Julián Hernández (Defeño, 1974). Se dedica al cine (a verlo y a hacerlo) desde hace poco más de veinte años. Con cuatro largometrajes y alrededor de quince cortos en su haber. Ha ganado dos veces el premio Teddy que se entrega cada año en el Festival de Cine de Berlín. También es director de teatro y ópera. Aquí es conocido por el reciente éxito de su largo “El cielo dividido”. Está a punto de estrenar en Europa su último largo “Yo soy la felicidad de este mundo” (2014), su obra mas atrevida que lo ha situado, junto a Dolan, LaBruce u Ozon, entre los nombres mas controvertidos del cine LGTBQ de la actualidad.
“En mis películas, los personajes se expresan fundamentalmente a través del cuerpo. Todo el cuerpo”
. A pesar del éxito de
algunos de tus trabajos recientes aquí no se te acaba de conocer bien por
problemas de distribución. No obstante “El cielo dividido”, una historia de amor gay
entre dos estudiantes, sorprendió no solo tu atención a los detalles sino
también tu dominio del espacio, el movimiento, la fotografía y los silencios.
Nos puedes hablar de tu cine, de tus actores. Algunas se han considerado
esteticistas pero otras sorprenden porque instalan belleza y romanticismo en un
terreno que se ha vuelto algo prosaico.
Julian Hernández: Llegué
al cine de manera accidental. Lo que en realidad me atraía era la música.
Quería ser cantante de ópera. Me imaginaba sobre el escenario interpretando a Otelo
o a Sansón. Nunca había pensado en el cine como posible profesión. El cine era
una pasión heredada de mi madre, una gran cinéfila. Por ella conocí multitud de
películas de distintos países. Cada sesión de películas iba acompañada de una
larga charla en la que me contaba los pormenores de su realización, la vida
personal de los actores, su carrera cinematográfica y establecía los nexos
entre los directores de unas y otras. Su especialidad era por supuesto el Cine
Mexicano pero su conocimiento no desmerecía al hablar del Hollywood de los 40 o
del Cine Francés y Español. Cuando mis intenciones de estudiar canto de ópera
no fructificaron, apareció entonces el cine como una opción profesional. Era lo
segundo que más me gustaba después de la música. Hice el examen para entrar al
Centro de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM), y sorpresivamente me quedé.
Aquellos eran años difíciles en
la industria nacional y las oportunidades de realización profesional eran casi
nulas. Aún así cursé la carrera de 4 años (1990-1994) aunque no egresé. En 1998
logramos reunir el dinero para filmar MIL NUBES DE PAZ CERCAN EL CIELO, AMOR,
JAMÁS ACABARÁS DE SER AMOR, mi primer largometraje en 35mm. La película se
estrenó en el Festival de Berlín de 2003 y fue ahí donde en verdad comenzó la
historia. Desde mis trabajos escolares la sexualidad estuvo presente. El
erotismo, el sexo y el amor, eran el vehículo por el cual los personajes
hallaban una explicación para sus tribulaciones. Quizá vi demasiado joven las
películas de Antonioni y estaba subyugado por la idea de que la humanidad está
enferma y que esto se manifiesta claramente en la manera que tienen de asumir y
ejercer su sexualidad. Pienso que esta idea se ha ido transformando en mí con
el paso de los años pero no se ha modificado significativamente. Suelo escribir
el guión teniendo en mente al actor que podría interpretar a cada personaje. No
me gusta hacer castings, me resisto a ellos. Prefiero abandonarme a una suerte
de flechazo inicial.
Entre el director y los actores se establece una relación
que en muchos sentidos se asemeja a una relación amorosa, de altísima
intensidad, que tiene fecha de caducidad: 8 semanas. El sexo en mis películas
responde a las necesidades de la historia. No busco crear un shock en el espectador.
Existe un falso pudor al respecto de la desnudez, no solo masculina sino
también femenina. Falso pudor y explotación descarada del cuerpo humano. En mis
películas, los personajes se expresan fundamentalmente a través del cuerpo. La
desnudez funciona entonces como un vehículo comunicador de las emociones de los
personajes. Es en lo que se refiere a la
forma cinematográfica en donde radican mis mayores angustias. Hago planes muy
elaborados y minuciosos sobre la manera en que debo realizar una película. Con
frecuencia esos planes se modifican radicalmente durante la realización, el
cine es un lenguaje vivo y como director debes tener la sabiduría de reconocer
cuando la localización, los actores y el resto de tus colaboradores aportan
algo valioso para concretar una idea acariciada durante largo tiempo. Aun así,
hago todo el trabajo previo que me permita llegar a la filmación y darle
espacio a eso que llaman la improvisación.
Elegir el emplazamiento de la cámara
es el momento definitivo para un director,
con el estás compartiendo tu visión ética y moral sobre las cosas que te
rodean. Siempre es doloroso cuando aquello en lo que has puesto tanto empeño, y
el trabajo de años, no logra su fin último que es encontrar almas afines que
compartan contigo ilusiones y angustias; con todo el cine tiene la fortuna de
que por pocos que sean los espectadores que lo vean siempre serán muchos,
muchos más que los que logra cualquier otra expresión artística.
¿Cómo ve un joven realizador
el México de los narcos, la corrupción, la violencia y los crímenes sexistas? Supongo
que tú tendrás tu visión de lo que ha sucedido recientemente y de las
dimensiones sociopolíticas de todo ello en un país de gran riqueza cultural
pero con un partido en el poder que no impide este tipo de cosas. No es bueno
generalizar pero existen gobiernos que utilizan el miedo como herramienta, y no
son pocos.
