Siendo todo esto grave y sectario, que lo es, hay unas cuantas cosas en la LOMCE que deberían preocupar aún más a la Izquierda y que afectan especialmente a los recursos económicos, al nuevo modelo social y a la desaparición de la sacrosanta libertad de cátedra, si es que queda algo de ella.
Respecto al primer asunto Wert y su equipo nos vienen a confesar la tremenda debilidad que tienen los neoliberales por desviar el dinero público, es decir el de todos, a las manos privadas, las de unos pocos. Así ya de primeras extiende la financiación pública a nuevos conciertos privados que afectan a la enseñanza no obligatoria, de lo cual se extrae que los colegios públicos contarán aún con menos recursos económicos. No contento con esto, el Ministro abre así mismo las puertas a las empresas privadas para mediar en la contratación de los recursos humanos y llevarse una parte de la plusvalía calentita de los trabajadores a sus accionistas (no sería justo olvidar que quien primero pone esa piedra es el socialdemócrata Zapatero cuando en su reforma laboral abre las puertas a las ETTs para contratar a trabajadores en el sector público). Y además para cerrar el círculo, tan bien armado, Wert propone que los centros - también los concertados – compitan entre sí por los recursos según sus resultados: es decir, los colegios privados se llevarán la mayor parte del momio público pues todos sabemos el maquillaje de estos centros respecto a la calificación de sus alumnos. Esto ayudará a una nueva entrada de capital público lo que hará repetir el bucle indefinidamente: cuantos mejores resultados, más pasta. Cuanta más pasta más probabilidades de mejores resultados. La jugada es obvia.
Al fin y a la postre como pensaba el filósofo liberal John Locke y más tarde Adam Smith el Estado y su gobierno sólo deben de existir para proteger la propiedad privada, el dinero y los mercados, y cuando mejor funcionan es cuando se limitan a esa función.
¿Y qué hay del nuevo modelo social? La nueva contrarrevolución ya está programada como si de una bomba de relojería se tratara: no es más que dinamitar hasta su total desaparición la integración y la cohesión social. No, no lo ha inventado Wert ni todos sus acólitos. Este “truco” se gestó en Chicago y fue puesto en práctica por gobiernos tan prominentes como el de Margaret Tatcher o dictadores como Pinochet. Se trata de mantener poco a poco y bien cocido un sistema público bajo mínimos que adelgace gastos y engorde estadísticas, en el que acaben los hijos de las clases trabajadoras sin más aspiraciones que tenerlos encerrados durante unas horas hasta los 16 años para “que no la líen en la calle” y de ahí a buscarse la vida entre las escombreras del sistema. Y por otro lado, tener una red privada potente subvencionada con fondos públicos donde se eduque a los niños de las clases más privilegiadas para que se justifique en el futuro el éxito de los mismos a través del dichoso darwinismo social. Como veis nada nuevo bajo el sol.
Con el tiempo ya se darán otras explicaciones que nada tengan que ver con lo anterior sobre el fracaso escolar de los niños de las clases sociales más empobrecidas. Como describe Owen Jones en su libro “Chavs. La demonización del proletariado” la explicación de los laboristas británicos acerca de asuntos como el citado fracaso o la transmisión de la pobreza de generación en generación se debe a la “falta de aspiraciones” de estos críos. No se debe a los fallos en el modelo educativo ni a la falta de trabajo que siguió al hundimiento de la industria en Gran Bretaña, se debe a una cuestión de actitud personal, única y exclusivamente. Pues bien si no actuamos ya esto es lo que les espera a decenas de miles de niños en este país...
Por último y no menos importante es lo que a mi juicio es un claro ataque a la libertad de cátedra y que en el fondo sirve para engrasar los motores que mueven a la LOMCE.
Parece ser que la misma elimina prácticamente la influencia de la comunidad educativa en los centros puesto que borra de un plumazo la capacidad de toma de decisiones e influencia de las AMPAS en la gestión de los centros. Por otro lado quita la potestad de elección al claustro de profesores respecto a la Dirección del centro y se lo otorga directamente a la dedocrática responsabilidad de la persona que represente como máxima autoridad en cada Administración la selección de recursos humanos, y por último le da poder omnímodo al Director para contratar o vetar el contrato de determinados docentes. Es decir, y a modo de resumen, ya está de nuevo conformada la pirámide: el Director General de Recursos Humanos en función de sus valoraciones filiales y/o ideológicas elegirá a los Directores, y estos a su vez contratarán a través de empresas privadas a quien “les salga de la bola” y vetará a otros contratados en función de los mismos motivos.
Es más que evidente que esta posibilidad de coacción afectará a la libertad de los docentes dentro y fuera de las aulas, y pocos serán los que discutan tanto la dirección del centro como el propio modelo educativo que se esconde tras la Ley.
Creo que los tiros van especialmente por ahí y apelo a ponernos en pie de guerra a todos los que no queremos una teocracia en nuestra forma de gobernarnos, una sociedad podridamente injusta y una pérdida de derechos y valores compartidos por muchos.