmantelados por la deudocracia. Hay una
crítica a la voracidad del sistema financiero y su desregulación, a la
tecnocracia y tratados europeos, y a la privatización de bienes y derechos
comunes. El manifiesto confía en la transparencia y en desmontar los acuerdos
desde dentro.
Hay una pasmosa interpelación a lo urgente que es
imponer democracia en la UE, como si la agresividad de la crisis económica, las
políticas capitalistas ejercidas y la instituciones que las ejecutan se hubieran
desbocado con el chantaje de la troika en julio de 2015 y no respondieran a la
defensa de unos intereses de clase e imperialistas bien definidos desde su
génesis. Se confía en la posibilidad de una “arquitectura correcta” limpiando
la incompetente tecnocracia que anida en las instituciones.
El origen del problema, el vértice del torbellino
económico en el que las clases trabajadoras europeas se encuentran naufragando,
está increíblemente diagnosticado por los promotores del Movimiento Democracia
en Europa 25 y las organizaciones políticas que lo sostienen, en una
despolitización de las decisiones europeas, actualmente en manos de burócratas,
tomadas al margen de procesos democráticos, y que podrían corregirse con un
proceso constituyente europeo. Tal cual.
Este marco programático permite aglutinar las firmas
de Beatriz Talegón, exdirigente de la JJSS, eurodiputados verdes, del Bloco
portugués, la Alianza Rojiverde danesa, Die Linke y la dirección de IU, quienes
no han tenido inconveniente de co-gobernar con el social-liberalismo, hasta Susan
George, Ada Colau, Juan Torres, sectores de Podemos que incluyen a los economistas
Alberto Montero, Nacho Álvarez y Bibiana Medialdea y Anticapitalistas, cargos
de las CUP e intelectuales como Noam Chomsky.
Un manifiesto tal podría haberse redactado hace 2 años
y es similar al de apoyo a que Syriza no se doblegara de hace unos 6 meses. Sólo
puede explicarse este texto por el clamoroso y estratégico silencio que guarda sobre
ejes nítidamente anticapitalistas, para una alternativa radical al modelo
económico y de construcción europea. No hay siquiera una mención a
reestructurar la deuda, manifiestamente insuficiente para romper con la
austeridad, ni cuestiona en esencia el euro, ejes de la crisis capitalista, ni
plantea nacionalizaciones de banca y
expropiaciones.
Es más que evidente que la ausencia de una
interpelación a las clases trabajadoras europeas y a su movilización sostenida para
derribar las políticas de la troika dirigen el proyecto hacia un nuevo y
conocido brochazo de barniz de la izquierda reformista, que intenta resituarse
en Europa a golpe electoral. No hay una apuesta por la construcción de una
huelga general europea desde abajo, ni una crítica a las políticas
imperialistas de la UE en Oriente Medio y el Magreb.
Si en el diagnóstico no hay una profundización de la
irreformable estructura de la UE y del propio capitalismo, en las tareas el
Plan B de Giannis Varoufakis y Podemos-IU resulta una completa decepción
incluso para aquellos sectores más avanzados con los que hacer política desde
el reformismo, pues sólo se plantean soluciones en una órbita institucional y
desde arriba, como los mismos foros han sido programados: las citas en Berlín y
Madrid para este mes de Febrero agrupan a expertos y destilan elitismo.
Parchear el fracaso del primer “gobierno de
izquierdas” en la UE enmarcándolo como denuncia del chantaje implícito del
propio capitalismo para acabar proponiendo las recetas de antes supone seguir
moviéndose en la gestión humanitaria de la austeridad. Afirmar que la UE será
democratizada o se desintegrará raya en una ingenuidad absoluta y ridícula, muy
en la línea del currículum del exministro antes de hacerse conocido.
Las renuncias y pasos dados por el Bloco de Esquerda
en el gobierno portugués y el camino recorrido por Podemos y las confluencias en
los gobiernos del cambio, los dos planes B nacionales que ya se han puesto a
andar, bendecidos por sus direcciones, son ejemplos del límite reformista y su
reformulación a nivel europeo. Giannis Varoufakis no es más que el comodín que
pone ahora su rostro mediático.