Teatro HÄAGEN-DAZS Calderón (Madrid) |
Desde diversos sectores del ámbito cultural se ha
venido reclamando y promoviendo la modificación de la actual ‘Ley de Mecenazgo’
que opera en España desde 2002 [1]. Estas peticiones inciden en la necesidad de aumentar el papel inversor del sector privado en la vida cultural mediante
un mayor estímulo de la política fiscal aplicable al respecto. Visto ello por estos
mismos como la tabla de salvación de un sector, el de la cultura, sobre el que
pende siempre la fatídica amenaza del recorte presupuestario en cuanto la
coyuntura económica se vuelve ligeramente desfavorable.
Parece ser que las reclamaciones en este sentido han sido rauda y gustosamente atendidas por el nuevo gobierno, quien con su rotunda mayoría se siente omnipotente para emprender cuantas medidas favorezcan los intereses privados, indistintamente del ámbito que pueda tratarse: educativo, sanitario, laboral… En este caso también en el ámbito cultural, con la premisa de ampliar ostensiblemente los beneficios fiscales a la iniciativa privada y convertirlo de esta forma en un objetivo mucho más atractivo para ésta.
Parece ser que las reclamaciones en este sentido han sido rauda y gustosamente atendidas por el nuevo gobierno, quien con su rotunda mayoría se siente omnipotente para emprender cuantas medidas favorezcan los intereses privados, indistintamente del ámbito que pueda tratarse: educativo, sanitario, laboral… En este caso también en el ámbito cultural, con la premisa de ampliar ostensiblemente los beneficios fiscales a la iniciativa privada y convertirlo de esta forma en un objetivo mucho más atractivo para ésta.
Así pues, todo hace pensar que el texto que está ultimando el, nuevo y aglutinador, ‘Ministerio de Educación, Cultura y Deporte’ se pondrá a la vanguardia de las más generosas normativas que sobre mecenazgo existen en Europa. Las suposiciones colocan los beneficios fiscales para los donantes entorno al 70% de deducción fiscal de las cantidades aportadas, en línea a como ya sucede en Reino Unido y Francia. Lo que vendría a suponer más del doble de lo que resulta en España hasta la fecha (30%).
Si hasta ahora particulares y empresas decidían llevar
a cabo: donaciones económicas y materiales, patrocinio de iniciativas públicas
o, bien, promoción propia mediante Fundaciones privadas; éstos se beneficiaban
por ello –en sus declaraciones de IRPF o Impuesto de Sociedades- de una
deducción entorno al 30% de las cantidades destinadas a este fin [2]. Por el contrario, una vez se aprobase
el nuevo marco regulatorio el beneficio fiscal se dispararía, de forma que Hacienda sólo recaudaría
lo equivalente al 30% de las cantidades destinadas por éstos a fines
culturales (frente al 70% que recauda actualmente).
Ruta Quetzal BBVA |
Por otro lado, se daría también la situación de
que –con el aumento de los beneficios fiscales y la menor aportación vía
impuestos del sector privado al fondo de recaudación común- se verán mermados
los presupuestos generales y con ello, más que probablemente, las partidas
destinadas por la administración a este campo; delegándose así un mayor poder de decisión sobre en qué proyectos invertir
una mayor o menor cantidad de dinero a
la iniciativa privada en detrimento
de criterios de interés público general.
Otro de los capítulos que parece se verán alterados
con la nueva ‘Ley de Mecenazgo’ será el relativo a la política de subvenciones
en la materia. Aquí también se prevé la introducción de ventajas fiscales, en
este caso, dirigidas a las industrias del sector; distinguiéndose así por un
lado las ayudas públicas directas –otorgadas mediante subvención como sucede
hasta el momento- de las bonificaciones aplicables
a las industrias de la cultura. De esta forma, se dice pretender hacer más
atractivo y competitivo el sector, a la vez que acabar con la llamada “cultura
de las subvenciones” de la que son acusadas ciertas industrias que, como la
cinematográfica, probablemente requerirían sencillamente de medidas veraces de
control en su acceso a las ayudas públicas [4].
HEINEKEN Jazzaldia (San Sebastián) |
Cabría admitir que la actual Ley en vigor pudiera ya
requerir, tras 10 años de recorrido, de cierta necesidad de revisión con el fin
de involucrar más al sector privado, pero en
ningún caso resultaría conveniente que se aplicasen medidas desproporcionadas
(más allá del 50% de deducción fiscal), ni que se concibiese esta vía de
financiación de otra forma que no fuese como estrictamente complementaria a una
política presupuestaria pública que vele decididamente por el interés general.
Por último, no debemos de olvidar que lo privado ha buscado siempre su
vinculación con el mundo de la cultura, interesado especialmente por los valores
que ésta le imprime, el reconocimiento social que le reporta y la plataforma
publicitaria que le brinda. Aspecto éste que no ha de tomarse a la ligera,
debiendo de valorarse e, incluso, cuantificarse en la medida que verdaderamente
tiene.
Se establece pues entre ellos una relación
simbiótica por la cual, mediante una buena articulación, ambos mundos podrían verse claramente beneficiados. Por un lado, el
cultural recibiría un aliento económico que le permitiera una mayor estabilidad
presupuestaria y, como contraprestación, el privado lograría más rentabilidad
en la explotación de la imagen que el mundo cultural le aporta. No obstante, debería
ello siempre producirse bajo la condición de que en este camino conjunto, la
cultura: salvaguardase inalterado su marchamo de interés general, fuese la administración
pública la rectora principal de su política y bajo ningún concepto, como
algunos parecen pretender, se infravalorase
y ofreciese… a precio de saldo.
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[2] La Ley de 2002 estable una
deducción fiscal de las cantidades donadas de un 25% en el caso de
particulares y de un 35% en el caso de empresas.
[3] Así atestigua el caso
francés, con un incremento de un 60% en las aportaciones privadas en los 2
primeros años desde la entrada en vigor de su normativa.
[4] “Tinieblas González denuncia que las productoras ganan dinero de ayudas” (EITB, 13/09/2011), Vídeo íntegro: http://www.youtube.com/watch?v=0G4YVZfvPWk
O sea, que con la ley actual me lo quitan a mi para darlo a quien ellos quieran y con la futura voy a darlo directamente yo a quien quiera. Vale, ya se por qué para vosotros la idea es mala.
ResponderEliminarA quienes denominas como "ellos", resulta que somos "todos" y al autor del artículo le parece más lógico que seamos entre "todos" (administración) quienes elijamos en qué invertir el dinero de "todos" (impuestos) a que un particular o una empresa sea la encargada de decidirlo por su cuenta. Es una postura y a nosotros también nos parece más justa.
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