Para el acto de leer, uno puede afanarse en buscar (y, posiblemente, encontrar) los más diversos y edificantes motivos. Pero el hecho cierto es que al final, uno lee una novelita por aquí, unos poemas por allá, y todo sigue su curso, sin grandes sobresaltos, hasta que te encuentras con él (o ella), con alguien que lo cambia todo. Dicho así, se parece mucho al enamoramiento. Picoteas y picoteas (y bien está picotear) hasta que encuentras a alguien que te convence para más de unas horas a la semana o al mes. A mí, eso, me sucedió con Manuel Vázquez Montalbán. De primeras, me atrapó lo más conocido de su obra: la serie Pepe Carvalho. Una joya, más de una veintena de títulos que repasan la España de la transición y los primeros años de la democracia, sin dejar, podríamos decir, títere con cabeza: si alguien sale mal parado, es el poder, ya sea en su versión política, religiosa o fáctica. Hay asesinatos y violaciones, claro que los hay, es novela negra, pero también tráfico de influencias, corrupción, manipulación y abusos de poder. Violencia ejercida de arriba abajo, y de abajo arriba. Políticos que mienten, periodistas que mienten, directivos de bancos que mienten, maridos, esposas, hijos que mienten. Amantes que mienten. Obreros que mienten. Policías que mienten. Sociedades, que con mayor o menor consciencia y/o fortuna viven engañadas. Pepe Carvalho es un detective gastrónomo y quema-libros. Un "outsider". Una antígona postmoderna que desprecia por igual la bollería industrial y la mezquindad y bajeza humanas. Alguien con quien me tomaría unas cañas, sin dudarlo.
Pero es que hay más. Montalbán fue un columnista y un ensayista magnífico. Destaco de entre todos (y hay
muchos) Crónica sentimental de la transición, donde el protagonista, los
protagonistas, no son los grandes nombres, ni los grandes hombres, ni los
maltrechos (merecidamente) padres de la maldita constitución. Sino el pueblo, o
mejor dicho, el sentir popular. Como obra póstuma se publicó "La Aznaridad", una disección de "aquellos maravillosos años"que muchos se empeñan en seguir considerando hoy como tales, ignorando al sentido común que susurra "de aquellos barros, estos lodos".
De su faceta como poeta no
hablo porque no vende, y porque, objetivamente, no es lo mejor de su trabajo. Aquí se pueden encontrar muchos de sus artículos, reseñas y prólogos. Muy recomendables todos ellos. Sin embargo, con el Día Internacional de la Mujer en mente, éste sobre Dolóres Ibárruri puede ir bien para empezar. Y ya que nos ponemos nostálgicos la presente semblanza de Franco (ese señor bajito) también es una buena opción.
Advierto al lector de que leer artículos de prensa viejos puede convertirse en una adicción. Sobre todo, cuando uno encuentra reflexiones que, escritas hace doce años, continúan siendo hoy igual de necesarias y veraces que entonces:
Advierto al lector de que leer artículos de prensa viejos puede convertirse en una adicción. Sobre todo, cuando uno encuentra reflexiones que, escritas hace doce años, continúan siendo hoy igual de necesarias y veraces que entonces:
Nuestro centroderecha ofrece un amplísimo espectro de ideologías:
privatizadores, centristas, liberales, neoliberales, pijos gangosos, pijos
ilustrados, miembros del Opus Dei, transfranquistas, ex alumnos del Liceo Francés fracción degaullista, ex
alumnos de los jesuitas fracción padre Mariana, ex comunistas,
liberal-leninistas, ecoblandos, villalongos, botines, etcétera, etcétera. La única idea fija
y común que tiene el plural pastiche ideológico de la derecha año 2000
es la de privatizar, privatizar, privatizar, y no procede estrictamente de
la ideología política, sino de la economicista, la madre de todas las
ideologías exhibidas en las grandes superficies comerciales del espíritu.
Ahí queda eso.
Fernán Caballero
Genial. Por favor, seguid hablando de literatura, de libros y autores. Haced hueco a artistas, creadores y pensadores... Resulta fresco y reconforta. Qué no todo sea la amargura propia de la actualidad política, que también. Su buena combinación es lo que puede haceros diferentes y perdurar.
ResponderEliminarY te has dejado su faceta culinaria, tan apetitosa como su literatura.
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