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lunes, 11 de mayo de 2015

La segunda muerte de Ayotzinapa



Por Antonio Pérez 
                                                                               
A la memoria del antropólogo mexicano Miguel Ángel Gutiérrez Ávila (1955–2008), torturado y asesinado por investigar los ataques contra la emisora Radio Ñomndaa -Palabra del Agua en lengua amuzgo-.

Desde el 26.septiembre.2014, es conocido mundialmente el nombre de una minúscula aldea mexicana de sólo 84 habitantes: Ayotzinapa, en el estado de Guerrero. El triste motivo de su fama se debe a que, cerca de esa aldea, en la ciudad de Iguala, y en esa fatídica fecha, fueron asesinadas siete personas y desaparecidas otras 43. Está archidemostrado que la autoría del crimen recae en la alianza entre narcotraficantes y policías con la necesaria complicidad del ejército –quien controla Guerrero so pretexto de la lucha contrainsurgente- todos ellos instigados y protegidos por las autoridades civiles.

Los 43 desaparecidos –léase secuestrados, torturados y asesinados- eran jóvenes estudiantes que se preparaban en la Escuela Normal Rural (ENR) de Ayotzinapa Raúl Isidro Burgos para ser maestros rurales, bilingües en su mayoría. Hoy, los 43 son conocidos como “los normalistas” pero los medios de desinformación olvidan un matiz fundamental: que la inmensa mayoría eran indígenas. Esta nota pretende subsanar ese ‘olvido’.

Antecedentes de Guerrero

Hasta principios del siglo XVII, Ayotzinapa fue territorio exclusivo de los indígenas Námncue –antes, “amuzgos”- quienes, según su historia oral, provenían del mar y de las islas hasta que la Invasión les obligó a refugiarse en las montañas. Actualmente, la población indígena de Guerrero se distribuye según los siguientes porcentajes: Nahuas (Nahoas) 40 %; Mixtecos (Na’Savi) 28 %; Tlapanecos (Me’phaa) 22 % y Amuzgos (N’amncue Nomndaa) 8 %.

La historia contemporánea de Guerrero y, más en concreto, de la ENR Ayotzinapa, es inseparable de las guerrillas de Genaro Vázquez Rojas –alumno de la ENR- y de Lucio Cabañas (1938-1974), egresado de la misma ENR. Para conocer la política que el Ejército siguió para aplastar la insurgencia guerrillera –indígena, si se quiere-, disponemos de una excelente historia novelada de la que extraemos este párrafo en el que hablan los milicos:

“-[Mi sargento, mi cabo] No hablan español, no son gente de razón, pues.
- Pero mira sus ojos, fíjate como está entendiendo. Tú sigue. Si para medianoche no han querido hablar en español, mátalos.
… dos de ellos tenían los brazos rotos; eso aumentaba la sensación de que eran cosas inflamadas, carne abombándose, amoratada y negra como el lodo, como distinta de los cuerpos, que ya defecaban u orinaban sin proponérselo… El soldado había empezado su tarea [asesinarlos lentamente] Uno de los cuerpos se estaba acabando… la lucha del tórax se detuvo, entre un pequeño charco de sangre y excremento. “¿Cómo es posible que les salga mierda todavía?”, murmuró para sí el cabo mientras salía de la habitación, pensando que desde hacía varios días no habían comido nada los indios” (Montemayor: 80-82)

Aquellas guerrillas fueron derrotadas militarmente pero la represión continuó alternando la mano dura con la durísima. Ejemplos: a) el día 05.VI.1996, veinticinco Amuzgos de Coachapa fueron sumergidos en aguas fecales y colgados de los miembros por la policía para obligarles a confesar el robo de una ternera perteneciente al hermano del gobernador estatal. b) el día 12.XII.2011, la policía asesinó a dos normalistas de Ayotzinapa. Por tanto, la presente matanza de normalistas en general y de indígenas en particular no es un episodio insólito sino el último eslabón de una vieja cadena de iniquidades en la que, ahora, el narcotráfico ha pasado a ser el agente catalizador. Pero este agente tampoco es nuevo como ponían de manifiesto en el año 2009 las declaraciones del comandante Ramiro, uno de los mandos militares del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente, heredero de las guerrillas de los años 1970’s:

“Los cárteles de la droga, en especial el que dirige Joaquín El Chapo Guzmán, están ayudando al gobierno en labores de contrainsurgencia en la región. Esa estrategia de combatir al narco es falsa. Aquí en Guerrero, por ejemplo, los narcotraficantes participan en las reuniones que lleva a cabo el Ejército y el gobierno del estado, golpea a un cártel y protege al otro, pero en esencia son iguales, porque asesinan, secuestran, y torturan”.

