Cuando
las cosas pintan mal—cual es el caso que ahora nos ocupa—procede ir a la Huelga
General, único sistema civilizado de boicot al sistema que le queda a los
currantes una vez arrumbados en el desván de la Historia, por bárbaros e
ineducados, la toma de palacios de invierno, donde los haya, y el paso por el
tajo de las familias reales allí donde las tengan.
Lástima,
porque estos dos últimos sistemas de protesta siempre se me han antojado mucho
más divertidos y políticamente reconfortantes que la Huelga. Además, si de calificar a los sistemas por su
barbarie se trata, hay que decir que la decapitación de testas coronadas siempre
se ha practicado en los países más civilizados del mundo, como Francia e
Inglaterra, con resultados generalmente estupendos.
Pero
olvidémonos; no será aquí, ni ya, donde nuestros males y miserias hallen
consuelo al
calor
de las llamas de un palacio real si hace frío, ni a la sombra de un hermoso
patíbulo alzado en la Plaza Mayor de la capital del reino si es verano.
Así que todos a la Huelga cuando lo digan los
sindicatos. ¡Ah, claro! Estas cosas no se pueden hacer espontáneamente, cada
cual a su bola, yo hago la Huelga hoy y a mí me viene mejor hacerla mañana.
Estaríamos cojonudos, como diría mi abuelita Carmen. Alguien tiene que organizar
las huelgas, fijar las fechas más convenientes, establecer los servicios
mínimos, organizar los piquetes y preparar los bocatas de mortadela para sus
integrantes, encargar las pegatinas, los carteles y los brazaletes, montar un
adecuado servicio de información a los trabajadores para que sean conscientes
de sus derechos frente a la perfidia empresarial que los sojuzga, exhortándoles
siempre a unirse a la Huelga, etcétera. Para resumir: los sindicatos
Claro
que, en la organización de algo tan vasto y complejo como una jornada de no
hacer nada
siempre queda necesariamente algún hilo suelto...
Vaya por delante, antes de
seguir, que yo no puedo tomar parte en huelga alguna por la insignificante circunstancia
de que estoy en paro, y a menos que inventen algún sistema para que los
desempleados podamos hacer huelga, como dejar de buscar trabajo ese día o no ir
a fichar cuando nos toque, no se me ocurre qué otra cosa podríamos hacer para
demostrar estadísticamente nuestra solidaridad.
Pero algunos de mis familiares
más próximos sí tienen la dicha de poseer un puesto de trabajo, bien que muy
humilde; raspando por muy poco la condición de mileuristas. Y así fue que cuando
los sindicatos convocaron la Huelga General del 29 de Marzo pasado,
consideraron su deber cívico y su obligación de trabajadores exprimidos sumarse
a la Huelga General, cosa que hicieron para orgullo del apellido común que
llevamos con verdadero espíritu de clase.
Así
pues,cuando se convocó de nuevo una Huelga General el pasado 14 de noviembre,
di por hecho que todos participarían otra vez como un solo hombre y una sola
mujer.
Cuál
no sería entonces mi sorpresa al hallar a uno de mis más queridos parientes —un
verdadero luchador por la causa de los oprimidos con el cuerpo y el alma llenos
de cicatrices—ocupando tan campante su puesto de trabajo cuando acudí al centro
donde lo ejerce a evacuar una gestión que no admitía dilación.
—Pero
¿Qué haces tú aquí? ¿Te han tocado servicios mínimos? —le dije mostrando más
sorpresa
que si hubiera visto a un langostino cocido resucitar en Lourdes.
—¡Qué
va! Estoy trabajando. Y pienso quedarme además a hacer horas extras.
—No lo
entiendo ¿Y tu espíritu proletario de clase?—exclamé horrorizado.
—Lo
siento hijo, pero el espíritu ese me sale carísimo; no me lo puedo permitir.
