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sábado, 17 de marzo de 2012

Los trabajadores públicos de Castilla y León y la estrategia del avestruz


La fuerza narrativa del poder  hace que a estas alturas y después de cinco años de dura crisis haya que hacer memoria para establecer su origen y causa.  A pesar de lo que se pueda pensar leyendo la prensa, no fue la deuda pública (legítima o no)  la causa de la crisis, el empobrecimiento de todo el continente  y de que vayamos a los 6 millones de parados con paso ligero.  Fue el sector privado, sobre todo el de las finanzas ayudado inestimablemente por el sector de la construcción, el que nos ha llevado a esta situación.  No es extraño que los galenos neoliberales, en lugar de dar marcha atrás,  poner freno y control a la especulación bancaria y al sector privado en general, hayan levantado el dedo acusador hacia todo lo público, y en especial hacia sus trabajadoras y trabajadores.  Lo que sí constituye un objeto de estudio de psicología social es que una gran parte del funcionariado haya asumido el papel de chivo expiatorio con tanta complacencia.

La respuesta de los y las trabajadoras del sector público en Castilla y León a las agresiones acometidas por todos los gobiernos de todas las instituciones  ha sido prácticamente nula.  En los dos últimos años podemos contar un auténtico rosario de agresiones: reducción del  5% de los salarios en mayo de 2010, consecutivas reducciones en los presupuestos de servicios públicos básicos,  reducción de plantillas,  aumento de jornada laboral, congelación sine die de la oferta de empleo público, reforma laboral del PP que abre la vía al despido barato del personal laboral de administración y servicios, etc.   Ninguna de estas medidas ni la acumulación de todas ellas han conseguido mover a los y las aturdidas trabajadoras del sector público de Castilla y León. 

Cartel enarbolado durante la manifestación de estudiantes de Burgos 29-F
Sería lógico pensar que en la defensa de lo público, que a todos atañe,  los más predispuestos e interesados , la primera línea de resistencia  ante el ataque fueran sus trabajadores,  sin embargo hasta ahora no ha sido así.  Una posible explicación ante este contradictorio comportamiento es la asunción de un injustificado complejo de culpa que desde los medios de comunicación se les quiere cargar a la espalda con el objetivo de aniquilar lo que queda de estado del bienestar.  Se ha calificado a los trabajadores públicos de vagos, privilegiados, indolentes, absentistas, corruptos.  Ni siquiera a los constructores y sus cómplices corruptos han recibido tal cúmulo de insultos.  

Hace dos semanas se produjo en nuestra ciudad la primera huelga y manifestación enarbolando la bandera de la defensa de una enseñanza pública de calidad.  No fueron las y los docentes los que salieron a la calle para reivindicar la honorabilidad de su trabajo y la importancia de su función en la sociedad.  Fueron las y los estudiantes los que salieron a la calle para reivindicar su derecho a una educación de calidad para todo el mundo  mientras el profesorado  se quedaba en sus aulas vacías.  Fue una lección de la juventud a sus maestros/as.  Quizás no sea la de los veinteañeros la generación perdida, ¿Acaso lo son las que componen un funcionariado que se limita a ser un asalariado sin saber muy bien el significado de su función?    En cuanto a las y los trabajadores públicos, no son culpables de originar ninguna crisis, pero sí que lo son de no defender con uñas y dientes lo que es de todos y todas,  en definitiva de haber adoptado una estúpida estrategia de avestruz mientras es devorada.


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