Julian H: Estamos
viviendo un momento crucial en México, momentos de cambios, tensiones y
resistencias. Desde hace alrededor de 20 años (1994) no vivíamos un momento de
participación ciudadana tal. Los acontecimientos que ahora vivimos no son de
génesis reciente, se forjaron a lo largo de los años del PRI en el poder, pero
se potencializaron mucho durante los doce en que la derecha gobernó a sus
anchas. La izquierda ha desaparecido corroída por sus propias corruptelas. Se
pide la renuncia del Presidente, pero lo cierto es que no existe en el
horizonte una figura capaz de canalizar las demandas de una sociedad
enfurecida. Se dice con frecuencia: la lucha no es contra los hombres, es
contra el sistema, un sistema insostenible . La historia se repite.
Tú procedes, como muchos
cineastas, del corto y del documental que nunca has abandonado del todo.
¿Buscas financiación por tú cuenta o hay una industria del cine mexicano que no
conocemos más que por cosas muy aisladas?
Existen fondos estatales
para la producción cinematográfica. Acceder a ellos es cada vez más complicado,
en un esfuerzo de democratización, se ha burocratizado en demasía el mecanismo.
En mi caso particular, intento levantar los proyectos con recursos propios y
solo buscar los apoyos para la conclusión de los proyectos. La llamada
postproducción. Los cambios tecnológicos, la aparición de nuevos formatos
generó durante algún tiempo que la producción se incrementara, pero como era
previsible, los costos se equipararon rápidamente, de forma tal que realizar
una película en formato digital es tan costoso como lo fue en su día
realizarlas en negativo cinematográfico. Afortunadamente aparecen con alguna
frecuencia nuevas miradas que nos hacen creer una vez más que es posible la
total independencia.
No sé si te molestan las
etiquetas o no. Pero ¿supongo que los Festivales Internacionales de Cine LGTB
te han abierto alguna puerta?
J.H: En alguna época, hace
mucho tiempo, desperdicie un tiempo valioso tratando de aclarar que no
consideraba que mis películas pudieran clasificarse como “gays”, argumentaba
que a mi manera de ver en “cine gay” tenía, como la comedia romántica y el cine
negro, ciertas características que lo definían y que según yo no estaban presentes en mi forma de abordar el tema. Era
un esfuerzo inútil por tratar de resistirme a las etiquetas, que no siempre
acaban de funcionar. Me preguntaban si era abanderado de algo. Ahora si se
considera que mis películas representan a alguien además de a mí mismo, me
parece ¡increíble! Pero no es la intención. Hace unos 15 años apareció mi
primer cortometraje y desde ese primer momento se dijo eso. Era más joven y me
resistí. Ahora ya no. Pero si, las etiquetas me aburren. Pienso que los
Festivales LGTBI dan su lugar al cine
que principalmente por razones económicas, no logra adaptarse a los criterios
de la distribución comercial, pues aún cuando en la actualidad hay un proceso
de asimilación de lo gay, existen temáticas que incomodan, lastiman o
cuestionan. Creo además que, en muchas ocasiones, estos festivales cuentan con
mejores programaciones, más propositivas y novedosas que festivales más
antiguos y reconocidos.
La crítica internacional enseguida te ha
emparentado con cineastas como Resnais o incluso Antonioni por el “tempo” de
tus relatos, la importancia de los símbolos y el movimiento de los personajes
en el espacio. Pero realmente ¿Quién o quienes han influido en tu cine a parte
de tí mismo?
J.H: Esa pregunta es
terriblemente difícil. Me gustan muchos cineastas. Mi lista de preferidos se
incrementa diariamente. Descubro con frecuencia realizadores a los que había
pasado por alto y siempre estoy dispuesto a dejarme impresionar por los nuevos
directores. Pero hay unos cuantos a los que regreso con frecuencia y cuyas
películas tengo al alcance de la mano para verlas una vez más o para revisar un
fragmento. Esos son: Emilio Fernández, Roberto Rosselini, Leonardo Favio, Pilar
Miro, Glauber Rocha, Serguei Paradjanov, Robert Rossen, Pier Paolo Pasolini,
Roberto Gavaldón, Leni Riefensthal, Mikio Naruse, Catherine Breillat, Rainer
Werner Fassbinder, Derek Jarman, Cecilia Mangini, Michelangelo Antonioni, Otto
Preminger, Friedrich Wilhelm Murnau, Basilio M. Patiño, Marguerite Duras,
Luchino Visconti, Konrad Wolf, Fritz Lang, Marcel Carné. Esos son algunos de
los que están a un costado de mi escritorio.
Los comentarios preceden a tus películas como
a las de muchos. ¿Pero veremos aquí tu último filme o sólo en sitios
determinados?
Afortunadamente “Yo soy
la felicidad de este mundo” (2014) ha encontrado rápidamente compañías
interesadas en su distribución, a pesar de ser el menos convencional de mis
trabajos. Algunas veces para exhibirse comercialmente en teatros y otras para
salir en algunas de las muy diversas plataformas digitales que existen en la
actualidad. Soy un soñador y aun creo que el cine es un fenómeno colectivo que
tendría que experimentarse en una sala oscura. Esto se vuelva cada vez más
complicado, lamentablemente. Habrá que adaptarse a los nuevos rumbos de la
exhibición.