Por Victor Atobas
Si entendemos el ocio como un acontecimiento de
masas, comprenderemos la importancia política de zonas como las Llanas y las
Bernardas, espacios orientados a las técnicas contra-limitativas, habiéndose
establecido la diferenciación entre los roles sexistas y la cosificación de las
relaciones sociales, por la forma en que el ocio es ofrecido y significado.
Las Llanas se orientan hacia el público juvenil, un
sector poblacional definido por el paro, la precariedad y la imposibilidad de
emanciparse u organizar su futuro. En este sentido, debemos diferenciar entre
los jóvenes que pueden permitirse conciertos y el gasto de las fiestas, y
quienes no pueden hacerlo.
En la práctica, una de las diferencias consiste en
que, quienes pueden permitirse las entradas y disfrutar de la fiesta en el
interior de los pubs, escapan del control policial dirigido a perseguir prácticas
como el botellón. La juventud precaria sufre, por tanto, un grado mayor de
represión.
No obstante, un acontecimiento de masas reúne a
distintas clases sociales, habiéndolas distanciado. En lo referente a la clase
trabajadora, el ocio es ofrecido como una “desviación de sus intereses”; que a
la joven precaria nada le recuerde la opresión ni la necesidad de la lucha. Y el parado, que
no lea ni una sola pintada, ni vea una pegatina, que se emborrache de ruido y
olvide, olvide.
La industria del ocio terminó de instalarse en las
Llanas cuando desplazó al movimiento okupa, que había desarrollado experiencias
de auto-gestión en la Llana de Adentro. Los garitos alternativos como el Muro,
el Kubo y el SanFran, se han convertido en un “espacio separado”.
Las pretensiones de la industria eran, por tanto,
despejar las Llanas de significados políticos y acabar con la auto-gestión del
ocio; habiendo potenciado el uso de técnicas contra-limitativas como el
alcohol, aumentar los beneficios económicos, aún a costa de la violencia.
En definitiva, que a la juventud oprimida sólo le
reste tiempo para sobrevivir; en la educación, habiendo sido convertid@s en máquinas de hacer exámenes y de obedecer, más tarde la
explotación del trabajo. El ocio es el tiempo vacío y desconectado de su
realidad como oprimid@s.
Teatro en
las Llanas
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Entrada a la Llana de Afuera |
La seducción es teatralizada en el sentido de que,
dependiendo de los roles sexistas, se representan unos papeles determinados. La
práctica de ligar tiene lugar en un escenario económico que ni ha sido
organizado por sus participantes, ni elegido; la centralidad de estos
acontecimientos de masas en las relaciones sociales, sobre todo en las
juveniles, representa a las Llanas, Bernardas o Bernardillas, como opciones
dispensadas por la industria, sin alternativas de organizar el ocio ni
relacionarse de distinta manera.
La ventaja competitiva de las Llanas se encuentra en
la oferta de sexo, esto es, en la promesa de sexo. Si atendemos a la propaganda
de los pubs y garitos, la mujer es “cosificada” enseñando pierna y delantera
como un reclamo publicitario, habiendo encontrado referencias a un juego sexual
que, en su teatralización, depende de la esperanza de esta noche, volver a
salir, a consumir.
Presentar a unas camareras atractivas, u organizar
fiestas sexuales en las que predomina el machismo, suponen una rentabilidad
económica que se puede cuantificar. Cuando la oferta se orienta a la promesa de
sexo, y el objetivo de la fiesta se convierte en la relación sexual, habiéndose
desprendido de las inhibiciones a través del alcohol u otras sustancias, hablamos
de que el sexo ha sido convertido en el objetivo, y la sexualidad sería entonces
el objeto: el ambiente, el ligue o el baile, por ejemplo, perteneciente al
marco económico.
La presencia de mujeres pasa a ser una mercancía con
cierto valor. En un espacio hetero-centrado como las Llanas, donde el machismo
es la norma dominante, los ritos de la seducción se rigen de la misma forma; y,
la invitación a la fantasía, al calor humano y al poder colectivo, a otro tipo
de relaciones más humanas y menos artificiales, queda relegada.
El colectivo LGTB apenas cuenta con garitos de
ambiente, que han ido cambiando de dueño y cerrando con el paso del tiempo.
Aunque se han producido tímidos avances en este sentido, activistas LGTB de
Burgos señalaban la invisibilidad de las sexualidades no normativas en las
Llanas.
Las
fiestas universitarias.
En las fiestas de la Politécnica, a las que acudieron
miles de jóvenes, se repitió el esquema de criminalización mediática y
represión policial, desalojo de las mesas del Parral y amenazas con sanciones
administrativas, donde algunas compañeras manifestaron que, en fiestas así, la
mujer soporta el constante “acoso” o atención desmedida como “objeto de deseo”,
además de otros ejercicios de la autoridad, que las interpela partiendo de
estereotipos y prejuicios enraizados en el patriarcado.