La Normal de Ayotzinapa

Un estudio resume las generalidades de las ENR: “Las normales rurales se originan con las escuelas normales regionales y las escuelas centrales agrícolas que se construyeron a principios de los años veinte. Las normales regionales debían formar maestros que en breve tiempo estuvieran capacitados para enseñar a leer y a escribir, e introducirían nuevas técnicas de agricultura. Las centrales agrícolas se formaron… como un proyecto que, con moderna maquinaria y una organización cooperativista, debía mejorar la producción del agro mexicano. A principios de los años treinta, las dos instituciones se fusionaron… Los estudiantes serían de origen campesino y la estructura cooperativa haría posible una autosuficiencia que, se esperaba, complementaría las necesidades de las comunidades aledañas” (Padilla: 85; para un estudio del caso de una Normal, concretamente en Chiapas, ver Baronnet)

La ENR de Ayotzinapa fue creada en 1926 en Tixtla pero, poco después, fue trasladada a su actual emplazamiento en la periferia de aquella ciudad. Desde entonces, ha egresado 88 promociones de maestros rurales. No se limita a la población guerrerense sino que su fama se ha extendido por todo México; de ahí que, actualmente, acoja a estudiantes que vienen de Oaxaca, Chiapas, Puebla, Distrito Federal, Morelos, Tlaxcala, Sonora y otros estados. Es una veteranísima institución que siempre ha mantenido una posición reivindicativa en lo social y modernizadora en lo pedagógico. Eso significa indefectiblemente que es una institución indigenista y semi-bilingüe como lo demuestra que, hoy, se den clases en lenguas náhuatl, tlapaneco, amuzgo y mixteco. Por ello, un normalista egresado en la década de 1970 de esta ENR, declara:

“haber tenido como estudiantes y colegas a muchos destacados maestros y estudiosos de la educación indígena, como los fundadores de la Escuela Normal Indígena Intercultural Bilingüe y también a integrantes del movimiento zapatista” (Baronnet: 104)

El carácter indígena e indigenista de Ayotzinapa se manifiesta en las declaraciones de N. (clandestinidad obliga) al periodista Paris Martínez que fueron publicadas el 07.X.2014:

“Aquí hay normalistas que aprovechan su conocimiento previo de alguna lengua indígena, porque provienen de alguna de esas comunidades y se forman como maestros bilingües, y hay otros que sin saber una lengua indígena tienen la convicción de que ésta es un área que debe atenderse y, entonces, aprenden aquí lenguas indígenas”

Por otra parte, basta observar los murales que la decoran para confirmar que el fermento indígena, a veces semioculto, permea la Normal cohabitando con otros motivos característicos de lo latinoamericano y de lo liberador pedagógico. Ejemplos: en una pared puede verse al Ché Guevara diciendo “Volveré y seré millones”, un famoso lema propio de la revolución indígena andina. Asimismo, la disputa jurisperita occidental y universal se manifiesta cuando la sentencia “Protestar es un DERECHO, reprimir es un DELITO” aparece entre las representaciones del ubicuo Lucio Cabañas y de un policía aporreando… separados ambos por el emblema de las Naciones Unidas. En cuanto al método pedagógico utilizado en Ayotzinapa, se proclama desde mantas y paredes con inequívocas citas de Paulo Freire como la siguiente: “El estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas sino de crearlas y recrearlas”

Ante semejante panorama, es lógico que el Estado mexicano haya intentado desembarazarse de tan incómoda Normal y es archi-lógico que ahora lo intente recurriendo tanto a pretextos tecnocráticos como a la guerra sucia. El primero queda sintetizado en esta frase: “Antes se recurría al fantasma del comunismo para cerrar normales; ahora se emplean argumentos sobre estándares, calidad y eficiencia” (Padilla: 93) El segundo, fue resumido hace años por el antes citado Cdte. Ramiro, una fuente discutible pero poco sospechosa de indigenismo exaltado: “Ahora el problema está en que los cárteles de la droga le están haciendo el trabajo sucio al gobierno mexicano” (entrevista en Milenio, mayo 2009)

Pues bien, todo ello es suficientemente manejado por los medios de desinformación, los mismos que en sus prolijas noticias omiten el dato -a nuestros ojos, clave-, de que los normalistas de Ayotzinapa eran indígenas en su inmensa mayoría. Es decir, que el narcoestado mexicano cuenta con la complicidad de los medios para seguir machacando a sus indígenas. Para asesinarlos, con plomo-narco la primera vez y la segunda, con el olvido impune característico de todas las matanzas ‘de indios’.


BIBLIOGRAFÍA Y CIBERGRAFÍA

BARONNET, Bruno. 2008. “La Escuela Normal Indígena Intercultural Bilingüe Jacinto Canek.  Movilización étnica y autonomía negada en Chiapas”; Págs. 100-118 en TRACE nº 53 (Junio 2008) Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. México, D.F. ISSN: 0185-6286

MONTEMAYOR, Carlos. 1991. Guerra en el Paraíso; Diana Literaria, México DF; 380 Págs.; ISBN: 968-13-2120-0

PADILLA, Tanalís. 2009. “Las normales rurales: historia y proyecto de nación”; pp. 85-93 en El Cotidiano, nº 154 (marzo-abril, 2009), Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, México; ISSN (Versión impresa): 0186-1840



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