Mira:
Y abriendo una gaveta de su
mesa me alargó una hoja de papel que examiné. Era su nómina del mes de mayo. Al
llegar a la fila de los “devengos”, y precedidos de la clave R3/2012 unos y R4/2012
otros, figuraban hasta siete conceptos en negativo que, en lenguaje
de puro camelo, se supone que expresaban los descuentos legales que se le
aplicaban por asistir a la Huelga del 29-M. El total a descontar entre unas y
otras milongas sumaba ciento treinta euros con cuarenta y cuatro céntimos
(130,44) de un total líquido de 1160,83 euros que es el magro sueldo que
percibe mi pariente cuando no hay huelgas de por medio. Me quedé pasmado. Si
multiplicamos lo que le descontaron por hacer huelga, por los treinta días que
tiene un mes, viene a resultar la bonita suma de 3913,20 euros. Aquello no era
un simple descuento de los devengos de un día no trabajado, sino una venganza
económica con todas las de la ley.
—¿Qué
me dices?—me preguntó mi familiar.
—¡Qué
barbaridad! ¡esto es un disparate! ¿Y no os dan ninguna explicación? ¿No os
advierten
antes
de la Huelga de que os van a hacer esto? ¿Y los sindicatos: no protestan ni
dicen nada?
—Ni
pío, hijo. Aquí nadie avisa ni dice nada.
—No me
lo puedo creer. ¿Puedo llevarme la nómina?
—Toda
tuya.
Al día
siguiente me puse en contacto por teléfono con el jefe de Prensa de Comisiones
Obreras
en
Valladolid, César Presto, un viejo compañero de tareas periodísticas en Diario
16 Burgos.
—Oye,
César: ¿Cuánto le descuentan a un trabajador mileurista por ir a la Huelga?
—Pues
verás, no hay un calculo exacto porque varía de unas empresas a otras, pero yo
te diría
que
del orden de los cuarenta euros, euro arriba o abajo.
—¿Estás
seguro? ¿Y si te digo que son más de cien?
—¡Imposible!
Puede llegar a cincuenta como mucho, pero de ahí no pasa.
—Vaya,
pues resulta que yo tengo aquí la nómina de un trabajador de la Junta, que gana
1160
euros,
y en mayo le descontaron 130 euros con 44 céntimos por hacer la Huelga del 29-M
¿Quieres que te la lea?
—No
hace falta, que ya me la sé. ¡Joder! Es que lo que hacen esos cabrones es
aplicar un verdadero castigo a la gente por hacer Huelga. Tú calcula que si
durase diez días por ejemplo...
—No
hace falta, que ya me lo imagino ¿Y por qué no avisáis a los trabajadores? ¿Por
qué no les decís escucha compañero, ten en cuenta que si participas en la
Huelga estos hijos de su madre te van a descontar tanto y cuanto? Eso sería lo
honrado por vuestra parte ¿no?
—Ya,
claro. Pero piensa que si anduviésemos dando información sobre ese dato no iría
ni
Dios a
la Huelga...
—O
sea: que es preferible que se encuentren con la sorpresa en el huevo Kinder de
la nómina al mes siguiente...
—¡Hombre!
Tampoco hay que mirarlo de esa manera.
Pues
ya me diran cómo. Los malos se aprovechan vilmente de nuestro legítimo derecho
a la
Huelga
y se forran a nuestra costa —como se ha visto— mediante el antiquísimo arte del
timo vil y de la estafa alevosa mientras nos acusan
cínicamente de insolidarios y de poner al país al borde
de la quiebra, amenazándonos de paso con el despido improcedente que, ya
puestos, se lo pasan por el forro de
los cojones con la aquiescencia y el beneplácito del Gobierno. Y los buenos (es un decir) se callan como putas y nos dejan
ir al matadero dándonos todas sus bendiciones, a
sabiendas de que a la vuelta de un mes nos encontraremos mirando la nómina con
cara de gilipollas. Que alguien, por favor, me cuente cómo
se llama esto.
Francamente,
no sé si Dios irá o no irá a la Huelga, dato con el que especula el jefe de
Prensa de CC.OO. Dicen las Escrituras que el séptimo día de la Creación el
Señor descansó. Pero para mí que se puso en Huelga indefinida y todavía no ha
vuelto al tajo a juzgar por el jodido desastre que dejó al marcharse. Pues más
le vale quedarse en el limbo de los dioses, porque si vuelve se va a cagar en
lo más sagrado cuando le den su nómina con los descuentos correspondientes.
Fernando Portillo.