Por
Eduardo Nabal
El
domingo me fui solo a intentan celebrar el triunfo de Syriza por las calles
heladas de Burgos. Pero no sé si había algo, si lo había yo no lo vi. En cualquier caso si
dijera que al día siguiente cuando me enteré de que no había una sola mujer y
que su presidente pide opiniones científicas pero no escucha directamente las
demandas del colectivo LGTB me quedé helado mentiría. No me pillaba de nuevas.
Recuerdo
muchas experiencias en ese sentido y no solo mías. Siendo escuchados con
condescendencia en colectivos de artistas, comités antisida, grupos de hombres
feministas y, por supuesto, partidos políticos y sindicatos de uno y otro bando.
Decir que esto es dar armas a la derecha es pueril. Las armas ya las
tenían. Algo así pasó con Rusia y el
silencio de la izquierda Europea, enamorada de Venezuela y olvidando las
ofensas materiales y simbólicas aquí y ahora.
La derecha y la socialdemocracia nunca garantizarán los derechos básicos de las
mujeres ni del colectivo LGTB, especialmente en sus capas más vulnerables
económicamente. Todavía algunos dirán que me presento como víctima pero no es
el caso y menos en el árido Burgos, donde sin gente LGTBI no hemos figurado en
casi ninguna agenda de los partidos o grupos de izquierdas, o hemos figurado lo
justo. Ya no cuela. O sea que Grecia y
su cultura machista no nos quedan tan
lejos como pensamos.
Bien es cierto que con cosas tan esperanzadoras como
Aleas-IU o el gran grupo LGTB que apoya a Podemos no es extrapolable. Ellos y
ellas siguen en la brecha contra el neoliberalismo patriarcal. Pero se desarrollan sobre todo en grandes
urbes o espacios académicos protegidos de la homofobia que aguanta la panadera
o el obrero en cadena. En ese sentido las izquierdas deben llegar a un pequeño
consenso, romper con mitos fálicos y ancestros curiles y llenar de plumas sus
demandas para que no se queden en un hueco, un punto, un área o lo que es peor
en un montón de señores encorbatados, muy bien formados y, de momento,
dispuestos a plantar la cara al austericidio de la Troika, pero sin las mujeres.
Sigue ocurriendo en los grupos de izquierdas en el estado español con la
austeridad de género, ese silencioso dress-code del macho revolucionario que va
a lo fundamental y “se deja de mariconadas”. No hace tanto que la gente LGTB
era todavía expulsada de los partidos comunistas (como cuenta Kike Poveda en su
documental “Tiras de mi piel”) o que las mujeres decían en los sindicatos las
expresiones más machistas o agachaban la cabeza para ser aceptadas como militantes en activo y
en primera fila. Por supuesto esto ha ido cambiando. Ninguna fuerza política
está exenta de eso, ahí tenemos a las damiselas del PP arropando a Gallardón o
rezando por la supervivencia de la especie, al Pedro Sánchez cubriendo justito el expediente pero volviéndose
a presentar como ídolo de unas minorías a las que olvida con oportunismo
electoralista chirriante. Esto nos sitúa en un terreno de protesta y paradoja.
El PSOE ha legislado para quitarse de encima las preocupaciones, sutilezas y
dolores de cabeza. Rezad y casaos, callaos y buen comportamiento. IU ha creado
un área innovadora pero, a pesar de la fuerza de sus integrantes, uno se teme
que su fuerza no sea igual en unos casos
y en otros. Pues yo me salto la disciplina de partido y digo que esto da
vergüenza propia y ajena pero es un
esquema clásico que las izquierdas no parecen dispuestas a cambiar cosas en ese
sentido, con tantas cosas que hacer, con
las elecciones a la vuelta de la esquina, paciencia nos piden . Con su concepción decimonónica del trabajo
productivo y, lo que es peor aún, su desprecio a cualquier propuesta LGTB. Ya
llegará chicos y chicas que no estais a la cabeza. . Como dices Lucas Platero
“Todavía no es el momento” ¿Qué nos piden? Creen que las ofensas del
austericidio no se multiplican en el caso de inmigrantes, mujeres, personas
discapacitadas o Transmaribollo. Hay
algo que no ha cambiado lo suficiente. La mentalidad Tsipras no difiere, en algunas cosas, de las de los cristianos de base y en algunas cuestiones, ya huele. Las
mujeres griegas no tienen representación gubernamental aunque son ellas las que
apoyaron la apuesta de Grecia contra la Troika y las que la celebraron. No es,
en absoluto, lo mismo aquí , con mayor
integración política, pero no estamos
libres de coletazos stalinistas y mentalmente provincianos. Parecen pedirnos
silenciosamente que antes de formar parte de sus filas hagamos ejercicios de
austeridad de género, demos nuestro pedigree revolucionario y militemos el doble.
Ni machorras “odia hombres” ni
mariquitas dando saltos, ni atacar a los santos de la revolución del siglo
pasado ni cuestionar las jerarquías que
han nacido bajo esquemas militaristas sin reciclar. Pues no señor, aunque
algunos piensen que doy armas a la derecha (algo fácilmente rebatible) uno ha
notado avances en los jóvenes LGTB de izquierdas (particularmente en IU o
Podemos) pero muy pocos en los que no lo son. Es decir que sigue vigente
aquello de que si “Tod@s, todXS Y Tod*s, somos algo inmigrantes como lo era
Lucrecia, Todas, todas y TODAS llevamos tacones como los llevaba Sonia”. Me
hubiera gustado saber que pensaba esa loca revolucionaria de izquierdas de Pedro Lemebel de semejante
panorama. Desde las aceras de Chile y con su pluma afilada. Como te echamos de
menos.
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