¿Habían pensado que la institución más subvencionada del país no se preocupaba por la crisis? ¿Que Gil Hellín no era sensible a los problemas de muchos de sus fieles? ¿En definitiva que la Iglesia se evade de los problemas cotidianos que le afectan a usted y su familia mientras sigue inmune a los recortes de los gobiernos? Después de cinco años de dura crisis y de obstinado y cómplice silencio por parte de la jerarquía eclesiástica, el obispo de Burgos ha demostrado no ser completamente ajeno a algunos de los problemas terrenales. La semana pasada en un alarde de responsabilidad, modernidad, y concordancia con los tiempos que corren mostró su preocupación... por la pertinaz sequía y exhortó a sus sacerdotes a echar unos "avemarías" para que por fin llueva. Resulta curioso que incluso para esta cuestión, digamos, terrenal, el obispo alce su vista al cielo, buscando en cirros, cúmulos, y estratos la mano de Dios.
¡Ver para creer! que diría Santo Tomás, pero parece que este año, en la pasarela obispal, se vuelven a llevar las rogativas. No está mal, ya lo hacían los indios, que también tenían sus danzas y sus chamanes especializados. Hasta Juan Luis Guerra hizo una bachata preciosa pidiendo que "lloviera café en el campo". Sí, este año la superchería ya cotizaba al alza ¿No están algunos con el alma en vilo por lo del fin del mundo? Los mayas parecen habérse adelantado al hechicero Gil Hellín, pero de seguir por este camino no hay que descartar que nos salga con algún milenarismo agorero.
Pero hablemos en serio, aunque el señor obispo nos lo ponga difícil. Las declaraciones de la cabeza visible de la igelsia católica en nuestra ciudad, y su absurdo revival de superstición medieval muestran una preocupante lejanía de la realidad y desentendimiento de los problemas de la sociedad a la que dice servir. A Gil Hellín no se le recuerda ni una declaración sobre los miles de parados y paradas de Burgos, sobre la explotación y el abuso de los potentados de la ciudad. Ni siquiera sobre las familias enteras expulsadas a la calle y encadenadas de por vida a deudas impagables.
De unos años a esta parte la jerarquía eclesiástica, mientras se escapaba "milagrosamente" de los recortes, ha decidido no inmiscuirse demasiado en incómodas cuestiones terrenales. ¿Neomística o complicidad con el poder político y económico? Aún se recuerdan
esas manifestaciones, o como ellos decían, celebraciones eucarísticas en
defensa de la familia. ¿Para cuando una manifestación en defensa de las
mismas familias frente a la sede central del Banco de Santander? A primera vista es mucho más cómodo pedirle a Dios que llueva que exigirles a los muy católicos Rajoy o Lacalle, al menos, que no mientan. Más complicado aún cuando las únicas dádivas que se reparten hoy en día son precisamente a la Iglesia católica. Es verdad señor obispo. Tiene que llover. Pero tiene que llover a cántaros