Entre los pueblos de Castilla y León y el PP hay una historia
de amor desde hace años. Una historia de
amor no correspondido. Una historia de
amor con maltrato físico y moral. Una de
esas historias de amores que matan, sin que ningún Ministerio de Igualdad haya
movido un dedo. Es una historia de amor
que dura 35 años. Treinta y cinco años
de abnegada y quizás estúpida fidelidad repetida elección tras elección,
municipal, autonómica, general o europea. No ha habido comicio en la que los rurales de
la región no hayan apoyado masiva y ciegamente al adalid del conservadurismo en
España, al espolón de eso refrito de dictadura nacional-católica travestida en democracia
cristiana llamado PP. Rozan el 66% de
los votos en toda elección. Lo
sorprendente es que en ese tiempo y a pesar de haber favorecido la llegada y el
mantenimiento de su partido en el
poder, al medio rural de Castilla y León le ha ido cada vez peor. Es por consiguiente una historia de amor asimétrico
que tras tres décadas toca a su fin con las plagas de los recortes porque una
de dos o los rurales se independizan de la tutela del PP o como parece, sonarán
los bronces en su honor .
Llamemos
al pan pan, lo de la democracia formal, con partidos políticos y demás parafernalia, nunca fue del
credo del medio rural. Nunca pudo
desprenderse de ese tufillo de idea forastera y como tal susceptible de albergar
todo tipo de sospechas. La Iglesia, única institución y medio de comunicación durante siglos en valles y parameras había hecho un
trabajo ímprobo. Si sólo hay un Dios a
cuenta de qué invento hay varios partidos. Además. más vale malo conocido que
bueno por conocer, no fuera a ser que vinieran los comunistas y robaran los retales de tierras de miseria. Del Movimiento al PP era todo lo que había que
cambiar para que de hecho casi nada cambiara. Y así fue. Los antiguos alcaldes franquistas continuaron
en sus puestos sometiéndose ahora al rito del sufragio universal. Siguieron controlando las diputaciones
provinciales, continuó el declive y
despoblamiento del medio rural, del que sólo se salvaron las cabeceras de
comarcas, y se mantuvieron las élites de poder en el Medio Rural cuidando de que no se produjera ningún tipo de transformación por parte de foráneos, de más acá o de más allá.
Voto
fiel o voto cautivo, las y los rurales comienzan a atisbar una gran traición
por parte de un PP que sigue como primer y único mandamiento que “Entre Dios y
el dinero, lo segundo es lo primero”. El
mundo rural que había accedido tardíamente a los
placenteros derechos del Estado del Bienestar va a ser los primero en verse
arrojado de este efímero paraíso. Lo que
pasa por ser una tijera en las ciudades es una auténtica guadaña que cercenará
el ya incierto futuro de los pueblos de Castilla y León. Hasta ahora las cabeceras de comarcas habían
logrado aguantar la sangría de pérdida de población al haberse convertido en sedes donde se ofrecían servicios a toda una comarca. Servicios administrativos, comerciales y de justicia, pero sobre todo educativos y
sanitarios. Sin embargo la suerte de los pueblos parece
estar echada. En su futuro hay menos guardias médicas y más fracking, menos colegios, y más cotos de caza. No hay
nada tan deficitario como una población escasa, dispersa y envejecida. En un estado de “derecho” todos los ciudadanos
tenían los mismos derechos y la rentabilidad económica no era lo único
valorado. Hoy eso ya no es así. El PP como el PSOE de Zapatero, siempre al
dictado de los bancos, están gobernando no con la constitución o lo que queda
de ella sino con una calculadora. En el
altar en el que se venera al oro del vellocino van a ser sacrificados nuestros
bellos, entrañables y deficitarios pueblos, cuya cabeza será entregada en una
bandeja por un cimbreante Juan Vicente Herrera en el papel de Salomé , a Draghi,
Goldman Sachs, Botín o Trofagás.
Carolina R. Tenaz