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| Concentración en Burgos por los Derechos Humanos |
Hoy, 10 de diciembre, es el Día Internacional de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Hoy, la lucha por un mundo en el que se respeten los derechos básicos de todas las personas es el reto más importante al que nos enfrentamos. Derechos como la vivienda, la educación, la sanidad, un salario digno o la libertad de expresión, son universales e irrenunciables.
Todos son importantes, e interdependientes.
Sin embargo, hoy queremos hacer especial hincapié en el derecho a la liberad de expresión. En 2012, más de 100 países reprimieron el derecho a la libertad de expresión de su ciudadanía. Hay gobiernos que hostigan, reprimen, encarcelan e incluso torturan a la gente cuando se sienten amenazados por lo que puedan llegar a decir o hacer. Gobiernos que reprimen brutalmente las manifestaciones pacíficas, que persiguen la disidencia, que controlan y castigan incluso el ciberactivismo.
Y hay quienes sufren las consecuencias. Defensores y defensoras de derechos humanos que ponen en riesgo su vida cada vez que alzan su voz. Personas que acaban en la cárcel, presos y presas de conciencia, únicamente por expresar sus ideas. Mujeres que se exponen a sufrir violencia sexual y de género por participar en manifestaciones públicas.
Como en China, donde el escritor Yang Tongyan ha sido condenado a 12 años de prisión por sus escritos de apoyo al cambio político y democrático de su país.
O en los Territorios Palestinos Ocupados, donde las fuerzas de seguridad israelíes dispararon por la espalda a Rushdi Tamimi, del pueblo palestino de Nabi Saleh, por manifestarse pacíficamente contra los asentamientos ilegales, muriendo dos días después.
También en Camboya, donde Yorm Borpha ha estado más de un año detenida sobre la base de cargos falsos e infundados debido a su activismo pacífico en defensa del derecho a la vivienda. Y aunque ha sido recientemente liberada, estos cargos no han sido aún retirados.
Como cada diciembre, multitud de personas en todo el mundo se movilizan para lograr cambios en las vidas de personas que han sufrido abusos de derechos humanos. Los gobiernos no pueden ignorar cientos de miles de peticiones, que les llegan desde todos los rincones del planeta para pedir al gobierno chino que ponga en libertad a Yang Tongyan, al gobierno israelí que prohíba el uso excesivo de la fuerza contra el pueblo de Nabi Saleh e investigue la muerte de Rushdi Tamimi, y al gobierno camboyano que todos los cargos contra Yorm Borpha sean retirados.
Hay muchos casos más. Miles. Decenas de miles. La libertad de expresión se sigue restringiendo en numerosos países del mundo. Lugares con culturas muy distintas, pero donde manifestar de forma pública una opinión puede ser incluso castigado con la pena de muerte.
Seguimos pensando que es intolerable que los Estados coarten la libertad de expresión, pero ahora somos millones de personas más las que nos indignamos y actuamos ante estas injusticias.
Y queremos en esta fecha condenar enérgicamente la instalación de cuchillas cortantes en la valla de Melilla, desde la firme convicción de que no se puede controlar la inmigración a costa de la vida y de la integridad física de las personas.
En este mismo momento, en más de 40 países del mundo, otras personas están leyendo un manifiesto similar a este, haciendo así uso de su legítimo e irrenunciable derecho a expresarse con libertad.
Por eso hoy, Burgos, también se moviliza por la libertad de expresión y por los derechos humanos en todo el mundo.
Porque el mundo puede cambiar, pero no va a cambiar solo.
¡Únete! ¡Actúa!
Todos son importantes, e interdependientes.
Sin embargo, hoy queremos hacer especial hincapié en el derecho a la liberad de expresión. En 2012, más de 100 países reprimieron el derecho a la libertad de expresión de su ciudadanía. Hay gobiernos que hostigan, reprimen, encarcelan e incluso torturan a la gente cuando se sienten amenazados por lo que puedan llegar a decir o hacer. Gobiernos que reprimen brutalmente las manifestaciones pacíficas, que persiguen la disidencia, que controlan y castigan incluso el ciberactivismo.
Y hay quienes sufren las consecuencias. Defensores y defensoras de derechos humanos que ponen en riesgo su vida cada vez que alzan su voz. Personas que acaban en la cárcel, presos y presas de conciencia, únicamente por expresar sus ideas. Mujeres que se exponen a sufrir violencia sexual y de género por participar en manifestaciones públicas.
Como en China, donde el escritor Yang Tongyan ha sido condenado a 12 años de prisión por sus escritos de apoyo al cambio político y democrático de su país.
O en los Territorios Palestinos Ocupados, donde las fuerzas de seguridad israelíes dispararon por la espalda a Rushdi Tamimi, del pueblo palestino de Nabi Saleh, por manifestarse pacíficamente contra los asentamientos ilegales, muriendo dos días después.
También en Camboya, donde Yorm Borpha ha estado más de un año detenida sobre la base de cargos falsos e infundados debido a su activismo pacífico en defensa del derecho a la vivienda. Y aunque ha sido recientemente liberada, estos cargos no han sido aún retirados.
Como cada diciembre, multitud de personas en todo el mundo se movilizan para lograr cambios en las vidas de personas que han sufrido abusos de derechos humanos. Los gobiernos no pueden ignorar cientos de miles de peticiones, que les llegan desde todos los rincones del planeta para pedir al gobierno chino que ponga en libertad a Yang Tongyan, al gobierno israelí que prohíba el uso excesivo de la fuerza contra el pueblo de Nabi Saleh e investigue la muerte de Rushdi Tamimi, y al gobierno camboyano que todos los cargos contra Yorm Borpha sean retirados.
Hay muchos casos más. Miles. Decenas de miles. La libertad de expresión se sigue restringiendo en numerosos países del mundo. Lugares con culturas muy distintas, pero donde manifestar de forma pública una opinión puede ser incluso castigado con la pena de muerte.
Seguimos pensando que es intolerable que los Estados coarten la libertad de expresión, pero ahora somos millones de personas más las que nos indignamos y actuamos ante estas injusticias.
Y queremos en esta fecha condenar enérgicamente la instalación de cuchillas cortantes en la valla de Melilla, desde la firme convicción de que no se puede controlar la inmigración a costa de la vida y de la integridad física de las personas.
En este mismo momento, en más de 40 países del mundo, otras personas están leyendo un manifiesto similar a este, haciendo así uso de su legítimo e irrenunciable derecho a expresarse con libertad.
Por eso hoy, Burgos, también se moviliza por la libertad de expresión y por los derechos humanos en todo el mundo.
Porque el mundo puede cambiar, pero no va a cambiar solo.
¡Únete! ¡Actúa!
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