Me volví a encontrar con Omar la semana pasada. Ese día ya le habían echado de su casa. El banco había ejecutado su hipoteca y habían tomado posesión de ella dejando todos sus bártulos fuera.
Resulta increíble que primero le estafara la inmobiliaria: compró una casa de segunda mano entregando demasiado dinero opaco que se esfumó en metálico en cuanto lo sacó de sus ahorros y se lo entregó a la amable señorita que le buscó cuchitril. Todo ello con la inestimable colaboración de un sinvergüenza convertido en vendedor de pisos que sacó provecho de su necesidad e ignorancia y a quien le deseo que se encuentre hoy en una situación peor si cabe, que en la que ha metido a Omar. Luego fue el banco, tasando la casa por encima de su valor real y concediéndole amablemente un préstamo con un interés que hacía doblar el precio total de la vivienda. Además, tuvo que asumir las comisiones y gastos de la operación en beneficio de sí mismo de obligada realización.
Un año después de la compra Omar se quedó en paro y dejó de pagar los recibos. El resultado fue rápido e inmediato, el banco ejecutó la hipoteca. Salió a subasta por el valor de tasación que ellos mismos le habían colgado y al no haber ningún postor, se lo adjudicaron por el 50% quedando pendiente el pago de la otra mitad a Omar, ya sin casa. Olvidémonos de los recibos pagados mensualmente durante un año pues son todo intereses y los céntimos que se atribuyen para amortización del capital, son despreciables.
La ley le permite al banco adjudicarse la finca por ese 50%, pero también ,si sirve de consuelo, si el Sr. Banco quiere, se podría adjudicar la finca por todo lo que se deba (capital, intereses y costas) y dar la deuda por zanjada. Sin embargo prefirió quedársela por su mitad y así, existiendo todavía deuda no resarcida con la propiedad del inmueble, poder seguir reclamándole a Omar los 80.000 euros que le quedan por pagar. A Omar le embargarán su nómina cuando la tenga, o pensión de por vida, sin casa, mientras busca otra donde meterse.
De nada sirvió el interés de su familia de suspender la ejecución y con su ayuda ponerse al día en los pagos de la hipoteca. El Banco no aceptó un acuerdo. Dos meses sin pagar le permitía quedarse con la casa, venderla a otro inocente y aumentar el número de esclavos pagadores a su disposición que crece en progresión aritmética.